Inicio Historia y Teoria Memoria/1968 – Un «momento global», el compromiso de una generación militante

Memoria/1968 – Un «momento global», el compromiso de una generación militante

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Pierre Rousset

 

Europe Solidaire Sans Frontières, 6-5-2018

http://www.europe-solidaire.org/

Traducción de Viento Sur

http://www.vientosur.info/

¿Cómo recuperar lo fue la década 1965-1975, sus retos, su impacto, nuestro compromiso, nuestro universo militante… en Francia y en el mundo? Sin duda, mediante del análisis, si bien salpicado por las vivencias del período que lo hacen más personal. El ejercicio es delicado, con un ir y venir constante desde las consideraciones personales a la transmisión de una historia política, a veces, muy particular (la de mi corriente política [el trotskismo]) y sus implicaciones individuales y cotidianas. Por ello echo mano de mis recuerdos, si bien desconfío bastante de la memoria y en particular de la mía, llena de lagunas. Así pues, trato de confrontar los recuerdos (o archivos) que podrían llevarme a corregir o matizar algunas de mis opiniones.

¿Cuándo y dónde comenzó Mayo 68?: en los años previos, en muchos sitios y en ámbitos muy variados. Asistíamos a un momento global, tanto a nivel mundial como en Francia. El año 1968 se convirtió en un símbolo: en Vietnam, con la ofensiva del Tet, en EE UU con la ejemplar lucha de los basureros de Memphis en defensa de sus derechos civiles y de la dignidad, en Columbia, con la ocupación de la universidad, dando aliento a las manifestaciones contra la guerra [en Vietnam]; con la radicalización estudiantil en Varsovia y la Primavera de Praga; en Túnez con la revuelta contra el régimen de Habib Bourguiba; en Senegal con la movilización juvenil reivindicando derechos democráticos y la descolonización del sistema educativo; con la radicalidad ciudadana, estudiantil y campesina enfrentada a la construcción del aeropuerto internacional de Narita en Japón; con las barricadas y la huelga general en Francia; con la inmensa movilización en Pakistán; con el combate de los estudiantes Mejicanos reivindicando libertades…

Evidentemente, el año de referencia de ese momento contestatario varía según el país: 1967 para Martinica; 1970 en Filipinas, antes y después en Italia… De hecho, la lista de las luchas más importantes de los años 68 no tiene fin… Aunque no siempre se reconozcan entre ellas y estén enraizadas en realidades nacionales muy diferentes, todas responden al ambiente radical de la época: incluso quienes no eran socialistas se reclamaban como tales. Vietnam es el epicentro de un pulso mundial que enfrenta tanto las dinámicas revolucionarias con la contrarrevolución, como al Oeste con el Este (dos campos de confrontación que se interfieren pero no se superponen)

La escalada militar estadounidense en Indochina no tenía precedentes. La cantidad de medios movilizados tampoco. Por ello, Vietnam constituyó el punto neurálgico del momento global que vivimos en el mundo  1/.

También en Francia

En Francia vivimos nuestro momento global. El régimen [V República] era fruto de un golpe de Estado [De Gaulle en 1958]. El partido gaullista utilizó para el trabajo sucio al SAC [Servicio de Acción Cívica –policía paralela- creado por De Gaulle en 1960]. Los revanchistas de la guerra de Argelia arremetían contra los inmigrantes. La patronal impuso un sistema dictatorial en las empresas sin conceder ninguna reivindicación a las y los trabajadores. La juventud tuvo que hacer frente a una moral conservadora preñada de catolicismo. La ampliación del acceso a la universidad de las clases populares es aún tímida, pero el medio estudiantil se transforma rápidamente. Estábamos ante una sociedad represiva y autoritaria. Aunque no fuera más que para poder respirar, era necesario hacer saltar todos esas cadenas. Una necesidad compartida por muchos que, por encima de las particularidades de cada sector, se expresaba en el «todos juntos» de Mayo.

Sin duda, la gestación del Mayo francés tuvo un contenido moral y un contenido social. Ahora mismo, el contenido social está bien documentado: resistencias campesinas a la agro-industria; crecimiento espectacular de la gente asalariada en las empresas a partir de los años 50 (75% de la población), en la que el proletariado industrial ocupa un lugar importante (50%), con una patronal que sigue cerril. De sopetón, la juventud rural se ve sometida a la disciplina y a los ritmos de trabajo en la empresa. Los decretos sobre la Seguridad Social constituyen un nuevo ataque en un momento en el que empieza a despuntar el paro de forma significativa. Es cierto que las primeras confrontaciones con las fuerzas represivas, las primeras barricadas son obra de la juventud, pero de la juventud obrera.

