Por Equipo La Estaca
Mónica Echeverría, es una mujer de más de 90 años, escritora, actriz, profesora, resistente, esposa de Fernando Castillo Velasco de quién se cumple ahora sólo un año de su partida. Pero es principalmente una mujer que con lucidez y visión crítica ha vivido diversos períodos de la vida política y social de Chile, los triunfos y las derrotas, el exilio y el retorno, el rehacer con mucha dignidad y fuerza una vida, conocer y sentir muy de cerca como el triunfo de la dictadura no sólo fue militar, si no principalmente cultural, y es lo que ha cambiado al país desde sus cimientos. Por eso quisimos conversar con ella e indagar en sus recuerdos llenos de anécdotas que en cierto modo reflejan los cambios acaecidos.
La Estaca: Para comenzar nos gustaría volver a la historia pasada. Nosotros además de ser admiradores y lectores de tus libros, conocemos a Carmen a quién queremos mucho, y por supuesto somos seguidores del pensamiento de Miguel Enríquez. ¿Podrías decirnos cómo conociste a los miristas en esa época?
Mónica Echeverría: Son anécdotas. Cuando Andrés Pascal quiso casarse con mi hija, le dijo solemnemente a Fernando1: “yo quiero que usted sepa que yo soy mirista”, y Fernando le respondió: “qué es eso, de qué me hablas?…
O sea no le tomamos el peso de lo que iba a ser el MIR en la historia de Chile, para nosotros era un movimiento político más. Carmen y Andrés se casaron en el 1969 y esa fue la última reunión que se hizo en la que participaron desde la extrema derecha, los “extremistas” de los miristas, los “extremistas” de los comunistas y algunos anarquistas amigos míos del teatro y en la que todo el mundo tomaba vino y estaba feliz.
Después la situación se hizo más compleja. En el periodo del presidente Frei Montalva, en que se asaltaron bancos y los miristas fueron puestos como unos locos, pero unos locos que no causaban daño, no mataban a nadie, eran locos no más. Yo me recuerdo a Frei llamando a Fernando y diciéndole: “oiga dígale a su yerno que no sigan asaltando bancos, que no sean locos, hasta cuando…” Ese era un poco el ambiente…
L.E.: Tu conociste a Laurita Allende, hoy día se sabe poco de ella. Nosotros la recordamos con admiración ya que ella fue extraordinariamente solidaria con el movimiento revolucionario ¿Nos podrías contar un poco de ella?
M.E.: Ella era maravillosa… La Laurita fue reina de belleza, muy linda y sin ninguna instrucción política, no entendía mucho. Y se casó con ese súper “momio” que era su marido y no fue muy feliz con él.
Cuando Salvador Allende empieza a ser lo que fue, entonces ella inicia un proceso de politización. Era una admiradora sin límite de su hermano Salvador.
Así como ella no fue feliz en su matrimonio, Salvador le llenó ese vacío, de un hombre líder, un hombre que la hiciera crecer, y ahí se transformó.
Pasó muchas situaciones difíciles (yo le tengo cierta lástima y mucha admiración) y voy a explicar las distintas etapas por las cuales le tengo esa admiración: primero ella sale diputado y al trabajar en las poblaciones por primera vez se da cuenta de lo que es la verdadera pobreza, y ahí se comprometió totalmente, por fin encuentra algo por lo que vale la pena vivir.
Con una mirada más madura, se entregó por entero a su trabajo en las poblaciones. En la Cámara de Diputados se sentaba siempre al lado de Mario Palestro2 y ella lo eligió así, porque Palestro la iba instruyendo.
Después compartimos con la Laurita ya con cáncer, en pésimo estado.
Vino a vernos a Cambridge (Inglaterra) donde nosotros estábamos viviendo. Estaba muy mal y ya le habían dicho que le quedarían sólo unos meses de vida y que su cáncer era avanzado y eminente, entonces llega pedirme a mi, algo realmente inusitado… y yo quiero contárselos a ustedes para que ojalá los jóvenes conozcan esto… me dice: “mira Mónica, yo se que tú tienes contacto con la Resistencia, yo te he visto a ti metida por todos lados, por favor pregúntale a los comunistas, consúltale a los miristas, porque yo quiero entrar a Chile clandestinamente y matar a Pinochet, pero tendrían que facilitarme la entrada y un arma, no se… todas esas cosas”.
Yo llamé, tenía contacto con gente de la Resistencia… entonces me contestaron que cómo se le ocurre a la Laurita esa tontera… y yo siempre he pensado que la idea de la Laurita habría resultado y habría muerto gloriosamente como ella quería, pero no entendieron, fueron cabezas duras.
