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¿SUPREMACISMO CATALÁN?

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Pepe Gutiérrez-Álvarez, Estado Español

No hay qué decir que en todas las cosas, el soberanismo catalán tiene más de una cara. La propia ERC que se siente la más perseguida por el franquismo, olvida que fue el movimiento obrero el que cargó con las consecuencias, como olvida personajes que quiere olvidar (Dencás, los Badía y otros), Sobre esta pista los españolistas no tienen más mirar las hemeroteca para encontrar lejanos escritos Quim Torras, también la familia Pujol o en Heribert Barrera…Sin embargo, hay mucha impostura en las acusaciones. Primero porque las hay por doquier (Sabino Arana), y no digamos en los manifiesto de “españolidad” por ejemplo de Fraga; segundo porque esta parte oscura oculta una que resulta totalmente clara: la voluntad del pueblo, sobre todo de la catalanidad que queremos otra Cataluña sin hipotecas de una derecha impresentable. 
Por lo demás, no hay duda de que se can estos trapos viejos y sucios para hacerlo con la desobediencia civil y no otra cosa. Leyendo medios tan ecuánimes como “El País”, uno podía imaginar a Torras con una capucha del KKK, y no como expresión del sector más impresentable del nacionalismo catalán. De poco valen los argumentos, nadie se acuerda del peso que el concepto “raza” tuvo en el Imperio, del negacionismo sobre el “holocausto” expresado por mentores del PP como Fraga, del “Día de la Raza”, por no hablar del desprecio subyacente que se desprende de la Ley de Extranjería contra los pobres. Tampoco de la ristra de acusaciones de “nazismo” vertido por los “barones” del PSOE (Felipe, Rodríguez Ibarra, Vázquez, Marcelino Iglesias, José Bono, etc.) contra el nacionalismo catalán. Todo vale en esta guerra cultural desde la que se trata de reducir las exigencias democráticas catalanas trabajando la susceptibilidad de “els altres catalnas”, sobre todo del sector que la Transición traslado a la puerta de servicio, sustituyendo los dioses de “un sol pobre” del antifranquismpo por los del pujolismo.
Para hablar con propiedad del concepto supremacismo hay que viajar al Sur de los USA de antes de Luther King, pero sobre todo a la Sudáfrica del “apartheid” en los tiempos en que esta era presentada como “la única democracia de la zona”, como ahora se dice del Israel sionista. No hay en la historia sudafricana nada que recuerde la situación en Catalunya donde –justo es recordarlo- el franquismo impuso sus leyes “supremacistas” a sangre y fuego. En Pretoria, después de finalizada las luchas intercolonialistas entre ingleses y holandeses, el nacimiento del estado se basaba en la absoluta discriminación de los nativos, y los habitantes e inmigrantes, no blancos, que solo representaban mano de obra explotable y laboriosa. En este contexto surgió la figura pública de Gandhi, inmigrante universitario de origen indio. La minoría de origen europeo, apenas un 17,5% de la población, después de la II Guerra Mundial recrudeció aún más sus posiciones segregacionistas y en 1948, al triunfar la corriente más extrema de esa tendencia, el apartheid, adquirió características aún más drásticas, que se tradujeron en la obligatoriedad de que todos los habitantes nativos tuvieran que aprender la lengua afrikáans, una variante de holandés con cierta influencia del inglés, que resultaba inútil para la mayoría negra. La agobiante opresión de la mayoría nativa estaba sustentada en la «doctrina de la superioridad racial», que se refiere a una superioridad de la naturaleza y, por tanto, inalterable. 
Durante casi medio siglo la «raza blanca», gozaría de privilegios de “desarrollo mental2 superior al de otras «razas», palabrería que, como siempre, escondía una finalidad de dominación social y económica. La herencia genética de los negros limitaría para siempre, según esta creencia, sus potencialidades. Fundamentalmente, esta concepción es idéntica a la desigualdad de aptitudes que tan privilegiado lugar ocupa en las representaciones mentales de las castas superiores tradicionales. También esta tiene la misma función ideológica: justificar los privilegios de una minoría mediante una argumentación en la que se asegura la perpetuidad, ya que la superioridad se considera enraizada en la naturaleza aunque en realidad descansaba sobre los privilegios en los negocios. Nada pues que ver con una nación sobre la que Madrid siempre ha tenido la última palabra, en el que la prensa es casi totalmente en castellano, y sobre la cual se proyecta el fantasma de la ocupación militar fascista que está a la altura de los mayores genocidios de la historia del siglo XX.
Además resulta que después de todas estas acusaciones, el neopujoslismo vota lo mismo que C´s en Europa, todos apoyan en régimen criminal sionista…Un pueblo que oprime a otro no puede ser libre, y en estos debemos de estar de acuerdo el personal que quiere caminar en otra dirección: la de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Una asignatura más pendiente que nunca.

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