por Gustavo Burgos
El terremoto electoral del fin de semana termina de rubricar la transformación del régimen que comenzó a operar el mismo 18 de octubre de 2019, como resultado de la apertura del levantamiento popular. El impensado y hasta majestuoso derrumbe de la Derecha, cierra este ciclo crítico de transformaciones institucionales e incorpora —por así decirlo— las transformaciones operadas en «la calle» al vientre de la institucionalidad, ni más ni menos que a la Convención Constitucional. Este cambio persigue ajustar la nueva correlación de fuerzas entre las clases al régimen político. Dicho de otra forma, el resultado electoral confirma lo que ya ha ocurrido en la realidad social y lo interpreta bajo las fórmulas del orden democrático burgués. Este abrupto cambio en el escenario electoral, repetimos, termina de cerrar un capítulo —que fue anticipado por la derrota de Piñera en el TC— y abre las alamedas a un nuevo orden bajo el cual seguirá procesándose la fenomenal crisis capitalista que se ha desarrollado atemperada por la sordina de la pandemia del COVID.