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Salmones al precio del desastre: el infierno debajo del agua

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por Carlos Pichuante

Nos vendieron el cuento. Que el salmón era la “joya” de la corona, el orgullo del sur, el motor del empleo. Que gracias a esas balsas-jaula éramos potencia exportadora. Pero lo que no te dicen o lo esconden bien bajo el agua es que esa industria huele más a descomposición que a progreso. Porque lo que hay bajo esas jaulas no es riqueza: es un desastre ambiental de proporciones bíblicas. Un infierno silencioso. Y sí, chileno: estamos metidos hasta el cogote.
 
En las aguas prístinas del sur, que deberían ser santuarios naturales, flotan miles de balsas donde millones de salmones viven hacinados, estresados, enfermos. No es exageración. Es como tener una población entera de peces en una micro en hora punta… pero 24/7. Para que no se mueran todos juntos, les dan antibióticos como si fueran sopaipillas en invierno. Chile usa más antibióticos por tonelada de salmón que cualquier otro país productor en el mundo. Más que Noruega, más que Canadá, más que todo el resto juntos. Y después te lo sirven en la mesa como si fuera la comida más sana del planeta. Ya pues, no seai gil.
 
Pero eso es solo la puntita del iceberg. El verdadero cagazo está en el fondo del mar. Porque debajo de esas jaulas, lo que hay es un cementerio submarino: excremento, restos de comida, antibióticos, químicos, peces muertos. Nada vive ahí. Ni un alga. Ni un cangrejo. Puro barro negro y podrido. Y no por mala suerte, sino porque la industria funciona así: como una cloaca flotante con licencia para operar.
 
Y no olvidemos los famosos “escapes”. Sí, escapes. Como si fueran reos. Millones de salmones que se arrancan de las jaulas cada año y se van a arrasar con todo: peces nativos, ecosistemas completos. Son especies invasoras, depredadores, alteradores del equilibrio. ¿Y qué hacen las empresas? Presentan un informe, se lavan las manos, pagan una multita de chiste y siguen como si nada. Porque en este país el que contamina, factura. Y harto.
 
Y mientras las multinacionales se forran, las comunidades locales las de verdad, las que viven en la costa, las que pescan y recolectan se quedan con las migas. Con los fondos contaminados, con los moluscos envenenados, con las playas cerradas. Bonita la cosa. ¿Dónde quedó el “Chile sustentable”? Ah, verdad, en los PowerPoint de los ejecutivos.
 
Acá el mar no grita. Los peces no marchan. Los ríos no salen en la tele. Por eso se han aprovechado tanto rato. Pero el daño ya está hecho. Los fiordos, las corrientes, la vida marina… están al borde del colapso. Todo para que en Oslo y Miami se coman su salmóncito con limón, y acá aplaudamos con olor a mierda en la nariz.
 
Chile: donde el “milagro del salmón” es una bomba ecológica con corbata, y el sur se lo sigue comiendo con papa.

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