por Chantal Castiglione
«Pero si ustedes tienen derecho a dividir el mundo en italianos y estranjeros entonces yo les diré que yo no tengo Patria y reclamo el derecho a dividir el mundo en desposeídos y oprimidos por un lado, privilegiados y opresores por otro lado.
Los primeros son mi Patria, los demás mis extranjeros»
(Lorenzo Milani)
Una foto en la web. Una niña fotografiada desde atrás con una mochila, casi desnuda que mira el horror de la distrucción. Estamos en Chile en Iquique pero a bien ver podemos estar en cualquier lugar de este mundo donde siguen violaciones e injusticias contra los migrantes en cada ámbito de la vida social, laboral y política. Utilizando la terminología de Fanon, podemos considar esta multitud como “los condenados de la tierra”, los últimos, los desprotegidos.
Lo que está ocurriendo en estos días en Iquique es una vergüenza mundial, pero nada diferente de lo que ocurre en Europa y en Italia. Nuestras sociedades están infectadas por el racismo. Hay mayorías que se sienten dueños indiscutidos del destino de vastas minorías. Los fascistas montan y fomentan rabia y odio al grito “Chile a los Chilenos” que equivale a lo que algunos partidos de derecha en Italia como Lega y Fratelli d’Italia usan como eslogan, es decir, “Prima gli italiani” (los italianos primero).
Escribía Pier Paolo Pasolini: «El racismo es el cancer moral del individuo moderno y, como un cancer tiene infinitas formas. […] Es el odio para todo lo que aparece diferente». Vivimos en dos lugares muy lejos, de otro lado del mundo, pero nos unen los mismos problemas como los del racismo y como el acrecimiento del poder de las formaciones políticas de ultra derecha y con claras referencia al fascismo. A veces pienso que la humanidad llamativa, brillante, y solidaria se ha perdida en las calles de la indiferencia, de la soledad, de la pobreza, en las afueras sin dignidad abandonadas, aisladas de las ciudades.
No me gusta hablar de los migrantes como una cuestión, quizá porque yo también provengo de un Sur discriminado, que con una maleta de cartón en la mano buscó suerte en las Americas como en el norte de Italia, apodados como “terroni”, “ladrones”, “delincuentes”, “inferiores”. La vergüenza de ser considerado Sur, con las manos manchadas de tierra, la piel quemada por el sol y la intemperie, analfabetas, hablando dialecto y no siendo entendido tampoco en el resto de Italia. Pienso en los sacrificios hechos por mi gente creandose un futuro en tierras ajenas, mi gente vejada, humillada. Veo las lágrimas de ellos en el migrante de hoy. Viajes llenos de esperanzas que se apagan apenas el barco toca el nuevo continente, apenas el tren del Sur llega al rico norte, apenas traspasada la frontera. Mis viejos relegados en guetos, hijos únicos de una historia que va a perpetrarse.
Soy hija de las migraciones, de la mezcla de culturas. Muchas veces ocurre que, referiendose al Sur, muchos individuos le atribuyen una connotación negativas. Soy contra las barreras y fronteras porque vivimos todo bajo el mismo cielo, porque todos somos seres humanos y tenemos el derecho universal a vivir una vida digna, segura, buscar trabajo, tenemos derecho a la educación, a la infancia. La frontera no es solo un lugar físico de costricción, una muralla levantada, sino también, que es lo más peligroso en realidad, una forma de pensar, una mirada malévola, una palabra y/o un actuar denigrante. Una frase que de uso diario puede explicar bien este concepto: “No soy racista (fascista, homofobo…), pero… En el “pero” encuentras la máxima expresion de racismo y condena, no es una simple conjunción sino la forma más usada por quién solo a la aparencia se profesan tolerantes. Que mala palabra la “tolerancia”. Pasolini señalaba en sus escritos que la tolerancia es solo nominal no hay, según el escritor, una tolerancia real. El hecho que alguien se pueda tolerar no es diferente del hecho que alguien se pueda condenar. En otras palabras, la tolerancia es una forma refinada de condena. Tolerar es lo mismo que confinar o encarcelar a alguien en jaulas de prejuicio, de falsa compasión, etiquetóndolo sin darle la oportunidad de crecer, desplegar y desarrolar sus capacidades y actitudes.
El capitalismo que domina nuestras sociedades induce y crea en el individuo una mentalidad que nada tiene que ver con la inclusión y la hospitalidad. Induce en las gente el temor y el miedo por el pobre, el migrante y todas las personas que son consideradas “diversas”. Hay individuos que se arrogan el derecho de dictar quién y qué es normal y quién es y qué es diverso. Vivimos en un mundo afectado por la ignorancia y el fascismo apoderados que se convierten en leyes de estado, en represión y barbaridad. Y en las nuevas migraciones encuentro los ojos de mis ancentros, el terror y el miedo. Encuentro campos hechos de explotación. Vidas arracadas en campamentos sin electricidad, sin agua potable, sin servicios, en condiciones higiénicas deplorable, sin comida, al mando del sargento de turno, transformándose en nuevos esclavos en los cultivos como en las industrias, en las minas y en general en todos los ámbitos laborales que utilizan mano de obra a muy bajo coste. Asistimos a un capitalismo que podemos nombrar “de los cuerpos”. Cuerpos como mercancías. Cuerpos como producto comercial que implica una ganancia por los patrones. Objetos que se pueden explotar y luego echar en la basura, indigentes entre otros indigentes, creando una acumulación de cuerpos rotos por sesiones laborales extenuantes: bajo el sol caliente, en una fábrica sin las mínimas condiciones de seguridad para el trabajador, sin derechos, carne de cañon para el enriquecimiento de unos pocos.
En conclusión, los acontecimiento en Iquique siguen la onda de una política racista y capitalista que está invadiendo nuestros Paises. Todo eso es alarmante. La mía quiere ser una llamada a la unidad de todos los antifascistas a la lucha y en defensa del Pueblo de los sin derechos, de los marginales, de las humanidades en busqueda de un lugar en esta puta vida que puedan nombrar “casa”.