El contenido moral, sin embargo, apenas se menciona. El ejército francés no solo protagonizó sucias guerras coloniales (Vietnam y Argelia), sino que torturó de forma brutal durante la batalla de Argel. Este recurso sistemático a la tortura constituía la forma de gobernar mediante el terror. En aquellos momentos al Estado Mayor francés se le conocía por su experiencia en el tema, y transmitió sus conocimientos a América Latina y a Estados Unidos. Para mi generación militante, la ruptura moral con los partidos del gobierno, tanto de derechas como de izquierdas, que consintieron o dieron alas a esa política asesina, fue radical. Por lo que respecta al ejército, no fue depurado. A lo largo de décadas reforzó no pocos regímenes dictatoriales en África, llegado incluso a proteger a responsables del genocidio de los Tutsi en Ruanda (1994).

Una generación militante

A vueltas con Mayo. Hay un antes, un durante y un después. Cada uno desempeñó un papel específico en la formación de nuestra generación militante.

Antes. El desfase de unos pocos años y de experiencia marcan la diferencia. La resistencia a la guerra de Argelia sirvió de matriz a las alianzas que se fueron conformando: gente autonomizada el PCF, cristianos de izquierda, algunas corrientes trotskistas o tercermundistas… En lo que me incumbe, mi compromiso político empezó en 1965, sin la experiencia de quienes mes precedieron; pero Mayo lo preparamos juntos. La nueva extrema izquierda seguía con atención la reanudación de importantes luchas obreras, si bien fueron muy escasas las corrientes que pensaban que en aquel contexto el movimiento estudiantil podía hacer estallar la chispa. La Juventud Comunista Revolucionaria (JCR), en la que militaba, fue una de ellas. Durante meses lo intentamos, aunque sin éxito. Y finalmente, cuando menos la esperábamos, la chispa estalló: el 3 de mayo, cuando nos preparábamos de prisa y corriendo para los exámenes parciales… No previmos ni la radicalidad de la dinámica espontánea de Mayo, ni mucho menos la amplitud de la huelga general; pero, con otros, estábamos en tensión ante [la posibilidad de] un acontecimiento como ese, lo que explica que tomáramos parte en él desde que emergió. No tuvimos que sumarnos, como les ocurrió a la mayoría de las corrientes maoístas (por no hablar de los Lambertistas que estaban en contra …).

Durante y las mil formas de vivir Mayo. Los actores de la extrema izquierda no podían escapar a la palpitante cuestión del ¿qué hacemos mañana? La movilización era muy espontánea y las iniciativas que se impulsasen podían pesar tanto positiva como negativamente en el desarrollo del combate. ¡No podíamos contentarnos con saborear el la dulzura del momento, de los intercambios, de los debates! Estábamos inmersos en el acontecimiento y al mismo tiempo teníamos una visión global para analizar el momento y sus posibilidades. Lo que amargaba un poco el placer, pero ¡que inmenso aprendizaje de un pensamiento político concreto! Vivir semejante experiencia en la fase inicial del compromiso militante constituye una oportunidad muy rara.

Después. No fue solo el lento reflujo de las huelgas y las elecciones de junio. La represión provocó varios muertos en las empresas mas punteras. Las organizaciones de extrema izquierda fueron disueltas, la policía cuadriculó el Barrio Latino, se prohibieron las manifestaciones callejeras en Paris, el ministro del Interior, Marcellín, terminó paranoico…

En Alemania, el dirigente estudiantil Rudi Dutschke, tras una campaña histérica de la prensa conservadora, fue víctima de un intento de asesinato del que sobrevivió, aunque murió en 1979 a consecuencia de las secuelas. En México, diez días antes de los Juegos Olímpicos, los estudiantes fueron masacrados en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco (¿200, 300… muertos?). En EE UU Martin Luther King y Robert Kennedy fueron asesinados uno después del otro. Los tanques soviéticos invadieron Checoslovaquia. En China, Mao ordenó al ejército acabar con todas las protestas. No olvidemos que antes, el 21 de abril de 1967, el ejército tomó el poder en Grecia instaurando la Dictadura de los Coroneles.