L.E.: Ahora te queremos preguntar por personas… Ustedes conocían a la familia Allende… nos gustaría que nos dijeras algo sobre el Presidente.
M.E.: La verdad es que no nos veíamos mucho durante el año. Veraneábamos juntos en Algarrobo, y eso era cotidiano porque bajábamos a la playa juntos y Salvador tenía un velerito y nos sacaba en él, llevaba a los niños… Salvador era muy amigo de los muchachos, de los jóvenes y como no tenía niños hombre, se hacía amigo de todos los muchachos. Y así teníamos una amistad de veraneos.
Eso sí, Fernando les hizo la casa de Guardia Vieja en la que hoy día vive Isabel, o sea Salvador lo eligió como su arquitecto aun cuando era muy joven. Con Salvador nunca tuvimos una gran amistad… pero había una relación, y ahí compartiendo en los veranos… Fuera de eso no hablábamos mucho de política, él no hablaba de política con Fernando, jugaban ajedrez juntos…
L.E.: ¿Cuándo conociste a Miguel Enríquez?
M.E.: Nunca conocí a Miguel. Conocí a Andrés Pascal Allende.
Mi amistad con Miguel fue a través de cartas, personalmente no lo conocí. Por supuesto supimos que mi hija Carmen estaba viviendo con Miguel…
Nosotros con Fernando nos hicimos defensores del gobierno de Allende hasta el último día. Yo fui convenciéndome de a poco. Incluso yo iba a marchas, en una me llegó hasta una piedra en el ojo. Fue la gente de Patria y Libertad. Ese apoyo al gobierno de Allende, nos costó incluso sacar a los niños del colegio, porque nos gritaban traidores.
Cuando Fernando asumió como Rector en la Universidad Católica, una rectoría sin ni un solo peso, habló con Allende y le pidió ayuda del Estado para financiar la universidad que estaba en quiebra y en la que él había sido elegido rector.
Allende lo apoyó y sacó adelante a la Universidad Católica, y desde ese día se lo ganó para siempre y lo apoyó en todo lo que pudo.
L.E.: Volviendo a Fernando Castillo Velasco cuando era alcalde de La Reina…
M.E.: Yo creo que la obra más importante de Fernando fue concretar el proyecto de autoconstrucción de mil quinientas casas. Fue su gran odisea y es algo que no se ha vuelto a repetir en Chile. Cuando fue elegido Alcalde, al día siguiente la casa apareció rodeada de pobladores. Eran los pobladores que vivían en medias aguas a la orilla del canal San Carlos, y el alcalde anterior los había sacado con la fuerza policial.
Entonces Fernando los escucha, ellos no gritaban, no llevaban ni un cartel, nada… era la miseria misma… entonces Fernando les dijo: “yo me comprometo a que ninguno de ustedes sea echado a la fuerza, pero ustedes deben comprometerse conmigo a hacer sus propias casas en un terreno que yo les voy a conseguir.” “Y no van a ser sacados”. Esa fue la gente que se comenzó a inscribir y cada vez se inscribían más y más, eso fue una odisea. En ese momento yo decidí que era de izquierda, y me comprometí en ese proyecto.
Fernando consiguió un terreno sin tener “un cinco”, con la vista más hermosa de la comuna, y les dijo: “juntos vamos a construir mil quinientas casas que son las que ustedes necesitan, y vamos a trabajar todos los sábados y domingos”.
Allí estuvimos trabajando un largo tiempo codo a codo con los pobladores hasta llegar a hacer realidad el sueño de la vivienda propia para esas 1500 familias.
L.E.: Llegamos al período de la dictadura, tú tuviste un rol importante en la Resistencia, participaste en muchas acciones. Nos gustaría que nos relates la historia de los cerdos…
M.E.: Yo tuve un rol más importante del que yo pensaba en ese tiempo. Principalmente ayudaba llevando mensajes, conseguía casas (de seguridad), ayudaba a los perseguidos, a los combatientes.
Otra cosa era mi propia resistencia. Lo que yo hacía para comunicarme con mis hijos, para encontrarme con mi hija. Hacíamos la cola en un supermercado y allí nos encontrábamos o nos dejábamos mensajes.
Miguel me pedía encargos específicos, por ejemplo, una carta que envió al cardenal…
Mi otra resistencia era con mujeres que nos llamábamos Mujeres por la Vida, que éramos como ocho y llegamos luego a ser más de 500. Recuerdo especialmente a Marcela Otero.
