10/03/2023 Rebelión
La evidente crisis ambiental que está provocando la civilización industrial moderna, debe hacernos reflexionar sobre esta problemática, consultando la buena literatura del pensamiento ecologista. Hace ya más de 50 años que Georgescu-Roegen publicó su importante obra sobre el significado de la segunda ley de la termodinámica (ley de la entropía) para la teoría económica, The Entropy Law and the Economic Process. Más o menos por la misma fecha que se publicaba el Informe del Club de Roma sobre los límites del crecimiento. Este libro ha pasado a ser un punto de referencia para el pensamiento ecologista, y muchos críticos del capitalismo, estudiosos de la problemática del crecimiento, lo consideran superior incluso a El capital, por cuanto que sería una teoría más actualizada. Sin embargo, cuando se lee a este autor, uno encuentra bastantes afinidades con el pensamiento marxista, corrigiendo algunas malas interpretaciones que se infiltraron en este por causa de los acontecimientos históricos. Doy a continuación mi interpretación de estas afinidades.
La afinidad entre la metodología científica del marxismo y la de este ecologismo estriba, primero, en el uso de conceptos dialécticos para interpretar los fenómenos empíricos. Georgescu-Roegen propone que los conceptos que pueden violar el Principio de Contradicción se les denomine dialécticos, poniendo el ejemplo de que una nación se puede considerar ‘democrática’ y ‘no democrática’ a la vez. Según el mismo autor afirma, en su trabajo metodológico sigue parcialmente las propuestas de la lógica dialéctica de Hegel, asumiendo el riesgo al hacerlo así (op.cit.94). Esta idea de dialéctica está relacionada con la existencia de conjuntos borrosos, es decir, la imposible precisión en alcanzar una definición perfecta de conceptos que dejan siempre márgenes variables para la interpretación. Este concepto metodológico de dialéctica no es el mismo que el utilizado usualmente por el marxismo, como proceso de análisis y síntesis, pero sí es afín a este en el sentido de apartarse del método positivista predominante en la ciencia practicada por las sociedades capitalistas. ‘Dialéctica’ significa muchas cosas, entre ellas las que señala este autor.
En segundo lugar, el reconocimiento del carácter propositivo de la acción humana como una característica fundamental de la humanidad, que debe ser conceptualizada científicamente mediante la intencionalidad. La persona es un sujeto que se propone fines y planea su acción para conseguirlos. La diferencia entre las dos perspectivas que comentamos, puede situarse en un enfoque más individualista de Georgescu-Roegen, que no reconoce el componente social de la conciencia, frente al determinismo sociológico del marxismo que subraya la conciencia de clase; el materialismo dialéctico de Marx y Engels no excluye el reconocimiento de la libertad humana, pero señala márgenes muy estrechos para su ejercicio, por las determinaciones circunstanciales de la personalidad humana. También Georgescu-Roegen reconoce esos límites, pero no abandona el punto de vista de la conciencia individual.
En tercer lugar, el enfoque ecologista es dinámico, como el marxista, señalando un sentido a la evolución de los acontecimientos basado en la segunda ley de la termodinámica, la Ley de la Entropía. Esta ley, por tanto, debe ser compatible con la ley del desarrollo de las fuerzas productivas a través de los modos de producción, matizando su interpretación. La vida es un fenómeno cósmico expansivo, en el sentido de que es un proceso evolutivo que crea orden, a pesar de la entropía, o para ser más exactos, apoyándose en la entropía; pues la dichosa entropía crea la variabilidad aleatoria de los caracteres y con ello la diversidad de las especies. En continuidad con la evolución de los organismos vivos, a través de un giro histórico sustancial, el desarrollo de las fuerzas productivas genera la capacidad humana para el control del medio ambiente natural, proceso que puede denominarse como la humanización de la naturaleza. Ese control ha llegado a ser exhaustivo y peligroso para la propia especie humana, por el desequilibrio intrínseco al capitalismo; lo que debe incluirse en las perspectivas futuras de la humanidad presente, y en ese sentido debe incluirse la protección de la vida como un objetivo fundamental del desarrollo económico.
En cuarto lugar, los objetivos propuestos por Georgescu-Roegen para la acción económica colectiva, vienen a ser sintetizados en el concepto el placer de vivir; esos objetivos son compatibles con la emancipación humana desde el punto de vista marxista, siempre que se superen dos problemas de interpretación: a) por un lado, Georgescu- Roegen parece deudor del trasfondo materialista vulgar del enfoque liberal, que no prejuzga las satisfacciones que cada cual debe alcanzar; pero se debe discriminar negativamente la satisfacción alienada de las necesidades humanas, que es causa precisamente del desastre ecológico de la actual civilización. El placer de vivir es el disfrute del tiempo libre, como explica Marx, desarrollando actividades cognoscitivas, artísticas, culturales, etc. La libertad comienza donde termina el reino de la necesidad. La auténtica riqueza de una sociedad se mide por la cantidad de ocio que puede disfrutar su ciudadanía, a condición de que ese ocio no sea consecuencia del paro forzoso y no se destine a un consumo degradado de bienes superfluos y contaminantes. Pero b) por otro lado, se debe superar un enfoque productivista que se asentó en el marxismo como consecuencia de las necesidades de desarrollo que acuciaban a las sociedades atrasadas donde se produjo la revolución comunista.
En quinto lugar, este autor reconoce la importancia explicativa del conflicto social; sin embargo, no ve posible acabar con los conflictos internos de la sociedad, basándose en las características de la especie humana y en la constatación de la reconstrucción de las élites o clases sociales tras su derrumbe periódico. Georgescu-Roegen cita la teoría de las élites del conservador italiano Pareto para justificar su posición. Desde el punto de vista marxista, incluso aunque no se pudiera eliminar un grado de conflicto, consustancial a la vida y a la especie humana, y subsistiera algún tipo de lucha social en las sociedades sin clase más desarrolladas, socialista y comunista, este habría de ser relativamente inocuo, comparado con la destructividad de las sociedades clasistas, especialmente de la civilización capitalista.
A partir de este estudio debe quedar claro que la crítica de la economía política realizada por Marx y Engels debe completarse con la perspectiva ecologista de la economía introducida por Georgescu-Roegen, para ofrecer una imagen justa de la actual coyuntura histórica de la humanidad, acosada por los problemas ambientales y ecológicos. La tradición marxista debe renovarse en este sentido, sin abandonar sus postulados emancipatorios, tomando en cuenta la importancia de la segunda ley de la termodinámica para interpretar los fenómenos naturales e históricos.
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