Raúl Sohr
- Analista internacional
El Presidente Donald Trump declaró ante ambas cámaras del Congreso que ansiaba la paz. Así borraba con el codo su deseo que Estados Unidos “comience a ganar guerras una vez más”, dicho sólo días antes. A lo largo de la campaña presidencial señaló que su país era un perdedor en el campo bélico. Para enmendar esta realidad prometió reforzar las fuerzas armadas. Dicho y hecho, pues ha dispuesto de un aumento de casi diez por ciento del presupuesto de defensa. Es un incremento de 54 mil millones de dólares. Alrededor de once veces todo lo que gasta Chile en un año. El aumento equivale al presupuesto militar anual ruso.
Washington destinará la friolera de 603 mil millones de dólares en aprestos bélicos.
El gasto previsto para 2018 asegurará que el Ejército pase de los 480 mil efectivos actuales a 540 mil. Los infantes de marina pasarán de los 23 batallones a 36, lo que representa otros diez mil efectivos. Este es un dato importante, pues los marines son la primera fuerza de intervención en las operaciones en el extranjero. La Armada recibirá 74 buques y submarinos adicionales. La Fuerza Aérea contará con otro centenar de aviones. Hoy en términos de ejércitos regulares ningún país podría enfrentarse a Estados Unidos en un conflicto fuera de sus propias fronteras. Trump cree en la vieja e ilusoria ambición de ser tan fuerte que los demás no tendrán más opción que someterse. Incluso ha llevado esta idea al campo nuclear, donde propone modernizar su arsenal atómico. Con qué autoridad pedirá Estados Unidos a otros países que renuncien a un arsenal nuclear mientras refuerza el suyo.
A propósito de la fuerza militar viene al caso recordar una anécdota sobre la guerra de Vietnam. En 1969, al llegar al gobierno, Richard Nixon ingresó a una computadora del Pentágono toda la información disponible sobre Estados Unidos y Vietnam del Norte: población, producción industrial, ingreso per cápita y los arsenales respectivos. Luego, consultó a la computadora: ¿cuándo ganaremos? La máquina respondió de una: ustedes ganaron en 1964.
La fuerza de los países para imponer su voluntad sobre otros Estados depende de varios factores además del militar. Cuentan la fortaleza económica, la amplitud y efectividad de sus alianzas internacionales y también el llamado el poder blando. En él destaca la diplomacia, así como la capacidad de persuadir a los pueblos que se tiene una causa justa, entre otros factores. En realidad, lo que propone Trump es desvestir a un santo para vestir a otro. Para transferir fondos al Pentágono le restará treinta por ciento de su presupuesto del Departamento de Estado.
De este recorte un 40 por ciento corresponderá a las contribuciones del país a ciertas agencias internacionales, entre ellas las Naciones Unidas. La Agencia de Protección Ambiental perdería un cuarto de sus recursos. Ello. en circunstancia que el calentamiento global es la mayor amenaza para el conjunto de la humanidad. Desde hace años se observa como el cambio climático no solo causa estragos sino que está en la raíz de numerosos conflictos. De poco sirve la fuerza sin la razón.