DIARIO UNIVERSIDAD DE CHILE. Roberto Avila T. | Lunes 28 de enero 2019
La política internacional es uno de los negocios públicos más delicados para un país. Por ello históricamente en Chile se le ha puesto en las manos exclusivas del presidente de la República que sólo necesita aprobación parlamentaria para declarar una guerra.
La actitud del presidente chileno pone a nuestro país y su diplomacia en una situación de ruptura con su política tradicional (doctrina Estrada) que tan beneficiosa nos ha resultado y expone al país a la impostura y problemas graves, todos ellos gratuitamente adquiridos y sin que exista ningún interés nacional comprometido. Veamos algunos ejemplos:
1.- La política tradicional de la diplomacia chilena se enmarca en los conceptos de la doctrina Estrada (canciller Mexicano/ 1930) es decir que partir de los principios de no intervención y autodeterminación se reconocen a los gobiernos sin entrar a calificaros en legítimos o ilegítimos como lo sugería la doctrina Tobar (canciller ecuatoriano/1907). La doctrina mexicana mostró rápidamente su utilidad y ha sido aplicada siempre por Chile. Aceptar la doctrina Tobar implica una intervención en asuntos internos de otro país y lo que es más grave, por la vía de la reciprocidad los autoriza a ellos a intervenir en nuestros asuntos. Aquí cuando el Servicio Electoral da los resultados de la elección presidencial el asunto está concluido, si aceptáramos la doctrina que el presidente Piñera resucita tendríamos que esperar que las cancillerías de otros países calificaran positivamente nuestros comicios electorales. Eso no sólo afectaría al decoro nacional sino incluso al sentido común.
2.- Si de lo que se trata es de cautelar eventuales violaciones a los Derechos Humanos hay instancias internacionales a las cuales recurrir como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y en ciertas circunstancias y a partir de la ciudadanía universal de los DDHH, incluso tribunales chilenos. Aunque el Estado de Chile resintió de este sistema en el caso Pinochet, ahí está.
3.- Reconocer a una persona como jefe de un gobierno de un país con el que tenemos históricas y muy buenas relaciones diplomáticas sin que existan elecciones previas, es una injerencia política que contribuye a una guerra civil en la que a no dudarlo se producirán violaciones a los DDHH.
EEUU que patrocinó el golpe militar en Chile hoy es el gran respaldo del “presidente encargado”. Sin la intervención norteamericana en Chile no hay golpe de Estado, no habrían los miles desaparecidos y los casi 200 oficiales del ejército chileno presos muchos de los cuales seguramente morirán en prisión. Esos militares estarían hoy en una placida vejez junto a sus familias y no en una cárcel. Esos son los resultados concretos de las exhortaciones y patrocinios “democráticos” de los gobiernos norteamericanos.
4.- El reconocimiento del sr Guaidó nos expone a la reciprocidad. Venezuela u otro gobierno podrían, por ejemplo, reconocer a un presidente mapuche en la Araucanía. Tenemos algunos por ahí que no se caracterizan por su cordura. Si alguien hiciera algo así deberíamos proceder. Tamaño problema adquirido a título de rebote.
5.- Si se reconoce a Guaidó habría que acreditar un embajador ante su “gobierno”, ante lo cual el gobierno real de Venezuela podría arrestarlo por ser agente estatal chileno no declarado, un espía. Que se haría con la representación diplomática venezolana en Chile?, pedirles que reconozcan a Guidó? Expulsarlos?. Expulsar a agentes diplomáticos de un país con que históricamente hemos tenido buenas relaciones diplomáticas, es una brutalidad.
6.- El año 1961 el gobierno norteamericano patrocinó una violenta invasión a Cuba en Playa Girón. Esa invasión fue aplastada luego de combates de tanques, duelos de artillería, luchas de infantería y combates aéreos, muchos cubanos perdieron la vida allí. El gobierno norteamericano tenía dispuesto en Miami al cubano José Miró Cardona como nuevo presidente de Cuba el cual pediría la intervención de la OEA a cuyo llamado acudirían los ejércitos latinoamericanos. Más claro echarle agua, nos querían de carne de cañón. La historia sirve para conocer a las personas y los gobiernos.
Lo que se incuba en Venezuela es una guerra civil, el presidente Piñera no puede arrastrar a nuestro país a semejante estropicio, por muchos afanes de intimidad que tenga con el gobierno norteamericano. Las relaciones “carnales” (Menen) con los caballeros del norte nunca terminan bien.
9.- Si algo puede hacer Chile es ofrecer a los venezolanos nuestra capital y nuestro palacio presidencial si es necesario para que dialoguen si ellos lo tienen a bien.