Hace un año que estamos en presencia de uno de los misterios más grandes de la historia de Chile. Hemos vivido bajo la incertidumbre y la incógnita de quién quemó y destruyó el metro de Santiago.
Aún no conocemos a los responsables, y no tenemos idea de quién es ese “enemigo poderoso e implacable” por cual el presidente le declaró la guerra a su propio pueblo, sin mostrar pruebas o evidencias de aquello, Sebastián Piñera tomó la decisión más drástica de un presidente en democracia y declaró Estado de Sitio para combatir a un enemigo desconocido y hasta el momento invisible.
Lo más grave de este enigma, es que por más de un año no hemos visto ni una sola imagen, a pesar de las más de 20 cámaras de alta resolución que posee cada estación de metro, sobre de la acción de los autores de este atentado.
Esa anomalía policial, este acertijo detectivesco, es único en el mundo: En el atentado de la estación de Atocha en Madrid las cámaras de ese entonces captaron; cuando entraron los perpetradores, dejaron las bombas, huyeron y cuando estallaron los aparatos explosivos. Las imágenes se hicieron publicas desde el primer día y producto de su publicación se pudo dar con las células terroristas, lo mismo ocurrió en Londres con las bombas en los buses.
Aquí según el gobierno hubo en menos de 24 hrs 56 estaciones dañadas y 34 destruidas casi totalmente. No es necesario ser detective como para como imaginar que para realizar una acción de esa magnitud, se necesitan al menos 20 individuos concertados por estación; digamos entonces, que al menos se necesitan unas 400 personas organizadas y altamente disciplinadas, armadas de bombas incendiarias, material inflamable y acelerantes, como también de detonadores cronometrados y un alto conocimiento de las estaciones y sus sistemas de seguridad como para no dejar rastro. Una organización capaz de actuar tan precisa y raudamente para incendiar (lo que está hecho para no incendiarse, como el metro) tan veloz y efectivamente para que la policía, carabineros, no haya llegado a ninguna estación y no tenga absolutamente ningún detenido ese día y los que vendrán. Esa organización, aún en las sombras, ese asombroso conjunto de gentes preparadas y disciplinadas, que no se adjudicó el ataque y que no ha vuelto a realizar otro, debe ser el grupo extremista más eficaz de la historia del terrorismo. Ni la ETA, ni Al Qaeda, ni Sendero luminoso, han sido más audaces, capaces y escurridizos como esta organización fantasma.
¿Podemos pensar que la gente indignada reaccionó de forma esporádica ante la indignación creciente y destruyó las estaciones?. Sí, podemos hacerlo ¿Pero alguien tuvo que traer los bidones de gasolina? ¿Dónde están las imágenes de los que llevaban los acelerantes? ¿De los que tiraron las molotov desde los andenes a los carros?. Una reacción esporádica sólo explica daños menores a torniquetes y boleterías, a cajeros y letreros publicitarios. ¿Pero cómo quemar lo que está construido para que no se queme, al mismo tiempo y en 40 estaciones simultáneamente.?
¿No hay ninguna imagen? aunque los andenes tienen cámaras de alta resolución, entre otras cosas para grabar los suicidios que ocurren cotidianamente en el metro, lo que inicia causas judiciales. ¿Nadie grabó desde la central de control del metro que tiene imágenes online de las estaciones? ¿Carabineros no fue capaz de detener a nadie, infraganti, quemando el metro ese día?. Sabemos que nuestra policía no es muy competente, ¿pero es para tanto?, ¿quién los entrena? ¿El Inspector Crusoe?.
La imágenes de las bombas que detonaron en la estación Militar hace unos años están, y gracias a ellas se detuvo a los presuntos culpables, era un grupo anarquista, algunos de ellos quedaron libres y luego se los encontró colocando bombas en una iglesia en España; es difícil pensar que sea una simple coincidencia. Es claro su proceder casi artesanal, es claro también que una organización anarquista en Chile no pasa de esas acciones, pero quemar líneas casi completas de metro está fuera, completamente, de sus capacidades.
¿Quién fue entonces?. ¿Quién tiene los motivos, la organización, el financiamiento, la determinación para hacer un atentado de esa magnitud? Si son extranjeros, el presidente tendría toda la razón en declarar una guerra, pero no hay ni una sola evidencia en ese sentido, y si la hubiese deberían despedir a todo el personal de las FFAA y de inteligencia por incompetente, al dejar un atentado en su territorio y en sus narices. Pero, si el enemigo es interno: ¿Quién tiene la preparación para hacerlo? ¿Quién conoce los generadores de las estaciones intermodales? ¿Quién puede controlar las cámaras? ¿Quién tiene la capacidad de saber cuando están o llegan los Carabineros?.
Sólo sabemos que en 30 años las FFAA se han mandado solas, han hecho desde ejercicios de enlace, hasta simulacros con boinas verdes con las caras pintadas. Han amenazado la democracia cada vez que el poder civil a tratado de subordinarlos. Sabemos de millonarias malversaciones de fondos, de estafas y de gastos reservados escandalosos. Muchos generales de la vieja escuela, la de la dictadura, han sido dados baja (muchos por el propio Piñera). Sabemos que fiscales y jueces que investigan estos casos han sido amenazados. También vemos como muchos políticos los protegen o callan ensordecedoramente, al igual como no hablan ni mencionan los trucos financieros de Ponce Lerou. Fiscalizadores que no fiscalizan, controladores que no controlan, políticos que prevarican.
En esta democracia enferma, donde la gente ya no cree en nadie, hay una organización terrorista oculta y profunda que todos desconocemos, que es capaz de limpiar las evidencias de sus fechorías con la misma impunidad con que las cometieron. A un año de la destrucción del metro, del metro de todos, del mejor medio de locomoción publica de Latinoamérica, de un bien del Estado, parte de todos los chilenos, seguimos parados arriba de esta anomalía, de esta incertidumbre, de este misterio.
Si bien Chile despertó, tal vez aún no enfrentamos a nuestra peor pesadilla
Para que la dignidad se haga costumbre comencemos por la verdad.
Extraído del muro de Facebook de Marcelo Aravena Peralta