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Un paréntesis para conocer mejor a la Derecha chilena

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Extracto del artículo “Claroscuro de Jaime Guzmán y la Derecha chilena”, del mismo autor, publicado el año 2008.

Arturo Alejandro Muñoz

LA APOSTASÍA HIPÓCRITA que se condensa en el poder absoluto, llevó a la Derecha chilena –o a una parte de ella- a abandonar su carácter republicano y realizar actos tan absolutamente reñidos con la moral política y humana, que el mismo gobierno dictatorial sintió asco por los hechos cometidos.

Pese a ello, y en beneficio de la defensa de su propia firmeza autoritaria, el tirano y sus adláteres optaron por imponer silencio y censura -en todos los medios de prensa existentes en Chile en esa época- respecto de los graves sucesos en los que algunos de sus más connotados colaboradores civiles participaron, desmadrándose legal y moralmente.

Por cierto, esos civiles defensores de la tiranía y ayudantes de la misma, nunca fueron sancionados. Aún más, algunos de ellos ocupan hoy –en esta supuesta democracia- cargos públicos relevantes en el Senado, en la Cámara de Diputados, en los Tribunales de Justicia, en las Fuerzas Armadas, y en una multiplicidad de instituciones.

Pareciera cosa de locos, pero en estos asuntos plenos de barbaridades indecentes cometidas al cobijo del poder total, el régimen de Augusto Pinochet se asemejó al de Adolf Hitler. El ‘führer’ nazi estuvo rodeado no sólo por fanáticos, asesinos y genocidas sino, también, por sicópatas, degenerados y drogadictos como Goebbels, Goering, Heindrich, Mengele, y otros similares o peores.  La dictadura militar chilena no le fue en zaga al mesiánico cabo austriaco.

Aunque duela a algunos dirigentes de la actual derecha criolla, la realidad concreta indica que el fallecido senador Jaime Guzmán Errázuriz perteneció a esos grupos y,  aún más, los dirigió y orientó. En sus afiebradas acciones contra el comunismo, Guzmán abrazó el fascismo…y en la hora final de su vida intentó, vanamente, combatir a este último. En el intertanto cerró los ojos y clausuró su propia fe católica en relación a las actividades sicopáticas ejecutadas por los mismos ‘alumnos políticos’ que conformaban su cofradía.

El libro “Impunidad diplomática”, escrito por el periodista Francisco Martorell, editado en Argentina, acusaba al embajador trasandino, Óscar Spinosa Melo, de haber ejecutado en Chile –profitando de su cargo- actos reñidos no sólo con su alta investidura sino, también, con las más elementales normas morales. Pero, el año 1993 la Corte de Apelaciones de Santiago prohibió la publicación de ese libro en Chile, acogiendo una demanda interpuesta por el empresario Andrónico Luksic Craig y el matrimonio formado por Gonzalo Menéndez Duque y Carmen Ibáñez Soto (conocida en programas de televisión como ‘La Regalona’) ya que, según afirmaban, ellos aparecían mencionados en la obra de Martorell como participantes en algunas de las ‘fiestas’ administradas por el embajador argentino en Chile.

No sólo ellos estaban en el libro ‘Impunidad Diplomática’, pues también  figuraban conocidos asesores y seguidores del gobierno dictatorial, a quienes el autor (Martorell) sindicaba como partícipes en sesiones de sexo desenfrenado con prostitutas (tanto adultas como también menores de edad),  travestis, homosexuales, droga y alcohol.

Si esas fiestas se produjeran hoy, año 2008, con toda seguridad esos mismos ultramontanos derechistas, católicos furibundos, habrían obligado a las mujeres que les acompañasen en las orgías a tragar la píldora del día después…o habrían usado condones…precisamente los elementos contra cuya distribución y venta aún oponen tenaz oposición. El doble estándar es una de las principales características de la derecha criolla. ‘Sepulcros blanqueados’, les habría llamado aquel maravilloso carpintero que vivió en Galilea.

“Los dueños de Chile somos nosotros, los dueños del capital y del suelo; lo demás es masa influenciable y vendible; ella no pesa ni como opinión ni como prestigio”. Lo dijo hace más de un siglo Eduardo Matte Pérez, bisabuelo de Eliodoro Matte Larraín, actual mandamás de una de las pocas familias que continúan controlando el grueso del Producto Interno Bruto (PIB) de Chile.

Por otra parte, una de las “gracias” de Andrónico Luksic padre es que siempre supo estar bien con quienes ocupaban las esferas de gobierno, desde la Unidad Popular hasta las administraciones del presente siglo. En enero de 2001 logró controlar el Banco de Chile mediante un polémico préstamo de 120 millones de dólares del Banco Estado. Esto le permitió fusionarlo con el Banco Edwards, también de su propiedad.

