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Uruguay – La izquierda en la encrucijada

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CLARIDAD, Uruguay

Gabriel Portillo

El neoliberalismo como forma de razón gobernante moldea todas nuestras conductas y dimensiones de la vida desde la educación, pasando por la salud e incluso cuando pensamos en el ocio. Hemos aprendido que el mismo tiene que ver con el desmantelamiento del Estado, la desregulación, la privatización, los impuestos regresivos y los negocios empresariales y formas de corrupción, el Estado al servicio del capital, que este actual gobierno ha desarrollado al extremo. Necesitamos poner en el centro de los debates de ideas no solo la distribución de la riqueza sino el cómo lograr esa riqueza.

Pensar en el desarrollo y la democracia desde una perspectiva de transformación a favor de las grandes mayorías, requiere pensar también el lugar que le vamos asignar al Estado en ese tránsito a una sociedad más justa, más igualitaria.

En la actualidad estamos transitando, al decir de Dubet un «régimen de desigualdades múltiples” “…La oleada neoliberal no solo destruyó la sociedad industrial, sino que impuso un nuevo individualismo que quiebra las identidades colectivas y las solidaridades…”. Basta escuchar el discurso, o los gritos de Milei, para ver cuán vigente está esta discusión y esta impugnación.

El sistema, mientras “mejor” funciona, genera mayor desigualdad. Esto a su vez genera una crisis de la democracia tal como la conocemos, es decir no logra resolver adecuadamente los problemas y necesidades que entiende la gente. “La estructura de las desigualdades de clase se difracta en una sumatoria de pruebas individuales y sufrimientos íntimos”. Así, en esta etapa del capitalismo se destacan como falsos valores: el individualismo (cada uno por sí), el egoísmo (yo soy mejor que los demás) y el consumismo (el cual no alcanza al conjunto de la sociedad su posibilidad) y vacían de contenido la vida de cualquiera, y generan sentimientos de frustración e indignación. La amplitud y profundidad de la democracia no es el resultado de una encuesta, es el resultado una correlación de fuerzas.

Desde nuestro punto de vista, se suma a esto una clara crisis de representación en el sentido político, el malestar popular no encuentra canalización adecuada, entendemos que tiene una multiplicidad de causas, pero alguna de ellas son fruto de políticas que se vienen aplicando desde hace cierto tiempo. Por ejemplo, contribuye a esto la idea que promueven algunos sectores del FA de ser una “oposición responsable”.

Esta lógica es uno de los motivos por los cuales la mayoría de los sectores del FA no acompaña el plebiscito en defensa de la Seguridad Social, entre otros. Pero a la vez, la iniciativa del plebiscito es una situación que para nosotros coloca como oportunidad el retomar la movilización y organización, en la perspectiva de abrir un nuevo horizonte para el conjunto del pueblo, superando cierta tendencia que intenta “resolver” en forma menos dolorosa la crisis de la sociedad capitalista.

Hay un cambio importante vinculado a la incorporación de nuevas generaciones de trabajadores a las luchas sindicales y políticas, que tienen una mirada más distante de la política partidaria y eso hay que considerarlo a la hora de proponer cambios y de la crítica imprescindible al gobierno. Cuando el único camino que se propone como defensa de las conquistas es apelar a una incondicional y disciplinada adhesión a lo electoral, es evidente que estamos ante un agotamiento conceptual, que difícilmente enamore a esas generaciones que hoy están con disposición de lucha.

El reagrupamiento de la izquierda dentro del Frente Amplio es imprescindible, y pensamos que es posible en torno a la construcción de un proyecto económico y político de cambios profundos, claramente alternativo al neoliberalismo, que no se frene ni vacile frente a la necesidad de encarar políticas de reformas profundas que se orienten a una prueba de fuerza con la clase dominante, abriendo así caminos hacia un nuevo orden social más igualitario y solidario. Al peso de las lógicas puramente electorales en la conducción del FA le debemos agregar el carácter de fuerza política de acción permanente, que lo vincule con las luchas populares y que le dé esperanzas a los sectores populares de que su situación puede mejorar. Hay que resolver un cambio de dirección y actuar sobre los privilegios acumulados por una clase social privilegiada.

El FA está discutiendo su programa y tendrá un congreso en diciembre, si bien estamos en un proceso de construcción en el marco de Izquierda y Libertad creemos que es insuficiente para los desafíos que nos planteamos desde una mirada de izquierda. Por lo que habrá que sumar con otros compañeros y compañeras, o lo que en definitiva terminaremos haciendo es una opción electoral más.

Por todo esto, vemos la necesidad de acompañar sin vacilaciones el proyecto de plebiscito sobre la seguridad social. Para nosotros sólo las luchas pueden elevar el nivel de conciencia de clase que nos permita dar un salto cualitativo a favor de los cambios de fondo que la sociedad requiere. El debate de ideas sigue siendo fundamental, el entendimiento de las prácticas y urgencias de los movimientos sociales es indispensable. Izquierda política y social son ámbitos diferentes, con niveles de autonomía, eso es lo que algunos defendemos y practicamos, por supuesto que no negamos que también entre ellos se establecen vasos comunicantes.

Cuál debería ser es el rol y el papel de las organizaciones sindicales y políticas en la dinamización del proceso de transformación estructurales, es un debate que aún ni siquiera hemos comenzado a esbozar.

Los desafíos que se abren en esta etapa significan repensar el proyecto revolucionario en tiempos no revolucionarios. Promover una transformación del Estado que de hecho provoque una “maximización de la democracia” es una de las tareas más importantes.

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