LOS ESTREMECIDOS PRIMEROS DÍAS DEL NUEVO GOBIERNO PERUANO
13 agosto, 2021
En medio de la continuada tragedia pandémica, con decenas de muertos diarios, más de 200 mil fallecidos, 2,2 millones de contagiados por covid-19 desde marzo de 2020, con solo el 20 por ciento de la población objetivo vacunada, Perú se prepara para la tercera ola con una nueva cepa matadora. Según el Ministerio de Salud, esta tercera ola podría provocar el fallecimiento de 52.500 personas y el contagio de más de 2,4 millones. El país sufre, además, una profunda recesión económica, con devaluación de la moneda e inflación en alza, que ha lanzado al desempleo a 2,3 millones de trabajadores que se sumaron a los desocupados que ya existían. La catástrofe ha postrado en la pobreza a 3 millones de personas, que se sumaron a los 9 millones de pobres que había en 2019. En esta grave situación sanitaria y económica, asumió la presidencia el maestro, agricultor, rondero y sindicalista provinciano Pedro Castillo Terrones, nacido hace 51 años en el poblado de Puña, provincia de Chota, de la región Cajamarca, en el norte andino del país.
LOS PRIMEROS PASOS DEL PROFE
Con ojotas, sombrero y 8,8 millones de votos, pero con pocos congresistas en un parlamento adverso, el profesor Castillo promete reivindicar las luchas de los agricultores y ronderos contra la minería extractivista en su región y en otras partes de Perú. Pero la mafia que gobernó durante los años noventa y cogobernó hasta hace poco, con Keiko Fujimori y los poderes fácticos a la cabeza, se resiste a ser derrotada. Ha intentado primero boicotear los resultados electorales, no ha reconocido luego al nuevo gobierno y petardea ahora las designaciones de ministros, viceministros y otros funcionarios, al tiempo que prepara a sus huestes para vacar al presidente a través de un Congreso de la República en el que la derecha tiene mayoría calificada.
Por ahora existe una gran confusión. En política exterior, el canciller Héctor Béjar ha dado por finalizada la participación peruana en el Grupo de Lima, planteándose este lunes 9 «a favor de toda acción dirigida a contribuir al diálogo necesario entre el gobierno de Venezuela y la oposición, con la finalidad de que se pueda llegar a un acuerdo para la convocatoria de elecciones libres, justas y democráticas», y saludando que se reactive este proceso en Ciudad de México con la mediación noruega. El nuevo encargado de la política exterior peruana señaló, además: «Condenamos los bloqueos, los embargos y las sanciones unilaterales que solo afectan a los pueblos y respaldamos de manera plena el libre y autónomo derecho de cada pueblo a mantener libremente y sin obstáculos el intercambio comercial y cultural con el resto de la comunidad global y latinoamericana». A buen entendedor, pocas palabras.
Béjar precisó también que Perú se reintegrará a la Unión de Naciones Suramericanas, cumplirá con la Carta Democrática Interamericana, con la agenda de El Cairo sobre derechos sexuales y reproductivos, así como con los 29 principios de Yogyakarta, referidos a derechos a la orientación sexual y la identidad de género, así como a la protección de los derechos de las personas lesbianas, gays, bisexuales y transexuales. Asimismo, apelará a fortalecer la Comunidad Andina de Naciones y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños.
LA GRITA REACCIONARIA Y DE LA OTRA
Como era de esperarse, a diez días de su juramentación del 28 de julio –bicentenario de lo que fue la primera independencia de Perú, que no lo fue tanto–, el presidente y su gabinete ministerial recibieron andanadas de cuestionamientos, insultos, acusaciones sin fundamento y gritos histéricos, con reducidas asonadas callejeras, cuando no con ruido de sables y motores en los cuarteles. Todo ello, por parte de lo que en Perú conocemos como la DBA (derecha bruta y achorada), aliada con la DDD (derecha disque democrática), fieles representantes de la alianza entre el fujimorismo, el montesinismo y el fascismo mafioso, apoyados por los poderes fácticos y los medios monopólicos. Pero el gobierno también recibe en las redes sociales y los medios concentrados ataques, improperios y calumnias por parte del centro limeño liberal y de la izquierda limeña desplazada que, lamentablemente, coinciden en buena parte con las críticas de los de arriba y afuera.
Mientras tanto, Castillo, con su gabinete de todas las sangres, de un 70 por ciento de origen provinciano, da sus primeros pasos, como lo había prometido, en siete puntos: la continuación de la lucha contra la pandemia, con vacunaciones masivas; el sosegamiento de mercados e inversionistas para reactivar la economía; el llamado a un pronto retorno a la educación presencial; el aplacamiento de los conflictos sociales mediante el diálogo in situ con las comunidades; el encare a la delincuencia y a la criminalidad aliada a la corrupción pública; la exposición ante el mundo de una política exterior soberana, y, cómo no, la corrección de errores y nombramientos equivocados.
