por Adrià Casinos y Jean-Pierre Gasc
Hace ya más de cuarenta años, Dominique Lecourt (1974) se preguntaba sobre la oportunidad de abordar de nuevo la cuestión Lysenko. Justificaba la decisión de hacerlo a causa de que si bien durante un largo intervalo diversos estudios habían visto la luz, en gran parte podían entenderse como ataques al socialismo o al marxismo en general. Consideraba que aunque ciertos de esos estudios pudieran ser más o menos rigurosos, el último objetivo que se traslucía era la lucha ideológica, tratando de demostrar que el marxismo implicaba necesariamente dogmatismo, y que el materialismo histórico no era en absoluto una ciencia (para Lecourt, al menos en aquel momento histórico, lo era, sin lugar a dudas).