Carlos Pichuante
Las recientes declaraciones de Donald Trump sobre Gaza no solo evidencian su absoluto desprecio por el derecho internacional, sino que también revelan la crudeza con la que ciertos sectores del poder en EE.UU. conciben el destino de pueblos enteros. Al proponer la expulsión masiva de los palestinos y la conversión de Gaza en una especie de “Riviera Americana”, Trump exhibe un cinismo imperial sin precedentes, en el que la limpieza étnica se disfraza de desarrollo inmobiliario.
Trump no es ajeno a la retórica incendiaria ni a la manipulación de narrativas para justificar atrocidades. Sin embargo, su visión de Gaza como un proyecto de lujo para multimillonarios es particularmente repugnante porque reduce la tragedia palestina a un problema de urbanización. Al imaginar una Gaza sin palestinos, esta promoviendo una fantasía colonialista en la que los escombros de la tragedia se convierten en la materia prima para un nuevo paraíso turistico, sin importar el genocidio que ello implicaria.
Trump no habla en el vacío. Su propuesta se inscribe en una tradición de política exterior estadounidense que ha respaldado y financiado la ocupación israelí mientras condena cualquier resistencia palestina como terrorismo. Lo que Trump dice sin tapujos, otros lo han implementado con guantes diplomáticos: la fragmentación territorial, el bloqueo inhumano, y la impunidad absoluta para los crímenes de guerra cometidos contra la población gazati.
La respuesta internacional no ha sido menos reveladora. Mientras que algunos gobiernos han condenado sus palabras, otros han optado por la indiferencia, como si esta idea fuera una excentricidad mas de un hombre conocido por su verborragia desquiciada. Pero no es una ocurrencia aislada. La propuesta de Trump debe entenderse como parte de un discurso deshumanizador que allana el camino para que lo impensable se vuelva politica oficial.
Es hora de abandonar la ingenuidad: Trump no es un lunático, es el síntoma de un sistema que permite que los poderosos decidan quien tiene derecho a existir y quien debe ser desplazado, o peor aun, exterminado. Y si su visión de una Gaza sin palestinos no provoca un rechazo inmediato y contundente, entonces la historia nos juzgara como cómplices del crimen.
Quien apoya a Israel, está apoyando a un asesino, y cómplice es de él. Negar el crímen que comete el ejército sionista en Gaza, es burlarse de los pueblos y de su inteligencia. Todos aquellos que repiten como loros que Hamas comenzó con el atentado el 7 de octubre , niega el crímen que viene cometiendo Israel contra el pueblo palestino desde 1948. Referirse solo a los rehenes israelíes como las únicas víctimas, y no a los miles de presos palestinos en las cárceles israelíes, la mayoría por tirar piedras a los tanques, se está burlando en la cara de las madres que perdieron a sus hijos en los bombardeos de la fuerza aérea sionista comandada por el mismísimo demonio del medio oriente , Netanyahu. No mencionar los 46.000 palestinos asesinados en Gaza por el ejército del malo de Netanyahu, es creer que somos tontos y que todas la fuentes de información alternativas que tenemos no existen. Huda Hegazi, una reportera de hispantv nos cuenta cada día lo que pasa en Gaza. Ademas tenemos el canal Paletinian Satelit en árabe, que muestra imágenes en vivo de lo que hacen las fuerzas israelíes en Cisjordania todos los días. Así que púdrete Trump.