Hoy, ningún pensador marxista posterior a la época clásica es tan universalmente respetado en Occidente como Antonio Gramsci. Tampoco existe ningún término tan libre o diversamente invocado en la izquierda como el de hegemonía, acuñado por él. La reputación de Gramsci, aún local y marginal al principio de los años sesenta fuera de su Italia natal, se ha convertido, una década más tarde, en fama mundial. El homenaje debido a su empresa en la cárcel se rinde ahora por fin, plenamente, treinta años después de la primera publicación de sus cuadernos…La falta de conocimiento o la escasez de discusión han dejado de ser obstáculos a la difusión de su pensamiento. En principio, todos los socialistas revolucionarios, no sólo en Occidente –aunque especialmente en Occidente-, pueden en adelante beneficiarse del patrimonio de Gramsci. Pero, al mismo tiempo, la expansión de la fama de Gramsci no ha venido acompañada hasta ahora por una profundización correspondiente en la investigación de su obra. La misma extensión de las invocaciones que ahora se hacen a su autoridad, desde los sectores más contrapuestos de la izquierda, indican los límites del estudio o la comprensión atenta de sus ideas. El precio de una admiración tan ecuménica es necesariamente la ambigüedad: interpretaciones múltiples e incompatibles de los temas de los Cuadernos de la cárcel.
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