PROCESO POPULAR Y CUARTA REESTRUCTURACIÓN
El país está ingresando a la cuarta reestructuración del Estado y la institucionalidad social y política en 50 años: primero fue la reestructuración velasquista, reformista y soberana en 1968-1975; luego la neoliberal mafiosa del fujimontesinismo en 1992-2000; a ella siguió la neoliberal cutrera y mercantilista de Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala y la dupla Pedro Pablo Kuczynski y Martín Vizcarra, todos ellos suicidados, presos o procesados; la que comienza a sentar bases ahora, con un gobierno popular de izquierda, que promete un nuevo pacto social constitucional, la lucha contra la corrupción y una gobernabilidad económica orientada principalmente a los de abajo y de adentro, con una nueva política exterior nacional autónoma.
Los procesos populares son como el que vive hoy Perú: tumultuosos, creadores, disidentes, siempre incompletos, con muchas dudas, inconsistencias, cambios súbitos de liderazgos, esperanzas frustradas y también fundadas. He tenido la suerte y el honor de participar y observar tres procesos de este tipo: Nicaragua en 1979, dirigido por el Frente Sandinista de Liberación Nacional; Brasil en 2004, liderado por el Partido de los Trabajadores, con Lula da Silva, y Bolivia en 2006, orientado por el Movimiento al Socialismo y Evo Morales. Estos tres procesos fueron caóticos, abigarrados y contradictorios, y al inicio no se sabía cómo darle gobernabilidad al país. Los tres fueron un caos total en los primeros tres a seis meses de instalados, con marchas y contramarchas, indefiniciones y demoras. Es jodido luchar contra años de ideología neoliberal impuesta desde afuera y desde arriba, sin hegemonías claras y a contracorriente.
GABINETE DE «COLOR MODESTO»
En el nuevo gabinete de ministros, destaca la presencia del interior del país: cinco de sus integrantes son miembros de Perú Libre, partido provinciano que lidera Vladimir Cerrón, quien le dio cobijo a Castillo cuando este era candidato; cuatro pertenecen a Juntos por el Perú, configuración aliada que preside la excandidata de izquierda Verónica Mendoza; dos son del también aliado Frente Amplio, y siete son independientes. A estos se suman no menos de 350 técnicos políticos en cargos de la administración pública.
Como era de esperarse, el nuevo gobierno sufre los embates del fascismo fujimontesinista y sus aliados a nivel nacional e internacional. Pero también es blanco de corrosivas críticas en medios y redes sociales de la izquierda democrática arrepentida, e incluso de muchos socialistas y así llamados progres. Preocupan estos últimos, ya que se están fijando en los árboles y no en el bosque: el proceso popular en curso, su significado geopolítico y sus propuestas programáticas. Como afirma la escritora, poeta y periodista Gabriela Wiener en una columna titulada «Los que no ganaron las elecciones en Perú quieren gobernar», publicada por Eldiario.es: «Políticos lanzan tuits y envían comunicados para advertir al gobierno de que no van a sentarse con él a trabajar por el país hasta que ponga el gabinete de su gusto. Medios y sus operarios políticos anuncian con inocultable deseo que se viene la vacancia, la gran herramienta “constitucional” ideada por el fujimorismo para que gobiernen siempre ellos».
Con su nuevo gabinete, el presidente Castillo cumple con lo que expuso en la Pampa de la Quinua, en Ayacucho, el 29 de julio: «Somos herederos de una historia milenaria y también somos el país de todas las razas y todas las sangres. Frente a la memoria de los siglos y al recuerdo de la sangre americana que entregaron los héroes de la libertad, convoco a mi pueblo a luchar juntos, unidos como nación, para que no haya más sueños postergados».
No es ni será un camino de rosas. Lo que vemos hoy es una lucha de clases desatada por una clase oligárquica, racista, mafiosa, discriminadora, patriarcal y violenta, que no quiere que le arrebaten sus privilegios, contra una clase sublevada, con liderazgos en construcción, varias ideologías en pugna, líneas programáticas diferentes, muchas veces contrapropuestas, reivindicaciones justas postergadas por muchos años, segura de lo que no quiere, pero poco concreta en lo que sí quiere.
Muchas de las críticas que Castillo recibe hoy desde la izquierda parecen alucinantes… pero son comprensibles. A decir verdad, todas y todos en Lima estamos sorprendidos, «como niños a la intemperie en noche tormentosa», temerosos del tumulto que viene de abajo y adentro, de los cerros, las selvas y los mares. Pero nunca debe olvidarse aquello de Gramsci: «El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos». Como sostiene el antropólogo Rodrigo Montoya en un reciente ensayo aparecido en La Mula: «El miedo –viejo y nuevo de la clase política limeña conservadora y dueña de Perú– obligó a que todos sus segmentos se unieran, apelando a todas las armas, mostrando a boca en cuello y pecho descubierto todo su odio y sus racismos, dividiendo al país en peruanos demócratas, ellos y ellas, sus nosotros restringido, y no peruanos, terroristas, senderistas, enemigos de la democracia, precisamente los que tienen el color de la tierra, ellos y ellas que son parte de un nosotros mucho más grande y rico».
* Hugo Cabieses es economista licenciado en la Universidad del Pacífico, director secretario del Foro Peruano de Relaciones Internacionales, exasesor parlamentario (2016-2019) y exviceministro de Desarrollo Estratégico de los Recursos Naturales del Ministerio del Ambiente de Perú (2011).
Fuente: publicado en diario Brecha de Uruguay