Felipe Portales
El reconocimiento en una institución del encubrimiento de delitos gravísimos cometidos hasta hace unos
veinte años por muchos de sus miembros debiera llevar aparejado una dura condena moral de los autores
y, sobre todo, de las autoridades encubridoras; y de la adopción de todas las medidas posibles en términos
de verdad, justicia y reparación moral y material de sus víctimas. Más aún cuando hablamos de una Iglesia
cuyo mayor tesoro debiese ser su autoridad moral; y cuando estamos en presencia de decenas de miles de
víctimas de abusos eclesiásticos que viven y sobrellevan un terrible sufrimiento.
Increíblemente, las declaraciones del Papa Francisco en una reciente entrevista apuntan a un
reconocimiento del encubrimiento sistemático de los eclesiásticos autores de tan graves delitos, ¡sin
ninguna condena expresa de aquellos que los cometían, ni de quienes los encubrían; ni menos de una
voluntad de buscar la verdad, justicia y reparación en todos los casos! Más aún, relativiza la gravedad de
todo ello hablando que era otra época (¡cómo si estuviésemos hablando de siglos atrás!) y que era
también lo que hacían y hacen muchas familias en el mundo…
En efecto, en una entrevista dada e Elisabetta Pique del diario La Nación de Argentina; y que reproduce
El Mercurio del 13 de marzo pasado, constatamos el siguiente diálogo al respecto: -Usted recién hablaba
de Juan Pablo II y de los abusos… No sé si sabe que justo esta semana estalló un escándalo en Polonia
porque exhibieron un documental donde figura un documento, una carta que le escribió siendo cardenal
en Cracovia, Wojtyla, al cardenal de Viena, König, si podía recibir a un sacerdote, que finalmente era un
abusador. Mi pregunta es ¿fue canonizado demasiado rápido? –Hay que resituar las cosas en su época. El
anacronismo siempre hace el mal. En aquella época se tapaba todo. Hasta el escándalo de Boston, se
tapaba todo. Cuando saltó lo de Boston, la Iglesia empezó a mirar ese problema (sic). La Iglesia fue siempre
muy fiel desde ese momento a ir clarificando cosas. La solución era cambiarlo al cura de lugar, o a lo más,
reducirlo si no había solución, pero sin escándalo (sic). Que lamentablemente hoy día se sigue haciendo
cuando sucede esto en las familias y en el barrio. Pensar que el 42%, más o menos, son las cifras
internacionales, se da en la familia y en el barrio. Después viene la escuela. Y ahí todavía hoy se tapa para
no generar conflicto. La Iglesia hacía eso también, tapar, resituar… a veces no había más remedio (sic) y se
lo sacaba y (…) era mandarlo a otro lado. O sea que una época hay que leerla con la hermenéutica de la
época”.
Y acto seguido, la periodista le insiste: -De hecho, hay quien dice que en esta carta que le escribió Wojtyla
a König, en la que le decía que el sacerdote iba a estudiar Psicología, por ahí era una forma en código de
decir que era un abusador… porque salió de los archivos. –No conozco el caso, pero era lo habitual (sic).
Taparlo o directamente cuando se veía que no tenía remedio era mandarlo afuera. Cubrir. Como hoy en día
se sigue haciendo en las familias, lamentablemente. Cuando es el tío, el abuelo, el vecino, son problemas
serios de familia. Gracias a Dios que fue Benedicto el primero que empezó a destapar el asunto (sic) de los
Legionarios. Fue valiente. Hoy en día la Iglesia tomó esto (sic). Después de lo del escándalo de Boston, pero
ahí la Iglesia empezó a tomar esta nueva actitud… Tomar el toro por las astas”.
El texto constituye, en definitiva, una justificación histórico-cultural del sistema vigente hasta fines del siglo
XX… Pero además con un tono de liviandad, conformidad y de falta total de empatía con las víctimas que
deja consternado. Para qué hablar de alguna referencia al Evangelio o a la doctrina moral… Todo muy penoso,
especialmente viniendo de quien viene.