ENTREVISTA A RUI BORGES
JORGE COSTA Viento Sur 16 JULIO 2021
Ruso, comunista, de origen judío, Boris Hessen fue físico, filósofo e historiador de la ciencia. Fue una de las primeras víctimas de los procesos de Moscú, la purga estalinista que, más allá de los principales dirigentes de la revolución soviética, eliminó grandes figuras intelectuales del país.
El volumen Einstein e Lenine em Moscovo – polémicas filosóficas da ciência soviética (edición Parsifal), ahora presentado, compila textos del científico traducidos por Rui Borges, que firma un ensayo introductorio. Rui Borges es doctor en Física y tiene un itinerario académico en el que pasó por universidades en el Reino Unido, Irlanda y Brasil. Publicó en 2015 el ensayo Boris Hessen, o cientista subversivo (edición Ela por Ela).
En su libro presenta la obra de Boris Hessen como estando en gran medida olvidada. ¿Cómo se encontró con ella?
Siempre me intrigó lo que hubiera pasado en el campo de la física rusa durante la revolución, un período de gran ebullición intelectual, en el campo de la literatura, de las artes, etc. A lo largo del siglo XX, la física rusa obtuvo grandes éxitos, tres premios Nobel en áreas fundamentales de la física. Pero no se sabe gran cosa sobre lo que pasó en ese período, más allá de aquella desgracia asociada a Lisenko y a su papel en la biología y en la agricultura soviéticas. En lecturas, me encontré una vez con una referencia a Boris Hessen y a su artículo sobre Newton. Más tarde, fue tirar del hilo…
En esa situación revolucionaria, ¿cómo recibieron los científicos rusos la teoría de la relatividad de Einstein?
En toda a Rusia no habría más de cien científicos dedicados a la física cuando se lleva a cabo la revolución. Pero era un grupo con muchas relaciones internacionales y contacto con colegas en occidente, que participaba en elaboraciones teóricas. La teoría de la relatividad fue recibida con mucho entusiasmo por una nueva generación de físicos formados después de 1917 – es el caso de Lev Landau, más tarde premio Nobel.
Por otra parte, también hubo contestación a la teoría. De hecho, en todo el mundo hubo quien se trató de mantener fiel al pasado, a la física de Newton, etc. En Portugal, fue el caso del geógrafo y aviador Gago Coutinho, que cuestionó la teoría de la relatividad hasta su muerte, en 1959. En la atmósfera muy politizada de la Rusia post-revolución, esa contestación tuvo contornos propios. Este libro cuenta eso: cómo, en el mismo Partido Comunista, este debate se convierte en importante. El físico Arkady Timiriazev se movilizó obsesivamente para intentar que el Partido Comunista rechazase oficialmente la teoría de la relatividad.
Al rechazar la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica, algunos de esos científicos les atribuyeron la responsabilidad por una “crisis de la ciencia” resultante de la corrosión de las certezas anteriormente existentes. Esa crisis llevaría a un regreso a visiones místicas o religiosas. ¿Realmente aconteció ese retroceso o fue sólo un argumento para atacar la teoría?
Ambos campos de este debate hablaban de una “crisis de las ciencias”, que entendían de diferente modo. Boris Hessen no ve así los resultados de la ciencia. El tenía una postura pragmática: si la ciencia nos revela algo inesperado y que contradice nuestras intuiciones, lo que hay que hacer es verificar si ello es correcto y, de estarlo, aprender a vivir con eso. De otro lado, no había este tipo de apertura y se pretendía el puro rechazo de la teoría. Se consideraba la teoría de la relatividad una abstracción, una tentativa de matematización de la realidad que no se correspondería con nada en concreto. Se proponían conservar la física del siglo XVIII y profundizarla.
En Alemania, físicos tan importantes como Lenard y Stark – ambos premios Nobel, ambos afiliados al partido nazi – rechazaban la teoría de la relatividad: ella correspondería, en su tendencia a la matematización y abstracción, al “espíritu judaico”. Lo que se necesitaba era desarrollar una física “aria” destinada a prepararse para la guerra. Más tarde, en la URSS, encontramos argumentos muy semejantes a los de los físicos nazis, la consideración de que la física tenía que apuntar sólo a objetivos prácticos – en este caso, servir a la concretización del Plan Quinquenal. Cuando había que hacer un esfuerzo de industrialización, hablar de contracciones del espacio y del tiempo sería totalmente irrelevante.
En diferentes partes del mundo, comenzando por los Estados Unidos, el desarrollo científico está fuertemente condicionado por dogmatismos religiosos. ¿Esa confrontación de la década de 1920 nos ayuda a comprender estos retornos actuales a un cierto anti-materialismo?
