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Perú – DE MAL, EN PEOR

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Escribe: Milciades Ruiz, Perú

Nuestro país, atraviesa una situación crítica. Por nuestra sensibilidad social, profesamos ideas políticas en favor de la población desprotegida. Esta vocación, nos hace preocupar por sus sufrimientos, y nos solidarizamos con sus aspiraciones de justicia social. Con mayor razón, si estamos en la zona de pobreza. Luchamos contra el sistema de dominación social que protege más, a quienes tienen más dinero. ¿Qué pasa ahora?

Ya es un hecho reconocido oficialmente, de que el conflicto de poderes mundiales, viene causando estragos recesivos en la economía nacional por nuestra dependencia de vivir solo de entregar materia prima. La sequía económica hace sangrar el lado más floreciente de nuestra sociedad: la juventud. Frente a esta situación estructural, solo se piensa atacar el producto final que arroja la fabricación delincuencial, interponiendo el terrorismo de estado.

Se presume que, con mayor represión, mayores efectivos policiales y militares, más fiscales, más jueces, más unidades motorizadas, más presupuesto, más locales administrativos, más armas, instrumentos legales, declaratorias de emergencia, etc., se puede eliminar lo que produce la fábrica política. Se actúa sobre las consecuencias y no, sobre las causas, dejando que la fábrica siga arrojando las mismas fallas.

Pero la situación está reventando también en otros sectores débiles que, ya piden aumento de sueldos, más empleo, eliminar la carestía inflacionaria, mayor presupuesto para los gobiernos locales, para las oficinas públicas, etc. Se piensa entonces que, otorgando limosna de bonos dinerarios y, más fondos a programas sociales asistencialistas, se arregla la crisis. Y cuando el déficit sea insostenible, se acudirá a los préstamos de organismos de sumisión financiera.

En esta situación, cada día el torniquete exprime más a los de abajo. Si a esto añadimos los estragos del cambio climático, entones la sobrecarga de la crisis será insoportable para los desprotegidos. Sobre todo, para los campesinos, cuyos ingresos dependen del clima. Los de arriba siguen disfrutando de su posición porque tienen margen de sobra. Los de abajo, no tienen margen y comerán menos

La prensa anuncia un “Niño” catastrófico, alarmando a la población y autoridades, como lo viene haciendo asustando con el “Niño costero” desde inicios de año, sin que se cumplan sus vaticinios. Exigen un gasto descomunal en obras preventivas, sin reparar en el daño al erario nacional, cuyos fondos se están agotando, en plena recesión. Hace recordar a Toledo, que hizo aprobar de necesidad nacional, la vía interoceánica, para embolsarse millones de dólares del soborno de Odebrecht.

La prevención oportuna es necesaria, pero sin intereses particulares. Sin embargo, la prensa nos lleva de las narices y nos pone la agenda, para enfocarnos en la prevención de supuestas lluvias torrenciales que, causarían inundaciones pasajeras en ciudades costeras, exigiendo gastos de fondos que nos harán falta para salvar a la gente de la serranía, que ya sufre los efectos de la falta de lluvias y esto, es mucho más grave.

Mientras nos enfocamos en el fenómeno de “El Niño”, que al parecer no será muy grave, estamos descuidando la prevención del fenómeno de la sequía que, ya empezó a padecer dramáticamente el agro nacional, en el centro y sur del país. Hay sequía en el altiplano y la prensa no ve los padecimientos del campesinado, a pesar de ser el sector social que cubre casi la totalidad del territorio nacional.

Nos acercamos al solsticio de verano que, ocurre el 21 de diciembre de cada año, porque nuestro planeta se inclina 23,5° respecto del plano de su órbita y expone al Perú, a una mayor calentura solar. Al inclinarse varían también, las corrientes marinas y los inmensos vientos planetarios, la temperatura ambiental, etc. El agua superficial de los océanos se desnivela y las ondas marinas cálidas se inclinan hacia nuestras costas. Este cambio de posiciones ocasiona la estación de verano y, el fenómeno de “El Niño”, llamado así por su cercanía a la Navidad.

