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PERU – TAREA DE TITANES

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Por Gustavo Espinoza M.

El 7 de junio el país entero recordó el Día de la Bandera, en homenaje a los héroes de Arica. También se le suele llamar “El Día de la Respuesta” por cuanto ellos, liderados por Francisco Bolognesi, respondieron ante el ultimátum que les planteara el enemigo, con una frase que quedó en la historia: “Tenemos deberes sagrados que cumplir, y los cumpliremos hasta quemar el último cartucho”.

Esta fecha no tiene, necesariamente una connotación castrense.  No es, propiamente, un Día Militar. Los “deberes sagrados” a los que se refiriera el valeroso jefe peruano, no corresponden solamente a los uniformados. Quizá por eso, Juan Velasco se empeñó en darle a esta fecha un sentido nacional y más bien popular.  Era esa la respuesta de los peruanos ante la adversidad.

Por razones insuficientemente pr3ecisadaas, lo real es que en Lima la celebración de la fecha se ha tornado un ritual. Decenas, y aún centenares, de militares, marinos, aviadores y aun policías, se dan cita en una ceremonia formal que se ha denominado “la Jura de la Bandera”. Obviamente, el gran ausente de este evento, es el pueblo.

En el interior del país, no ocurre lo mismo. Allí, sobre todo en la zona andina y en el sur peruano, la festividad se ha convertido en una fiesta de todos.  y en un país, agobiado por la crisis, y transido por el dolor que generara la muerte, la fecha se ha convertido en una especie de Duelo Nacional.

Por eso puede afirmarse que este 7 de junio, ha tenido un carácter especial.  En algunas localidades se han izado banderas peruanas de distinto color: blanco y negro.

 El blanco, representa la pureza de la lucha popular; y el negro, el profundo dolor que embarga a los peruanos por los casi 70 asesinados entre diciembre y febrero de este año.  Ha habido quienes han pretendido satanizar esa expresión. 

Han asegurado que ella constituyó algo así como el rechazo al Perú y a su símbolo.  No es verdad.  No siempre los héroes llevan uniforme.  Como en décadas pasadas, no fueron héroes los que combatieron en El Frontón y el penal de San Pedro, en 1986; ni los que mataron campesinos en la serranía.  Tampoco los que consumaron alevosos crímenes, como en Accomarca, Cayara, Los Molinos y otros. 

Héroes fueron Bolognesi, Grau, Alfonso Ugarte y muchos otros.  Pues bien, en el Perú de hoy, no fueron héroes los que mataron a los pobladores en Ayacucho, Andahuaylas, Juliaca y en otras localidades.  Esos, fueron asesinos.  En el caso, los héroes vestían de civil.  Nadie como ellos, supo interpretar el mensaje de la Patria: “Tenemos deberes sagrados que cumplir…”.

Vivimos días particularmente aleccionadores.  Sin estudiar mucho, y sólo viendo la realidad, el pueblo peruano puede percibir la esencia de clase del régimen actual.  Acaba de imponer la mayoría parlamentaria la reelección permanente de los congresistas y la recreación de un Senado para que los actuales parlamentarios tengan una nueva posibilidad de perpetuarse en el poder.  Al hacerlo, han desestimado incluso la posibilidad de una consulta abierta -un referéndum– que con seguridad habría arrojado un resultado adverso a esa iniciativa, como antes ocurriera.

Según la encuesta de Datum, la señora Dina Boluarte ha caído en la estima ciudadana y apenas tiene el 5% de aceptación.  El congreso, algo más: el 6%.  Más de 9 de cada 10 peruanos, los repudian a ambos.  Pero para ellos, la vida sigue, como si nada hubiese ocurrido.  Al contrario, se precian de haber cumplido seis meses en el Poder y de haber “tranquilizado todo”.

“No hay manifestaciones en la calle”, dijo recientemente Alberto Otárola desde Europa.  No vio, sin duda a la abigarrada multitud que lo recibió con gritos hostiles en el aeropuerto de Barajas, en Madrid; ni a los que se concentraron en Paris, para protestar ante su presencia.  Para el, ellos no existen.  Acostumbrado a cerrar los ojos ante la realidad, no vio tampoco los muertos del pasado reciente.  Dina, en cambio, que sí los vio, repite como un sonsonete: “Pedro Castillo es el culpable de estas muertes”.

En días pasados la precaria inquilina de palacio, respondió formalmente la entrevista que desarrollara con ella la Fiscal de la Nación.  Fue un Té de Tías. Hablaron del tiempo, de la lluvia, de los acontecimientos que pasan por sus ojos, pero no por su cerebro y aludieron a los caídos como exponentes del terrorismo y la violencia.  Allá ellas.

Para que la cita se produjera, fue preciso que más de 300 policías acordonaran el edificio de la Fiscalía.  No querían que volara una mosca.  Pero las “medidas de seguridad” no pudieron acallar las voces. Y no hubo una sola voz de saludo a la señora Boluarte.  Todas repitieron lo mismo. Y todas también cantaron aquella canción de los niños de Azángaro, tan popular en nuestro tiempo.

Ciertamente que los peruanos tenemos “sagrados deberes que cumplir”.  Con uniforme o sin él, deberemos enfrentar la tarea.  Entre los retos más apremiantes, está el acabar con el régimen que hoy agobia a los peruanos. 

Y sentar a los culpables de los crímenes, en el banquillo de los acusados. 

Será ese el primer paso para la recuperación de un Poder que le fuera arrebatado a las mayorías nacionales.  Y abrirá también el camino para construir un nuevo Perú, aquel con el que soñara el hombre del que se recuerda este 14 de junio el 129 aniversario de su nacimiento.  Pero esta es, por cierto, tarea de titanes

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