De los años posteriores a Mayo, la memoria colectiva ha retenido la extraordinaria ebullición ideológica, la segunda ola feminista, la creación del movimiento en defensa de los derechos de los homosexuales, el auge de la ecología política, el nuevo sindicalismo, la implicación de los trabajadores inmigrantes en la acción reivindicativa  2/, el antimilitarismo, [la movilización exitosa de] Larzac, el nacimiento de la Confederación Campesina… Se puso en cuestión la sociedad capitalista en todos sus aspectos, desde su sistema carcelario hasta la psiquiatría, desde el sentido de la producción hasta el papel de la escuela: a veces con teorizaciones sin mucho fundamento e incluso realmente peligrosas. La izquierda radical empezó a abordar cuestiones nuevas, como, por ejemplo, el psicoanálisis, etc.

Sin embargo, era la otra cara de la medalla, organizaciones como la mía vivían estresadas. Nos reconstituimos y sufrimos una segunda disolución. Corríamos el riesgo de terminar en la cárcel (lo que me ocurrió en tres ocasiones). Los responsables conocidos [de la organización] tenían prohibida la entrada en muchos países, lo que nos obligaba a pasar las fronteras clandestinamente. Nuestros camaradas del otro lado de los Pirineos estaban bajo la bota de la dictadura franquista, los que nos obligaba a garantizar su seguridad en nuestros encuentros. Muchas actividades nos exigían un cierto grado de clandestinidad. Pusimos en pie la creación de comité de soldados en el Ejército (en aquellos momentos el servicio militar aún era obligatorio)  3/. Había redes militantes de ayuda a los soldados estadounidenses que desertaban de las bases alemanas para que pudieran llegar a Canadá…

Por último, el futuro inmediato no estaba nada claro: ¿hasta dónde llegaría la escalada represiva del Estado?

El problema de la violencia

Para algunos analistas, la opción a favor de la violencia para organizaciones como la mía habría llegado a partir del análisis general sobre la naturaleza profundamente violenta de la sociedad y del Estado capitalista. Nuestra opinión sobre el orden dominante era esa y actualmente lo sigue siendo al igual que entonces. Pero nunca hemos deducido nuestra orientación política o nuestra táctica de premisas tan abstractas. Prueba de ello: durante décadas nuestra actividad militante ha sido totalmente no-violenta.

Nosotros no optamos por la violencia política. La violencia existía antes que nosotros. Para quienes me precedieron, fue la guerra de Argelia, un ejército faccioso, el SAC… Para mí, fueron los fascistas… Es cierto que el Front National no representaba aún nada en el campo electoral; pero en la práctica, las organizaciones fascistas (comenzando por Occident que en 1968 se convirtió en Ordre Nouveau) estaban muy activas.

Cuando llegué a la universidad en 1965, los enfrentamientos con los fascistas en el centro de Paris, en los restaurantes universitarios, en los mercados, al anochecer cuando pegábamos carteles… eran el pan de cada día. Había zonas rojas, zonas blancas y zonas en conflicto. Yo entré en la universidad de Assas para estudiar Ciencias económicas; una decisión un tanto rara, porque las matemáticas no eran mi fuerte. Allí me dediqué al sindicalismo en la ADEDSEP (Unef). Ahora bien, la Universidad de Assas era una zona de conflicto: la facultad de Derecho estaba hegemonizada por la extrema derecha, Ciencias económicas por la izquierda, lo que originó enfrentamientos permanentes en el atrio; enfrentamientos en los que terminábamos perdiendo. Como Occident me puso en su punto de mira tuve que dejar de ir a la universidad; aproximarme a ella era correr el riesgo de ser perseguido. Finalmente emigré al Instituto de Geografía y después a la Sorbona donde encontré a profesores con los que durante muchos años milité en el campo de la solidaridad con Vietnam.

Por muy sorprendente que pueda parecer en aquellos tiempos violentos, nosotros jugamos un papel básicamente moderador: antes, durante y después de Mayo. De entrada, porque quisimos evitar herir gravemente a nadie; después porque pensábamos políticamente: las iniciativas de nuestro servicio de orden que se salían de la rutina (no necesariamente violentas, por otra parte) tenían que estar bien justificadas (en cuanto a motivos y objetivos) en las reuniones preparatorias, y después se hacía un balance colectivo. Y, al final, porque durante los enfrentamientos poníamos el acento en lo colectivo, en la cohesión colectiva (cuando los fachosos se centraban más en el entrenamiento individual en artes marciales.

