Uno, pero no el único, de los efectos de la actual crisis integral, profunda y de extensión inusual del modelo capitalista es el aumento del desempleo y la miseria de los países colonia y semicolonia del imperialismo. Desde decenios el capitalismo ha “exportado mano de obra barata” de acuerdo con las necesidades de las grandes compañías transnacionales y los capitales monopólicos; provocando que millones de trabajadores y trabajadoras deban salir de sus países de origen en busca de nuevas oportunidades laborales y el bienestar de sus familias en todo el mundo.
Chile, en la última década se ha convertido en el país con más migraciones del cono sur; en el 2015 la población extranjera constituía el 2,3% de la población en Chile, ascendiendo en el 2019 al 8% de la población. Si bien la pandemia del COVID-19 y las restricciones al ingreso del país por medidas sanitarias han disminuido en el último año los ingresos al país, no deja de ser uno de los destinos a los cuales se ven forzados a migrar miles de trabajadores y trabajadoras. Entre el 2018 y el 2020 se registraron 35.400 ingresos por pasos no habilitados haciendo de las migraciones un fenómeno social que aumenta la vulnerabilidad y precariedad de las familias, por ende, las y los trabajadores casi no cuentan con protección social ni seguridad de ningún tipo y en caso de conseguir un empleo son expuestas y expuestos a extensas jornadas laborales por bajos sueldos y en condiciones de extrema explotación, remuneración que deben repartirse para vivir en Chile y para enviar remesas al país de origen, en muchos casos único sustento económico de sus familias.
En el último año la migración, principalmente latinoamericana ha sido liderada por 5 nacionalidades: Perú registrando 473.361 ingresos, Bolivia con 296.711, Colombia con 66.495, Venezuela con 30.870 y Haití con 2.814 entradas al país. En cambio, por pasos no habilitados de enero de 2020 a enero del 2021 se registraron aproximadamente 21.119 entradas, las cuales son parte del tráfico de personas, trata, explotación sexual, entre otras muchas vulneraciones.
Por otro lado son las mujeres migrantes quienes presentan mayores dificultades, como por ejemplo las barreras idiomáticas y culturales como el caso de las comunidades haitianas para incorporarse a empleos formales, el acceso principalmente a empleos precarios y mal pagados como el caso de las asesoras de casa particular peruanas, la informalidad y el peligro del comercio ambulante que enfrentan las mujeres ecuatorianas, y desde luego el comercio sexual, la trata de personas, las barreras de acceso a la salud de calidad, la falta de oportunidades de formación y capacitación entre otras son parte de los obstáculos que miles de mujeres migrantes deben afrontar.
En el ámbito laboral, durante la actual crisis del capitalismo monopólico y la pandemia, la tasa de desocupación de la población migrante aumentó en un 9%, y la ocupación informal aumentó en un 14% de octubre a diciembre del 2020. Por otro lado, la población migrante ocupa el 72% de ocupados, mientras que los y las chilenas ocupan el 50% de ocupación. En cuanto a la ocupación por género, los hombres forman el 82% de ocupados en el país, mientras que las mujeres migrantes sólo alcanzan el 62%, mostrando la brecha de género, propia del patriarcado.
Estas cifras demuestran que a pesar de que mediáticamente se combate con un chovinismo extremo la migración; utilizando los medios de comunicación de masas de los grandes conglomerados económicos, en el plano laboral la patronal no escatima esfuerzos en reclutar a las y los trabajadores migrantes para, con sueldos de miseria acrecentar sus ganancias a costa de la precarización y la sobreexplotación de las y los trabajadores de otras nacionalidades generando mayor plusvalía a través de los menores costos de producción y reproducción de la mano de obra.
De acuerdo con los sectores económicos las y los migrantes ocupaban en 2019 el 23% de ocupación en el comercio, 13% en industrias manufactureras, 10% en construcción y actividades de alojamiento, 8% en actividades de hogares[1], qué son los sectores más golpeados por la crisis económica y sanitaria producto de la profunda recesión y los confinamientos, lo que las y los instala en puestos de empleos altamente inestables y de baja remuneración.
El doble estándar en relación con el tema migratorio por parte de la burguesía monopólica es evidente. Por un lado, instalar el tema en la seguridad nacional, es decir, en el Ministerio del Interior y en las policías, vieja doctrina de control social y político por parte de los estados naciones, criminalizando la migración y aplicando la política de deportación y odio hacia los y las extranjeras y por otro lado, conseguir a través de la migración mano de obra para aumentar el ejército de cesantes y así regular el mercado de las remuneraciones a la baja, empleando a bajo costo y conteniendo el posible aumento de los salarios, todas estas consecuencias (sociales, políticas y económicas) son parte de la táctica de dominación y explotación imperialista disfrazada de “fenómeno migratorio” por el bloque en el poder de los países oprimidos.
Por último, la patronal en su lucha ideológica con la clase trabajadora ha propiciado el nacionalismo y la rivalidad entre las y los trabajadores chilenos con quienes viven en condiciones de migración, buscando fomentar la discriminación y fragmentar a la clase. Se alimenta la idea de culpar a las y los migrantes por la falta de empleo, argumentando que trabajan por menos, por ende, dejan de lado a las y los trabajadores chilenos. Esta concepción promueve concepciones nefastas como el racismo, xenofobia, misoginia entre otros antivalores funcionales para el capitalismo, haciéndonos creer que existen categorías más o menos merecedoras dentro de la misma clase trabajadora, de esta manera la responsabilidad de la crisis actual se traslada a las y los trabajadores negando absolutamente la responsabilidad del empresariado monopólico y sus constantes abusos. Ésta dinámica, además tiene implicancias directas en las pocas herramientas de lucha que tiene la clase trabajadora, principalmente boicotea iniciativas organizativas, rechazo a la idea de sindicalizarse o al menos considerar acciones en conjunto para protestar por las evidentes condiciones precarias de trabajo y salario, generando grandes problemas al interior de la organización sindical.
Las y los clasistas tenemos muchas tareas que emprender respecto de la acogida de las y los trabajadores migrantes y sus familias. Como proletarios e internacionalistas debemos apoyar de forma solidaria a cada compañero y compañera migrante, integrar sus demandas en los pliegos de los sindicatos y demás organizaciones de base, incorporarlos a las peleas por vivienda y barrios dignos y en la totalidad de las demandas del pliego de la clase trabajadora, y de forma conjunta luchar por acabar con el actual sistema de explotación y opresión capitalista.
Ariel Orellana
Trabajador Social, Magíster en Gobierno y Gestión Local, diplomado en Derecho de Familia; Desarrollo y Pobreza; Gobierno y Gestión Pública; Elaboración y Evaluación de Proyectos Sociales.
Miembro de la Asociación Intersindical de Trabajadores y Trabajadoras Clasistas, AIT
Parte del Sindicato de Técnicos y Profesionales SITECPRO