Las acciones nuestras eran todas realizadas con humor. Tiramos pelotas de fútbol desde los edificios del centro, pelotas que decían “patea a Pinochet”. La gente pensaba que era un réclame y comenzaron a jugar con las pelotas. A todo esto, lo hicimos desde el edificio de la Democracia Cristiana, en la Alameda, yo haciéndome pasar por DC. Las pelotas estuvieron en todas partes, en las poblaciones, en todos lados. Fue una propaganda bien hecha.
Otra acción, que ya he contado muchas veces, fue marchar con imágenes que llevaban el nombre de un torturado, de un detenido o de un asesinado. Pasamos por el centro, paseándonos, y sacamos cerca de 300 de estas imágenes con toda la gente que tenía un familiar detenido. Todo fue en silencio. Repletamos la Catedral de imágenes. Fue algo muy bien hecho, nadie fue detenido. Nos demoramos tres meses en pintar y hacer todas las imágenes.
Lo del chancho fue cuando yo regresé de Inglaterra al país. Tenía un nieto que estaba en la universidad y le pedí que me consiguiera un chancho. Fernando me prohibía que metiese a los chicos en cosas peligrosas, yo decía, “bueno Fernando”… entonces esperamos que él se fuera y decidimos comprar un chancho. El chancho valía 150 mil pesos y no estaba la plata necesaria.
Yo tenía un amigo, que era hijo de la Belén Herrera, y él me consiguió un chancho barato, estaba enfermo de triquinosis. Era inmenso, era un chancho terrible, entró y empezó a romper todo, le pusimos una inyección para que se quedara tranquilo. Desmayamos al chancho y lo pintamos de Pinochet, le pusimos casco, banda tricolor y decía “Vote por Pinochet”. Después de que estuvo vestido todo de milico, armamos una jaula con tablas y ahí metimos al chancho… la caja decía “Frágil”. Si paraban a los muchachos debían decir que llevaban disfraces al Teatro Municipal. Llegaron a la calle Ahumada esquina Huérfanos cuando en esa época aún circulaban vehículos, no como ahora. La orden era que abrieran la tapa de la jaula y se fueran. En el momento en que van a abrir la tapa llegan los carabineros. Todo el mundo miraba la caja, se dieron cuenta que algo había con un olor podrido, el chancho se había hecho caca… y decidieron llamar al G.O.P.E., los que dijeron que no había bomba y se marcharon.
Cuando el chancho se despierta abren la tapa, lo pescan de la cola y lo tiran para afuera, y ahí se dan cuenta de que estaba disfrazado de Pinochet y el chancho se les arranca. El chancho corrió unos 50 metros o más, pero comienza el mito porque se han contado muchas cosas de eso…, la gente en Ahumada empezó a aplaudir al chancho y se fueron todos detenidos, también el chancho.
Se lo llevan a la misma comisaría que mis amigos. Bajan al chancho en la comisaría diciendo que había provocado una acción de resistencia en el centro, etc., bajan al chancho y quedan como “¿qué hacemos con él?”
El capitán dice “lo comemos”. Fue el primer atentado bacteriológico en Chile…con triquinosis!!
L.E.: Llegamos al plebiscito
M.E.: Nunca se supo nada, fue todo inventado. El primer plebiscito fue muy siniestro. Toda la gente en silencio. Ese plebiscito lo ganó la dictadura.
L.E.: Y el segundo, cuando pierde la dictadura…
M.E.: Fue raro, lo expreso mejor cuando lo escribo… sentimos que era poco lo que habíamos ganado. Habíamos ganado, pero no habíamos triunfado. Era una ganancia negra.
L.E.: En tu último libro, sobre los conversos, tú haces una gran reflexión sobre la transformación del ser humano… queríamos saber si te llegó la información de que Garretón se quedó con plata del MIR que le fue entregada en Buenos Aires para ser entregada posteriormente en Chile…
M.E.: Ahí está el libro.
Es triste lo sucedido.
Yo lo puse como el peor de todos… hay malos sofisticados (como Enrique Correa o Tironi), seductores y pervertidores… pero prefiero ”háganme callar”…
L.E.: Un mensaje a los jóvenes.
M.E.: Los jóvenes tienen una gran sensibilidad. Tienen ansias de algo diferente, por eso creo en el futuro y ese futuro está en sus manos hoy.
1 Fernando Castillo Velasco, Arquitecto, ex Rector de la Universidad Católica de Chile en el período de la Reforma Universitaria, ex Alcalde de la comuna de La Reina, antes y después de la dictadura cívico militar, ex Intendente de Santiago. Falleció el 18 de julio de 2015.
2 Mario Palestro, emblemático político del Partido Socialista de Chile, diputado por varios períodos antes de la dictadura, recordado caudillo y dirigente de la comuna de San Miguel.
Esta entrevista apareció en la revista
LA ESTACA Nº5 – 2016 – Pág5