¡¡¡EL PODER NO SE MENDIGA, SE QUITA!!!
por Franco Machiavelo
El poder real nunca ha sido un regalo. Ninguna élite —ni la derecha empresarial ni la pseudo izquierda progre continuista— ha cedido jamás sus privilegios por voluntad propia. Ambas administran el mismo orden, el mismo dogma de mercado, la misma arquitectura institucional diseñada para domesticar la rabia popular y convertirla en votos dóciles cada cuatro años. Por eso, cuando el pueblo exige dignidad, lo que recibe es represión; cuando exige pan, recibe discursos; cuando pide justicia, recibe pactos a puertas cerradas.
La historia demuestra que el poder está donde la gente decide colocarlo. Las élites dominan porque fabrican sentidos comunes que naturalizan su dominio: te convencen de que su riqueza es fruto de “mérito”, que sus abusos son “errores”, que su violencia es “orden”, que tu precariedad es “inevitable”. La batalla es material, sí, pero también cultural: quien controla el relato controla la legitimidad; y quien controla la legitimidad controla las instituciones.
Por eso el poder debe estar en manos del pueblo: porque es el pueblo el que produce la riqueza, el que sostiene el territorio, el que mantiene viva la memoria, el que paga los costos de cada crisis que otros provocan. Poner el poder en manos del pueblo es romper la ficción de representantes que solo representan al capital. Es recuperar la capacidad de decidir colectivamente cómo queremos vivir, qué queremos producir, a quién sirven los recursos, y cuál es el límite de los abusos que ya no vamos a tolerar.
¿Cómo llegar al poder popular?
1. Organización territorial permanente
No basta con marchar, votar o protestar. El poder popular se construye desde abajo, en asambleas barriales, sindicatos combativos, movimientos territoriales, comunidades originarias, colectivos estudiantiles. Ahí se aprende a decidir juntos, a pelear juntos y a no depender de salvadores.
2. Construir contrahegemonía
Hay que disputar el sentido común: desmontar la propaganda de la derecha y la pseudo izquierda que repiten que “no hay alternativa”. Crear medios comunitarios, educación política popular, redes informativas autónomas. Cuando la gente piensa con cabeza propia, ninguna élite puede gobernarla.
3. Unidad desde abajo, no pactos desde arriba
Las alianzas reales nacen del dolor común: precariedad, deuda, represión, negación de derechos. La unidad que sirve no es la que se firma en oficinas, sino la que se construye entre trabajadores, estudiantes, pueblos indígenas, mujeres, migrantes y sectores precarizados.
4. Desobediencia ante las reglas que solo sirven para neutralizar al pueblo
Las instituciones del continuismo están hechas para que nada cambie. Cuando la ley se alza para proteger privilegios, la legitimidad nace de la acción colectiva que rompe el guion impuesto.
5. Convertir la rabia social en poder organizado
La rabia es energía, pero sin dirección se disipa. Cuando la indignación se encuentra con organización, se transforma en herramienta estratégica: huelgas generales, boicots, presión política permanente, articulación territorial y nacional.
¿Cómo disputarle el poder a la derecha y a la pseudo izquierda progre?
A la derecha: se le derrota mostrando que su “orden” es violencia encubierta; que su “seguridad” es miedo utilizado para justificar abusos; que su “libertad económica” es libertad para unos pocos y miseria para la mayoría. Se les confronta sin pedirles permiso, sin intentar caerles bien, sin entrar en su juego moralista.
A la pseudo izquierda progre: se le confronta evidenciando su papel como administradora del mismo modelo. Su lenguaje inclusivo no les borra el servilismo a las grandes empresas ni su obsesión por gobernar sin incomodar al poder real. La disputa es por los barrios, los sindicatos, la calle, la narrativa y la legitimidad social: ahí donde ellos ya no tienen credibilidad.
El poder en manos del pueblo no es un sueño: es una decisión
No se conquista mendigando, no se alcanza pidiendo permiso y no se defiende confiando en quienes siempre pactan con los de arriba. Se conquista organizando, presionando, resistiendo y creando instituciones nuevas, nacidas desde el propio pueblo y no desde los pasillos del poder.
Cuando el pueblo toma conciencia de su fuerza, deja de rogar.
Y cuando deja de rogar, comienza a gobernar.
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¡¡¡QUE VIVA EL REENCUENTRO DEL PUEBLO!!!
¡¡¡AVANZAR SIN TRANSAR!!!
¡¡ARRIBA LOS QUE LUCHAN!!
¡¡A CREAR PODER POPULAR!!











