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Plusvalías extraordinarias y sobreproducción

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Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

En la nota anterior (aquí) presenté la explicación de Marx de las crisis por sobreproducción. Se trata, sin embargo, de un enunciado muy general, que debemos desarrollar en un sentido más concreto. Esto es, hay que analizar cómo las leyes de la acumulación se imponen a los capitales como fuerzas coercitivas que no dominan. Con este fin, en esta nota presento una posible conexión entre la lucha por las plusvalías extraordinarias y el cambio tecnológico, por un lado, y el impulso a la sobreproducción.

Parto de la idea que expresa Marx en el capítulo 15 del tomo 3 de El Capital, referida a la acumulación y crisis: con el desarrollo de la producción capitalista aumenta la producción de plusvalía “hasta proporciones monstruosas”. Esto ocurre porque la producción no tiene otros límites que el número de obreros explotados y el grado de explotación a que son sometidos (véase pp. 312-3; edición Siglo XXI). Sin embargo, con ello solo se cumple el primer acto “del proceso capitalista de producción, el proceso directo de producción” (p. 313). El segundo acto es la venta, y si esta no ocurre, o solo ocurre parcialmente, “el obrero habrá sido explotado, ciertamente, pero su explotación no se realizará en cuanto tal para el capitalista” (ibid.).  De manera que la contradicción es entre la producción de plusvalía “hasta proporciones monstruosas”, y su realización. Veamos cómo puede ocurrir en relación a la generación, y desaparición, de plusvalías extraordinarias.

Como se recordará –he tratado esta cuestión en muchas notas – la búsqueda de plusvalías extraordinarias ocurre mayormente por medio de cambios tecnológicos. Por caso, supongamos 10 empresas que producen la mercancía X con una tecnología similar, y cada una satisface el 10% de la demanda. Luego una empresa duplica la productividad, y obtiene una plusvalía extraordinaria, dada la diferencia entre el tiempo de trabajo socialmente necesario, y su tiempo de trabajo individual para producir X. Podemos suponer también que inicia una guerra de precios –o sea, vende a un precio algo por debajo al que corresponde al TTSN, pero por encima de su “valor individual”- para ganar mercados. Si vende su producción duplicada, la oferta de X en su conjunto aumentó 10%.

La guerra de precios de la innovadora obliga entonces al resto de los productores a adoptar la nueva tecnología. Es de destacar que este cambio tecnológico no deriva: a) de un aumento de la demanda (como ocurre con el principio de aceleración); b) de una baja de la tasa de interés (como supone el modelo IS-LM, o la corriente austriaca); c) ni obedece a algún “shock” de optimismo empresarial (como podría ocurrir en un esquema keynesiano). Obedece a razones de pura supervivencia. Más aún, las empresas pueden advertir que con la generalización de la nueva tecnología no habrá lugar para todas en el mercado. En el caso que examinamos, por ejemplo, si todas introducen la nueva tecnología, la oferta aumentará un 100% con respecto a la situación previa al inicio de la innovación. Lo cual puede empujar a una caída abrupta del precio, aumento de la capacidad ociosa y reducción de las ganancias (y la tasa de ganancia).

Más en general, el cambio tecnológico actúa en direcciones contrapuestas. Por un lado, las plusvalías extraordinarias contrarrestan la caída de la tasa de ganancia (un fenómeno señalado por Marx, pero que pasan por alto muchos marxistas). Por otra parte, al generalizarse el cambio tecnológico, desaparece la plusvalía extraordinaria y, según Marx, tiende a aumentar la composición orgánica del capital; lo cual deprime la tasa de ganancia. Sin embargo, y por otra parte, el aumento de productividad abarata relativamente el capital constante y aumenta la plusvalía relativa. Pero además, junto a estas fuerzas contrapuestas, la sobreproducción puede llevar a caídas del precio por debajo del precio de producción (o del precio que expresa el valor); acompañada de abundante capacidad ociosa y reducción del trabajo vivo (lo cual puede leerse como un aumento de la composición orgánica del capital). La tasa de ganancia se hunde.

Destaco también que la sobreproducción no se produce porque falte “información de mercado”, como podría conjeturar algún seguidor de Hayek o Mises. Es que las empresas que están constreñidas a introducir el cambio tecnológico pueden tener información suficiente –presión bajista de precios – como para vislumbrar que se marcha hacia un escenario de sobreproducción, sin poder pararlo.

Otros elementos que entran en el análisis concreto

En primer lugar, la sobreproducción y sobreinversión como resultado de la búsqueda de plusvalías extraordinarias suele ser más frecuente en las industrias que son motores del crecimiento en la fase expansiva del ciclo. Ocurrió en los años que precedieron a crisis importantes, entre ellas la de 1873, 1930 y los 2000 en EEUU (desarrollaremos esto en próximas entradas). Por eso también la caída de estas actividades de punta suele arrastrar al resto de las ramas a la recesión.

En segundo lugar, el sistema financiero puede amplificar el movimiento alcista, ya que cuando hay ganancias extraordinarias y la acumulación se desenvuelve con fluidez, el interés se mantiene bajo y el crédito apalanca la acumulación. También puede empujar al alza la valorización de activos financieros, que es la base del apalancamiento. Inversamente, cuando sobreviene la sobreproducción, el crédito y el desapalancamiento profundizan el derrumbe de precios – ahora hay que vender como sea para cubrir deudas o reponer márgenes. Además, dado que el crédito conecta a todas las ramas y capitales, es un factor de propagación de la crisis. Por eso también el observador superficial dirá que la crisis es provocada “por los parásitos de las finanzas”.

En tercer término, las dificultades de las ventas pueden llevar al aumento del gasto improductivo – propaganda, trabajadores dedicados a la venta – lo que profundiza la caída de las ganancias, y de la tasa de ganancia.

En cuarto lugar, el cambio tecnológico que reduce los costos del proceso productivo puede articularse con el que da lugar a productos nuevos, o de mejor calidad. Este tipo de cambios puede ser una causa de aumento de la composición del capital, e introducir fuertes presiones competitivas (se compite por precios y por calidad del producto). Una cuestión que he tratado parcialmente cuando discutí el teorema Okishio y la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia (aquí).

Por último, esta dinámica de crisis asociada a la agudización de la competencia –cambio tecnológico, aumento de la producción,  sobre inversión, cambios bruscos en la tasa de ganancia, hundimiento de precios – es inherente al carácter anárquico de la producción capitalista. En palabras de Engels, en el Anti-Dühring:

“…toda sociedad basada en la producción de mercancías tiene la peculiaridad de que en ella los productores pierden el dominio de sus propias relaciones sociales. Cada cual produce para sí con los medios de producción que casualmente tiene, y para sus necesidades individuales de intercambio. Ninguno de ellos sabe que cantidad de su artículo llegará al mercado, cuánta se necesita y usa realmente; nadie sabe si su propio producto va a encontrar una necesidad real, si va a poder cubrir gastos, y ni siquiera si se va a poder vender. Reina la anarquía de la producción social. Pero la producción de mercancías, como cualquier otra forma de producción, tiene sus leyes características, inherentes, inseparables de ella, y esas leyes se imponen a pesar de la anarquía, en la anarquía y a través de la anarquía (p. 366, edición Fundación Federico Engels, 2014; énfasis añadido).

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