Sucede todos los años. Es lo normal. Con la inclinación, la corriente marina cálida procedente de Guayaquil, se encuentra con la corriente fría de Humbolt, cargada de peces, procedente de Chile, a la altura de Piura y, la pone tibia. Entonces los peces retroceden a su hábitat y disminuye la pesca en el norte peruano. A esto, los pescadores norteños le llamaron “El Niño”.

Pero, el recalentamiento ambiental, y de las aguas superficiales marinas de nuestro litoral norteño puede dar lugar o no, a lluvias torrenciales según la magnitud de las condiciones atmosféricas. Entonces tendremos un fenómeno “Niño” débil, moderado o quizá fuerte. Eso está por verse. Los anuncios meteorológicos a noviembre señalan más calentura a Ecuador, pero hay que esperar el solsticio.

La experiencia nos dice que, por más catastrófico que sea el fenómeno de “El Niño”, siendo crucial en marzo, su duración es de pocos días, porque el 21 de este mes, entramos a la estación de otoño, al regresar de su inclinación nuestro planeta. En todo caso, la estación lluviosa es beneficiosa para la población mayoritaria. En particular, para la campesina, que tendrá abundante agua para la producción agropecuaria con la que surte a la población nacional e internacional.

Con la estación lluviosa, los reservorios estarán repletos y los acuíferos subterráneos estarán llenos para sacar agua, donde no hay. Pasado el desastre de pocos días, hasta las zonas desérticas y cerros, reverdecen y producen. Las exportaciones agropecuarias crecerán y los miles de empresas agroindustriales y agro exportadoras darán mucho empleo, trayendo divisas al Perú. Los ingresos estatales aumentarán y el crecimiento económico -PBI, solucionará muchos problemas, etc.

Todo lo contrario, sucede con la falta de lluvias. La sequía, genera desastre total de larga duración, con pérdidas económicas masivas y descapitalización campesina. La recuperación tarda años. El solo retraso de lluvias o, la simple merma, traerá grandes pérdidas para la economía rural, porque cada cultivo tiene un calendario impostergable. Si el agua llega fuera de oportunidad o, en cantidades insuficientes, se perderá lo invertido ya que, no hay marcha atrás en el tiempo climático.

He vivido ambos fenómenos y puedo dar fe de lo terrorífico que es la sequía. La falta de oxígeno es asfixiante, y los niños enferman por deshidratación, la gente respira un aire seco y el polvo penetra hasta los pulmones. Buscamos agua y no hay por ningún lado, el ganado padece estrés calórico hasta que muere de sed y hambre, ya que las pasturas se quedan sin agua. Las cosechas se pierden sin remedio alguno, el drama masivo es horizontal y, nadie se salva. Sin agua no hay oxígeno y sin oxígeno no hay vida.

Pero lo que intento resaltar en todo esto, es la injusticia social y la segregación política de la serranía. En la forma de gobierno tradicional, se privilegia la costa y, se posterga a la sierra y selva. Desde el 2017, se ha venido destinando miles de millones de soles a la costa norte con el programa “Reconstrucción con cambios” a raíz del “Niño Costero” y todo ha terminado en “reconstrucción de la corrupción”.

La Autoridad para la Reconstrucción con Cambios (ARCC), durante sus cerca de seis años de vigencia, ha gastado cerca de 11 millones de soles en consultorías, así como 2.5 millones de soles para la creación de correos electrónicos para la institución y 8 millones en la construcción de módulos educativos temporales para 11 colegios; sin embargo, sus principales funciones no han sido cumplidas a cabalidad.

Hoy se pide la misma política para la prevención de lluvias en la misma región norteña. Nada para la sierra y selva afectadas por la sequía. ¿Es esto justo? ¿Por qué sucede tanta injusticia? Pues, porque lo permitimos. ¿Cómo, no entender el resentimiento social del sur andino? Esta injusticia se acabará cuando la serranía conquiste el poder de gobernar, a nivel local, regional y nacional. Pero eso, no cae del cielo, ni llega por sí solo. Sin lucha nada se consigue. ¿O, sí? Ustedes qué dicen.

Noviembre 02- 2023

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