Por Gustavo Espinoza M. Perú
143 fallecidos y 187 heridos, fue el saldo que arrojó el horrendo atentado terrorista consumado en Moscú el pasado viernes 22 de marzo, y que dejara consternado al mundo.
Aunque aún no han terminado las investigaciones, ha sido posible arribar a algunas conclusiones preliminares. Se ha sabido quienes han sido los autores materiales de este alevoso asesinato masivo, y se han obtenido indicios referidos a la autoría mediata, el accionar de los que han movido los hilos detrás de lo ocurrido
En el contexto, el Presidente ruso Vladimir Putin dijo recientemente: «Sabemos quién cometió esta atrocidad contra Rusia y su gente. Lo que nos interesa es el patrocinador», para añadir luego: «Es importante responder a la pregunta de ¿por qué los terroristas, después de su crimen, intentaron irse a Ucrania? ¿Quién los esperaba allí? Aquellos que apoyan al régimen de Kiev no quieren ser cómplices del terror y partidarios del terrorismo, pero surgen muchas preguntas»
De este modo, el hombre del Kremlin puso sobre la mesa elementos de juicio orientados a deslindar responsabilidades inmediatas y mediatas, Y es que resulta indispensable analizar las cosas en el marco de los hechos que forman parte del escenario de nuestro tiempo. Veamos:
Recientemente se cumplieron dos años del inicio de la “Operación Militar Especial” organizada por el gobierno ruso, y destinada a liberar a los pueblos del oriente de Ucrania, que se encontraban sistemáticamente agredidos por las autoridades de Kiev, habida cuenta de su origen nacional.
Las poblaciones de la región -rusas en su inmensa mayoría- se hallaban sometidas a un régimen de oprobio sobre todo desde el 2014, cuando se impuso en Ucrania un gobierno Neo Nazi que vio en Rusia su “enemigo principal”.
En estos 24 meses ha tenido lugar en el territorio atribuido a Ucrania, un enfrentamiento armado con peculiares características. No ha sido Ucrania, la que ha “resistido” la embestida rusa; sino la Organización del Tratado del Atlántico Norte -la OTAN– con sus integrantes Estados Unidos y la Unión Europea; la que ha asumido el protagonismo en este conflicto aportando a él inmensas sumas de dinero, pero además armamento sofisticado.
De este modo, han cambiado las cosas: no se ha tratado de Rusia buscando recuperar a sus coetáneos ubicados geográficamente en Ucrania; sino de una “guerra caliente” entre la organización militar más poderosa del mundo, y la Federación Rusa.
Más allá del escenario, las potencias occidentales usaron también las presiones económicas y el bloqueo a Rusia en todos los niveles, desde el ámbito económico hasta el deportivo. Incluso la Cadenas de Noticias -RT- fue sacada de pantallas en países como el nuestro.
En otras palabras, el ataque fue total y estuvo orientado a quebrar a Rusia doblegando su capacidad operativa. 24 meses más tarde, occidente pudo darse cuenta que sus propósitos, habían fracasado.
No obstante que eso era evidente desde casi un inicio, las potencias imperialistas se negaban a admitirlo. Las Cámaras Legislativas, los Ejecutivos y las cúpulas castrenses de los países europeos y los Estados Unidos no sólo incubaban una victoria irreal, sino que, además, alentaban falsas ilusiones pretendiendo convencer al mundo de algo que ellos sabían era imposible. Sólo ahora, se han topado con la verdad. Han debido admitirla, aunque se han resistido a reconocerla.
La derrota del régimen de Kiev no se ha producido sólo por razones militares, ni por factores internos. También por las contradicciones casi insalvables que han surgido en el campo de sus aliados: Estados Unidos y la Unión Europea.
Ellas han salido a luz en el marco de las próximas elecciones en USA y en el contexto de la crisis de una Europa Occidental perjudicada por su aislamiento de Rusia, que le proveía de granos, energía y otros recursos.
Las pugnas entre Francia, Alemania e Italia, hoy lo evidencian, y la política sionista de Israel lo confirma a plenitud.
Por su parte, en Ucrania, el régimen de Zelenski asoma abatido y en derrota. Hoy, carece de mando, de hombres y de credibilidad. No tiene ejército, los ucranianos desertan en masa, los mandos militares muestran apatía y desgano, y los gobiernos del viejo continente ya no creen en la palabra de Kiev. En suma, afronta una derrota tangible.
A esa derrota, Occidente ha sumado otra: la victoria de Putin en los comicios presidenciales recientes. La esperaban, sin duda, pero no pensaron que fuera tan contundente. El 87.7% de los votos a favor del mandatario ruso, virtualmente les quitó el resuello, y los puso ante la disyuntiva: admitir, o rezongar. Optaron por lo último y lo hicieron a su manera: Apelando al terrorismo,
Es posible que hayan sido “islamistas radicales” los autores materiales del atentado en Moscú. Pero es difícil admitir que ellos, por si solos, contaran con recursos financieros, armas e inteligencia propia capaz de preparar, organizar y ejecutar una acción de esa naturaleza.
Y es más, brindar protección, y amparo a los autores materiales de la misma, garantizando su huida a través de una frontera segura y a un país que los acogiera con beneplácito. Ucrania y sus protectores, asoma en el contexto.
En el pasado, “Occidente” fue capaz de organizar el sabotaje del Nord Stream contra el gaseoducto ruso en aguas del Mar Báltico, afectando a Alemania, en septiembre del 2022. Descubierto el hecho, se atribuyó a la CIA. ¿Podrían estar los servicios secretos de los Estados Unidos, o el Mossad, detrás de este alevoso crimen masivo que concita dolor compartido? ¿Tendrá Zelenski alguna vela en ese entierro?