La enseñanza del creacionismo en algunos estados norteamericanos, colocado a la par de la teoría de la evolución, muestra la influencia de minorías ultra-reaccionarias. Pero lo que más me preocupa es una cierta desilusión con la ciencia que gana terreno en sectores cada vez más vastos de la sociedad. Esa desilusión resulta, en las últimas décadas, de estar defraudando la promesa de que el progreso de la ciencia se correspondería con un progreso en la vida de las personas. Creo que viene de ahí un cierto escepticismo, desconfianza e inclinación por teorías de la conspiración, etc. Al contrario, hace cien años, en la URSS como en occidente, había un gran optimismo respecto del progreso de la ciencia y de sus efectos. Hoy eso no está tan claro.
Volvamos a la década de 1920. En Rusia también hay quien reconozca la teoría de Einstein y proponga a partir de ella todo un debate acerca de la relación entre ciencias naturales y marxismo. Boris Hessen es uno de esos físicos. ¿Cómo es que la dialéctica marxista fue convocada al debate sobre la teoría de la relatividad?
Marx y Engels forman parte de una larga tradición intelectual que muestra gran interés por los debates científicos. Marx mantuvo correspondencia con Darwin; Engels, sobre todo, siguió de cerca la evolución científica y escribió sobre filosofía de la ciencia – el libro Dialética de la Naturaleza sólo quedó inacabado porque Engels se dedicó, después de la muerte de Karl Marx, a la edición de El Capital. Más tarde, el mismo Lenin escribe sobre filosofía de la ciencia – el libro Materialismo y Empiriocriticismo (1909). Hay incluso un curioso debate sobre ciencia en el partido bolchevique, debate que por cierto lleva a una ¡escisión en el partido! Es curioso que un debate sobre la estructura de la materia y sobre lo que es el universo pudiese llevar a una escisión, pero eso ocurrió… Boris Hessen se inserta en esa tradición, que prefería analizar los desarrollos de la ciencia, asumir que el mundo no es lo que parece (la ciencia sería innecesaria) e integrar los resultados de la ciencia en una visión materialista del mundo.
En los años 20, un estudioso de Hegel, el filósofo Abram Deborin, reunió un grupo dedicado al estudio de la dialéctica y de sus leyes: unidad y conflicto de opuestos, la transformación de la cantidad en cualidad, etc. Esa estructura filosófica preparó a aquel grupo para comprender que la ciencia puede descubrir cosas muy extrañas y que eso no cuestiona la esencia del materialismo: el universo existe, la realidad material es exterior e independiente de nuestra conciencia, de nuestras ideas.
En la física de Newton, espacio y tiempo son entidades separadas. El espacio es una especie de acuario donde está la materia; el tiempo es una magnitud física totalmente independiente de todo lo demás. Einstein viene a demostrar que el espacio y el tiempo no son magnitudes separadas, más bien constituyen un objeto único, al que llama espacio-tiempo. La dialéctica de Hegel y Marx preparaba a las personas para esa evolución de conceptos. En este caso, la evolución de dos conceptos inicialmente independientes y contrapuestos que, mediante el estudio, se funden en un nuevo concepto, único, que supera los anteriores.
Con esto ellos no estaban refrendando la teoría de la relatividad, sobre la que mantenían posiciones cautelosas y pragmáticas. Sólo decían que la teoría no era, en absoluto, incompatible con la dialéctica materialista de Marx y Engels. Y quien encontrase que la teoría de la relatividad estaba errada no resolvería el problema con artículos en Pravda. Tenía que estudiar física, y mediante experimentos probar que la teoría estaba equivocada. Si no lo consiguiese, tenía que aceptarlo y aceptar que el mundo es así. ¡La validación de la teoría de la relatividad no podía ser una decisión del partido!
Estamos en los años de la paulatina ofensiva de Stalin, antes aún de la consumación de su contrarrevolución con los procesos de Moscú y la eliminación física de los mismos dirigentes de la revolución de octubre. Por ahora es la “lucha en dos frentes”, contra la llamada oposición de derecha (Bukharin) y la oposición de izquierda (Trotsky). ¿Hasta qué punto la polémica sobre la relación entre marxismo y ciencia está contaminada por la lucha política en el PCUS?
Hasta 1929, éste era un debate genuino sobre cuestiones de filosofía de la ciencia. Las tentativas de adherirlo a la disputa política son posteriores. El primer Plan Quinquenal se inició en 1928 y Stalin inicia su campaña para que todo el universo académico, técnico y científico se involucre directamente en la implementación del Plan. Sólo en esa fase surge la proximidad entre el debate científico y político, con la entrada en escena de aquellos jóvenes que se presentan como bolchevizadores de la filosofía soviética. Relatividad y mecánica cuántica son, para ellos, cosas irrelevantes; quien está interesado en la construcción del socialismo no discute sobre el espacio-tiempo, discute sobre la industrialización. Es así como el debate se envenena y acaba.