Teníamos que proteger nuestros locales las veinticuatro horas del día, los 365 días del año, para evitar que fueran atacados por la extrema derecha. A menudo, en los enfrentamientos callejeros con Occident nuestro armamento resultaba muy inferior al de nuestros contrincantes: por ejemplo, unos simples mangos de pico, cuando los fascistas disponían de puños de acero americano, nunchakus… y en ocasiones grandes barras de hierro (que en una ocasión me crearon problemas, una fractura de la bóveda craneal). Sofisticamos un poco nuestros medios de autodefensa con la idea de que «Vivir sin riesgo evita muchos problemas».

Por supuesto, durante los acontecimientos de Mayo se utilizaron con profusión los adoquines y los cócteles molotov. Aún así, nosotros –y otros actores de Mayo– no deseábamos una escalada de la violencia. Así, por ejemplo, durante una de las manifestaciones más grandes, nuestro servicio de orden protegió una armería que se encontraba en el trayecto de la manifestación (que, por supuesto, nadie se planteo tomarla por asalto).

A pesar de la gran dimensión de la confrontación no hubo ningún muerto antes del 24 de mayo. Este día, falleció una persona en Lyon, el comisario policía René Lacroix, a causa de la iniciativa de jóvenes manifestantes que lanzaron un camión sin conductor. El resto de muertes está más o menos directamente relacionada con la actividad de las fuerzas represivas. Ese mismo 24 de mayo también murió en Paris Philippe Matérion, a causa de una granada. El 10 de junio, el estudiante maoísta Gilles Tautin se ahogó en el rio Sena, al que se había arrojado para evitar una carga policial durante los enfrentamientos muy violentos que se dieron frente a la fábrica de la Renault en Flins. Al día siguiente, los obreros Pierre Beulot y Henri Blanchet murieron (el primero por bala de los CRS y el segundo al caerse de un muro) en la fábrica Peugeot de Sochaux. También en junio, en Arras, Marc Lanvin, fue asesinado por miembros de los Comités de Defensa de la República (CDR, gaullistas) cuando pegaba carteles del PCF.

La tensión estaba a flor de piel y los enfrentamientos violentos continuaron tras Mayo-Junio. Por ejemplo, frente a las factorías de Citroën custodiadas por verdaderas milicias patronales. Este período se cierra en dos tiempos. El 25 de febrero de 1972, Pierre Overney, militante maoísta despedido que distribuía propaganda a las puertas de la fábrica de Renault-Billancourt muere por la bala disparada por Jean Antoine Tramoni, miembro de la seguridad de la empresa. Se trata de un asesinato y Tramoni será condenado. El shock que produce es tremendo. La Gauche proletarienne (organización en la que militaba) decide disolverse. El 21 de junio de 1973, organizamos una manifestación de protesta contra el mitin de Ordre Nouveau [extrema derecha] en el centro de Paris, que la vivimos como una provocación en un momento en el que las gente inmigrante caía víctima de los grupos fascistas. Aquello derivó en una batalla campal contra la policía. Frente a la represión que se abatió sobre nosotros, logramos un gran apoyo político por parte de las fuerzas de izquierda, pero nos dimos cuenta (tardíamente) de que el período había cambiado y que continuar con ese tipo de enfrentamientos nos impediría consagrarnos plenamente a otras tareas más importantes.

A veces se comenta que tras Mayo-Junio nosotros optamos por la lucha armada. ¿Con qué armas? O, por la violencia, pero ¿qué violencia? En aquel momento pensábamos que se iba a dar una intensificación de la lucha de clases y que la respuesta del Estado sería cada vez más represiva. Y no nos equivocamos en esta última cuestión. Es cierto que tratamos de prepararnos para este potente incremento de la represión, pero –y esto es fundamental– no queríamos estar en el punto de partida de la escalada violenta. Si se dio, fue por decisión del gobierno que, por ejemplo, puso en pie una brigada de policía motorizada, los voltigeurs, para intervenir con rapidez contra las manifestaciones: mientras un policía conduce la moto, el que va sentado detrás golpea a diestro y siniestro con una porra larga. Una opción represiva irresponsable. En esas condiciones no es controlable la fuerza del porrazo. Fue así como el 6 de diciembre de 1986, durante las manifestaciones estudiantiles contra la ley Devaquet, fue asesinado Malik Oussekine cuando salía de un club de jazz. Y (¡por fin!) la brigada de voltigeurs fue disuelta.