Jean Paul Luksic, a cargo del negocio minero, tiene colaboradores y amigos en la Concertación. Los escándalos han merodeado a Andrónico hijo y otros miembros del clan -como los denunciados en el libro “Impunidad Diplomática”- hasta hoy prohibido en Chile, así como el encuentro en Lima con Vladimiro Montesinos, pero todos ellos han sido silenciados y, al parecer, olvidados. 

Años atrás, en el 2001, Jorge Aravena, hijo del ‘Padrino’ Aravena y director de la agrupación de empresarios nocturnos, durante la discusión sostenida con una comisión de la Cámara de Diputados en la que participaba  el diputado UDI Julio Dittborn (que se oponía con fuerte decisión católica-apostólica-romana  a la actividad realizada por pubs y discotecas), manifestó que todas esos establecimientos cumplían con la normativa de no admitir a menores de edad ni menos aún venderles alcohol. «Los señores que tanto hablan, que comprueben cuáles discotecas dejan pasar a menores. Yo tengo dos locales y en ninguno he tenido problemas. Por eso le mando a decir al diputado Dittborn que acá las fiestas son mucho más sanas que las que se hacían en la Embajada de Argentina», ironizó Aravena recordando el episodio consignado en el censurado libro de Martorell, donde aparece el parlamentario UDI como una de las figuras connotadas del pinochetismo que gozaban de esas veladas.

Hoy, la Derecha parece respirar tranquila porque mucha gente ha olvidado ciertos capítulos de su historia, o de la historia personal de algunos de sus actuales líderes, gracias al apoyo irrefrenable de los medios de comunicación que ellos manejan y al silencio –casi cómplice- de las autoridades de los gobiernos concertacionistas. Pero…

…Hernán Larraín, presidente de la UDI, durante la época dictatorial, fue un asiduo visitante y defensor de la tenebrosa Colonia ‘Dignidad’ que dirigía el pederasta y torturador nazi Paul Schäffer.  En los momentos que Larraín defendía a ultranza las ‘bondades’ de la Colonia, dentro de ella eran torturados decenas de chilenos y otras decenas de niños resultaban vejados y abusados sexualmente por el vejete alemán. ¿No lo sabía el senador? ¿Nunca vio, escuchó, intuyó o sospechó nada? Extraño que nada haya conocido, pues la mitad de Chile sí estaba enterado de lo que allí ocurría, más aún si el entonces coronel Manuel Contreras –miembro dilecto de la cofradía de Pinochet- también se apersonaba en la Colonia de vez en cuando y participaba en las mismas veladas especiales a las que el senador concurría como invitado.

Andrés Allamand no escapa a esta crítica, ya que la tarde del día martes 11 de septiembre de 1973,  desde la ventana de un tercer piso en un  edificio ubicado en las cercanías de la Plaza Artesanos, disparó con arma larga varios tiros en contra de los trabajadores de ‘Chile Films’, quienes deseaban abandonar el lugar para dirigirse a sus hogares y evitar lo que se sospechaba: caer en manos de militares golpistas que a esa hora avanzaban casa por casa arrasando, destruyendo, golpeando, matando y quemando lo que encontraban a su paso. Al parecer, desde esa tarde, Allamand ha venido practicando un estilo de ‘desalojo’ que le causa placer.

¿Y el señor Ricardo Claro, dueño del canal televisivo Mega, qué?  Imposible olvidar que el mismo 11 de septiembre puso a disposición de la Junta Militar algunas de sus naves de la Compañía Sudamericana de Vapores, las cuales sirvieron como ‘cárceles flotantes’ en las que muchos presos políticos sufrieron torturas, apremios ilegítimos e incluso –algunos- la muerte.

Sergio Diez fue durante largo tiempo subsecretario del interior en la dictadura y luego concurrió a la ONU (Organización de Naciones Unidas) en calidad de embajador para exponer ante los delegados de cien naciones las ‘maravillas’ del gobierno militar, en un compendio de  mentiras, inexactitudes y engaños que hoy conforman una de las principales vergüenzas diplomáticas vividas oficialmente por nuestro país en organizaciones  supranacionales.  En el foro de la ONU, Sergio Diez negó la existencia de torturas, asesinatos y detenciones arbitrarias cometidas por la Junta Militar chilena. Hoy, muy campante y orondo, asegura que lo hizo porque ‘nada sabía de ello’. ¿Es posible creerle esto a quien fue, ni más ni menos, el segundo hombre en el manejo e información del gobierno interior durante los primeros años de la dictadura?

Por último, en el conocido ‘Caso Spiniak’ –que terminó con sanciones judiciales para un exiguo número de los realmente involucrados en las deleznables acciones contra menores- la opinión pública continúa sospechando que en esos graves ilícitos participaron encopetados ‘señorones’ y ‘connotados’, que obviamente no eran de izquierda y ni siquiera ‘progresistas’.

Por fortuna, ninguna ley ni tribunal puede castigar a ‘la opinión del pueblo’ cuando el río sigue sonando, menos aún en este preciso momento en que muchos de los citados a lo largo de esta nota se encuentran encaramados nuevamente en el gobierno de la república.  


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