Y también es verdad que en el campo en el que se incluía Boris Hessen había mucha gente ligada a las oposiciones. Para hacerse una idea: nueve de los diez autores de “La lucha en dos frentes en la filosofía”, texto de 1930 (uno de los últimos de esta polémica y que traduje para este libro), fueron asesinados en 1936 justo al comienzo de los procesos de Moscú. Entre ellos, Hessen. El filósofo Deborin es el único que se salva, después de una humillante autocrítica en que denunció como errores todo lo que había dicho y hecho hasta entonces. Pero hace mucho tiempo que la controversia ya no podía ser muy explícita. El primer texto de Boris Hessen sale en 1927, que es ya el año en que Trotsky, Kamenev y Zinoviev son excluidos del Comité Central.
Durante décadas, este debate quedó sumergido bajo la vulgata estalinista. El mismo materialismo dialéctico como filosofía acabó por ser asociado a la dictadura y al totalitarismo. ¿Que permanece de él?
Este debate fue olvidado, sus protagonistas fueron liquidados y, mientras existió la URSS, el estudio de aquella época no se hizo. Sólo después, algunos académicos rusos volvieron a estudiar este período. Curiosamente, en los años 60, el gobierno norte-americano (que quería conocer a su enemigo) envió algunos académicos para investigar en los archivos científicos en Moscú, en el marco de protocolos de colaboración entre universidades. Eso dio lugar a algunos comentarios a los debates de los anos 20, pero los textos originales sólo ahora vuelven a ser publicados. Exceptuando la conferencia “Las raíces económicas y sociales de los Principia de Newton”, publicado en inglés ya en 1931, todos los demás textos eran prácticamente desconocidos.
El resurgimiento del interés por este debate se conecta con dos ideas. Una es la que se contrapone a la concepción de la ciencia como actividad pura, que en su burbuja no se ve contaminada por lo que pasa en la sociedad. Esta lectura estudia la ciencia sólo a la luz de sus desarrollos internos: el señor X anunció la teoría tal, que fue corregida en este aspecto por el señor Y, etc. Lo que Hessen dice en Londres es que la ciencia es una actividad que forma parte del proceso social y, como tal, está supeditada a lo que ocurre en la sociedad y está influenciada por cuestiones históricas, económicas, políticas, culturales. Esta discusión está lejos de acabar, pero fue suscitada por aquel ensayo, un texto que cambió el paradigma de la filosofía de la ciencia.
Otra idea es la del “emergentismo”, el estudio de las propiedades emergentes, un campo de estudio muy actual en varias ciencias y, en particular, en la física. Cuando tenemos un sistema constituido por muchos elementos, muchos individuos, muchas parcelas, surgen, de la interacción de esas parcelas, propiedades nuevas que no existían en las parcelas en sí. En lenguaje corriente, “el todo es mayor que la suma de las partes”. Esto nada tiene de místico y hoy en día se acepta cada vez más que es realmente así, que la naturaleza funciona por niveles de complejidad.
Este debate se hizo con mucho rigor e vivacidad entonces y hoy continúa, en oposición al “reduccionismo”, la idea de que podemos comprender una realidad compleja si la reducimos a sus componentes y los estudiamos. Ahora bien, eso no es suficiente para comprender un sistema complejo. Puedo encontrar las propiedades características de una neurona con métodos de la biología celular, de la bioquímica, y percibir intercambios químicos con el exterior, como circulan impulsos eléctricos, etc. Pero si junto muchos millones de neuronas y hago un cerebro (esto suena algo frankensteiniano!) surgen una serie de cosas que no existen en la neurona. Por ejemplo, la conciencia, los sentimientos, la sensibilidad. No son propiedades trascendentes, pero sí surgidas de la complejidad de las interacciones entre todas estas células. Y es por eso que la psicología nos permitirá comprender cosas a un nivel que la bioquímica no permite alcanzar.
Hace cien años, esta discusión era muy precoz – la cuestión de las propiedades emergentes sólo se convirtió en tema de discusión y actividad científica alrededor de la década de 1970, medio siglo después de los debates rusos sobre los fenómenos de la vida a la luz de las leyes de la dialéctica. Algunos de los artículos que incluí en el libro abordan la termodinámica o la mecánica estadística precisamente desde esta perspectiva. Ellos no hablaban de propiedades emergentes, pero sí de la transformación de la cantidad en cualidad, que es exactamente lo mismo. La discusión actual tal vez pueda ser enriquecida por el conocimiento de los textos de Boris Hessen y del grupo de que formaba parte.
Jorge Costa. Diputado y dirigente del Bloco de Esquerda. Periodista
https://www.esquerda.net/artigo/redescoberta-vanguarda-cientifica-que-estaline-erradicou/75586
Traducción: Manuel Fortes para viento sur