Por nuestra parte, para hacer frente a toda esta lógica militarista, tomamos la decisión de organizar un servicio de orden abierto a los militantes y que tenía que ser elegido por las células del partido. Me parece que en los años 70 fuimos la primera organización de extrema izquierda en actuar de ese modo. Una vez más, apostamos por la cohesión colectiva y el control democrático. Y en una época en la que no estaba planteada ni la cuestión de la paridad ni de las cuotas para mujeres, sí nos planteamos feminizar nuestro servicio de orden. Interesante. En lo que me concierne, me involucré en las actividades de la Cuarta Internacional durante unos cuantos años y mi experiencia francesa se redujo considerablemente.

Nos costó mucho situarnos en el periodo posterior a Mayo. Sin embargo, lo importante es comprender por qué en Francia no se desarrollaron fenómenos análogos a los que se dieron en Italia (Brigadas Rojas) o en Alemania (Fracción Armada Roja). Una de las principales razones es que ninguno de los movimientos concernidos quería comprometerse en una guerra privada contra el Estado o, más en general, contra la sociedad burguesa (Acción Directa, se constituyó diez años después).

También evitamos las derivas sectarias a la japonesa, cuando dos de las organizaciones más grandes de la extrema izquierda comenzaron con una guerra fratricida (los uchigeba) matándose a base de golpes de picos de hielo; los Kakumaru (marxistas revolucionarios) y los Chukaku (Núcleo central) –nuestros camaradas de la sección japonesa de la Cuarta Internacional- rechazaron entrar en esa guerra y rompieron las relaciones con los grupos beligerantes (lo que no les liberó de ser atacados).

Las mujeres: actrices del 68

Resulta muy irritante leer o escuchar que en aquella época las mujeres no realizaron más que actividades de intendencia. Porque fueron militantes al cien por cien, incluso si su actividad no ha sido reconocida en su justo valor y si sus intervenciones no figuran entre las que se escuchan con la misma atención que la de los cuadros masculinos. Y, también hay que decir, que en cuestiones de intendencia hicieron mucho más que lo que les correspondía. Como en la sociedad, en cierto sentido, en aquel mundo tuvieron que asumir ¡la doble jornada de trabajo!

Este cliché se repite de Francia a Japón y es falso. A posteriori, contribuye a invisibilizar el compromiso real de las militantes y el trabajo que realizaron de forma precoz: ¿por qué buscar lo que no existe?

Sin embargo, ellas estaban en todos los ámbitos en lucha: en los comités universitarios y en los institutos, en las empresas, en los barrios, en los pueblos, en las coordinadoras…

Había algunas mujeres en las direcciones de las organizaciónes (entre ellas la nuestra), pero eran pocas: se trata de excepciones fruto de trayectorias particulares que confirman la regla. Ninguna formó parte de las figuras públicas de Mayo 68. Tampoco ninguna participóen las negociaciones de Grenelle entre sindicatos y gobierno.

Hoy en día no debe ser fácil darse cuenta lo lejos que llegamos en Francia, donde las mujeres estaban bajo la tutela de sus maridos. Mis recuerdos más remotos, me llevan a una época en la que ver a una mujer conduciendo un coche era raro y motivo de sarcasmo («Mujer al volante, peligro constante»). Hoy en día resulta banal que cuando una pareja va en coche sea la mujer quien conduzca, o que una mujer sea la responsable de un metro o un tren… ¿En qué punto estábamos nosotros en esa larga marcha [emancipatoria] en el 68, antes de que las mujeres ocuparan puestos importantes?

En mis lejanos recuerdos, una mujer al sentarse tenía que estar rígida, con las rodillas juntas y la falda llegándole a la pantorrilla (ni pensar en llevar pantalones). Sin embargo 1967 fue el año de la minifalda y de la píldora anticonceptiva, aunque seguía estando prohibido hacer propaganda a favor de la contracepción y los decretos para aplicar la ley Newirth [adoptada por la Asamblea Nacional francesa en 1967 y que permitía el uso de anticonceptivos. ndt] no se publicaron hasta 1972.

¿Por qué este potente ascenso de la visibilidad de las mujeres en la sociedad no se manifestó como una cosa natural en el levantamiento social del 68? ¿Por qué la herencia del compromiso femenino en muchos combates anteriores no nos preparó para ello? ¿Por qué fue necesario esperar para ello a la gestación del nuevo movimiento de liberación de las mujeres, la segunda ola feminista de los años 70, que además nos sacudió de arriba abajo?

