por Franco Machiavelo
La única posibilidad real de que Jara logre subir en votos no depende de maniobras comunicacionales, ni de giras de último minuto, ni de pactos silenciosos con los mismos grupos que han administrado la desigualdad durante décadas. Requiere una ruptura programática profunda, un viraje que deje de maquillar el modelo y se atreva a tocar sus cimientos. Porque un liderazgo que no se sustenta en un proyecto emancipador, termina siempre al servicio de las mismas manos que controlan la riqueza, la información y la vida cotidiana de la ciudadanía.
Un país no se transforma repitiendo el libreto de los administradores del orden; se transforma desarmando los mecanismos que producen obediencia, precariedad y silencio. Para que Jara tenga cualquier posibilidad real, debe levantar sin titubeos un programa que defienda derechos sociales robustos, la recuperación de los recursos naturales para el bienestar colectivo, la nacionalización estratégica de lo que hoy está en manos de oligopolios, pensiones dignas que no dependan de la especulación financiera y salarios que reconozcan el valor social del trabajo. Nada menos que eso. Lo demás es humo para distraer, migajas para calmar, o tecnocracia para justificar lo injustificable.
Si no se atreve a confrontar la arquitectura del poder, la derrota no solo será catastrófica: será anunciada, escrita hace años por quienes convirtieron la política en gestión empresarial y la democracia en mercado de favores. No habrá sorpresa, no habrá excusas, no habrá culpables externos. Cuando un proyecto se niega a defender al pueblo, el pueblo simplemente deja de defender al proyecto.
Y que quede claro:
Los mea culpa no le corresponden al pueblo.
Las autocríticas no le corresponden al pueblo.
Son los partidos del oficialismo quienes deberán enfrentar el espejo de su propia renuncia, de sus pactos, de sus silencios, de su incapacidad de sostener un horizonte distinto al que dictan los grupos económicos. Son ellos quienes deberán asumir que las derrotas no se construyen en las urnas, sino en cada concesión que se hace a costa de la vida de la gente.
Están avisados.
¡Están avisados!