Seguramente, en el ámbito organizado, los obstáculos a la visibilidad de las mujeres eran muchos: el peso el conservadurismo católico (CFDT) o estalinista (CGT) en el movimiento sindical; el virilismo combativo de la nueva extrema izquierda, los métodos de acción que se impusieron, el machismo ambiental, la falta de atención de los jóvenes a las desigualdades de género en el movimiento de liberación sexual, la ausencia de estructuras representativas elegidas por abajo que habrían permitido el reconocimiento de las militantes  4/…

Sin duda, el peso y la naturaleza del Partido Comunista francés jugaron un papel importante en este asunto, al igual que en otros. Se trataba de uno de los PC más estalinistas de Europa occidental y, al mismo tiempo, de uno de los más influyentes en el movimiento obrero. Un partido que si bien defendía los derechos sociales de las mujeres asalariadas, era ferozmente antifeminista. Las militantes que comenzaron a desarrollar un trabajo mujer en los sindicatos testimonian abundantemente del muro político-sindical al que se vieron confrontadas.

Como telón de fondo, en Francia, todo el paisaje institucional del régimen gaullista hizo más difícil que en otros países la unión entre las cuestiones societales y la política. El famoso tabú.

El internacionalismo

Una de las evidencias más sorprendentes que lanzan algunos comentaristas es que en aquel momento no había nada en común entre lo que pasaba en el Oeste y en lo países del Este o el Sur. Es una mirada retrospectiva, a la vez anacrónica e ideológicamente reaccionaria, de los años 68.

En el argot de la época, hablábamos de la convergencia de los tres sectores de la revolución mundial: la revolución proletaria en los países capitalistas desarrollados, la revolución permanente en el Tercer Mundo y la revolución política en el bloque soviético. No se trataba solo de un análisis teórico: reflejaba multitud de compromisos concretos.

La solidaridad internacional con la lucha de liberación vietnamita adoptó mil formas: desde el envío de botiquines de primeros auxilios hasta movilizaciones masivas. Aquella solidaridad internacional y el desarrollo del movimiento antiguerra en Estados Unidos fueron (y no solo en nuestra imaginación) factores de la victoria.

El ir y venir de militantes entre las dos orillas del Mediterráneo, entre Europa y América Latina, fue constante; así como la acogida de las y los militantes chilenos, argentinos, brasileños… perseguidos por sus dictaduras.

En lo que me respecta, partí al encuentro de los movimientos asiáticos en 1974 (tras la caída de la dictadura tailandesa). Y desde entonces no he dejado de ir.

En Francia existe una fuerte tradición de solidaridad internacional anti-imperialista, si bien le falta continuidad. Tras Mayo 68, los Comité Vietnam Nacional c(CVN) y los Comités Vietnam de Base (CVD) desaparecieron, porque la extrema izquierda tenía otras prioridades. Ante la prosecución de la escalda estadounidense fue necesario lanzar –a contracorriente- el Frente de Solidaridad Indochina (FSI).

En Yugoslavia, una corriente marxista autónoma publicaba la influyente revista Praxis, que organizó en Curzola [Korčula] una serie de conferencias abiertaa a la nueva izquierda internacional. Un verano participé en ellas y tenía una colección completa de la revista en mi biblioteca.

Se publicó en francés, así como en muchas otras lenguas: inglés, alemán, italiano, japonés…, la Carta abierta al Partido Obrero Polaco escrita en 1965 por Jacek Kuron y Karol Modzlevski (primero en la revista de la Cuarta Internacional y después por Ediciones Maspero). Se impulsaron iniciativas para exigir la liberación de sus autores cuando en 1968 fueron arrestados de nuevo.

El Socialisme emprisonné fue publicado en francés en 1980 por Editions La Brèche [vinculada a la LCR]. Su autor, Petr Uhl, checoslovaco, marxista antiestalinista, que posteriormente participó en la Carta 77 y en el Comité en Defensa de las personas injustamente encarceladas (VONS), pasó 8 años en la cárcel.

Compartíamos esperanzas comunes. Nos reconocíamos mutuamente.

El gran giro

A mediados de los años 70 la situación comenzó a cambiar en Europa: fin del régimen de los Coroneles en Grecia (1974); en Portugal la Revolución de los Claveles iba apagándose; en España la transición post-franquista estaba controlada y desembocó en la Constitución de 1978. Los plazos [de la revolución] de iban alejando y teníamos que aprender a militar a largo plazo. ¡Vaya cambio!

Aún no éramos conscientes de ello, pero nuestra generación comenzaba a vivir una severa derrota. Una derrota brutal infligida en Gran Bretaña por Margaret Tatcher. Una derrota blanda, pero no menos real, con Mitterrand en Francia. Las guerras chino-indonesias (iniciadas en 1979) y la alianza Washington-Pekín anunciaron un reflujo mundial al mismo tiempo que el sanginario régimen de los Khmer rojos en Camboya tuvo un enorme impacto desmoralizador a nivel internacional.

El orden neoliberal no es fruto de Mayo 68 como afirman algunos, sino el precio exorbitante de la derrota que le siguió. Para nosotros la realización de las libertades individuales estaba en sinergia con el desarrollo de los derechos y las libertades colectivas. El orden neoliberal hace mención a las libertades individuales para justificar la destrucción de los derechos colectivos. Se trata de una inversión del valor y no de su continuidad.

A pesar de ello, a lo largo de los años 90 aún se sentía la herencia de nuestra generación militante. Y jugó un papel directo en el nacimiento de los llamados nuevos movimientos sociales: en defensa del derecho a la vivienda, en la organizados de la gente en paro, en Union Syndical Solidaires… Muchos de los nuestros seguían comprometidos de múltiples formas. Entrábamos en un período histórico diferente y la espera de una nueva crisis fue tan larga que nuestras organizaciones políticas desaparecieron o se desvitalizaron. Ahora bien, al final seguro que ha sido más la gente que se ha mantenido fiel que la que ha cambiado de chaqueta.

¿Historia pasada?

En 50 años ha pasado mucha el agua bajo los puentes. Ya no existen las grandes concentraciones obreras, los bastiones de las huelgas generales de antaño. La globalización ha modificado mucho las cosas. A lo largo de los años 2000 se experimentaron nuevas modalidades para hacer converger de luchas. La reflexión sobre el sujeto revolucionario se ha enriquecido mucho. Se puede aprender mucho de multitud de (micro) iniciativas concretas. El ámbito territorial –incluso la huelga territorial– tiene, para mí, una nueva (o renovada) importancia estratégica.

Está claro, no se puede reproducir Mayo del 68.

Tampoco tenemos ninguna necesidad de despertar el virilismo y el machismo de entonces.

Ahora bien, algunos reducen los 68 a una historia pasada porque, a diferencia de hoy, los tiempos de entonces eran políticos (lo que es verdad). ¿La despolitización del mundo, no constituye una victoria del orden neoliberal? ¿En un momento en que la crisis social y ecológica es total, no es más necesario que antes cambiar el sistema? ¿Podemos hacer frente al sistema sin pensar en política (lo que no significa electoral o electoralismo), sin reflexión estratégica? Me temo que la denigración de la política no solo oculta una renuncia, sobre todo por parte de quienes en función de su estatus social se lo pueden permitir, o una desorientación debida a la derrota de nuestra generación.

Nuestro compromiso militante fue total y a menudo la generación política de los años 80 lo juzgó como anticuado. Sin embargo, en determinadas condiciones, este tipo de compromiso nos permitió aprender sin descanso, actuar siempre y de ser (un poco) útiles. Hablando francamente, en relación a la realidad social actual, determinada por el incremento de la precarización y la discriminación, la sucesión sin fin de crisis humanitarias, los obscurantismos de todo tipo, la dictadura del capital…, lo que me parece desfasado es el militantismo de los años 80

Puede que los 68 no sean tan anticuados como dicen.

Notas

1/  Pierre Rousset, El 68 comenzó en Vietnam: ofensiva del Tet, solidaridad, radicalidad. En http://www.vientosur.info/spip.php?article13445

2/  Daniel Gordon et Selim Nadi, ESSF (article 44286), Le Mai 68 des immigrés en France et ses suites – Une histoire qui mérite d’être connue: http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article44286

3/ Robert Pelletier, ESSF (article 32863), France 1974 – mobilisation antimilitariste au sein des casernes. Un témoignage : de l’Appel des Cent à la manifestation et au procès de Draguignan: http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article32863

4/  Josette Trat, ESSF (article 10209), Mai 68 est les mouvements femmes des années 1970 en France: http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article10209

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