Critica a la Iglesia Católica y su rol en el estallido social
La última carta de Mariano Puga desde el hospital
Foto: Mariano Puga / AGENCIA UNO
El Padre Mariano Puga, considerado el ‘cura obrero’, entró en agonía este miércoles, 4 de marzo; pero, un día antes, tuvo la lucidez para reflexionar y criticar el rol que ha tenido la Iglesia Católica en este estallido social.
El Padre Mariano Puga, sin dudas, será recordado por siempre por su incondicional amor al pueblo chileno: siempre estuvo de su lado y luchó por sus derechos, desde la dictadura de Augusto Pinochet hasta ahora, en el estallido social y la represión policial que Sebastián Piñera ha ejercido.
El sacerdote bautizado, como ‘el cura obrero’, entró en agonía este miércoles, 4 de marzo y empezó, poco a poco, a perder la ardua lucha que, desde hace un tiempo, tiene contra un cáncer linfático.
Pero, un día antes, es decir el martes 3 de marzo, tuvo un último momento de lucidez para reflexionar y criticar el rol que la Iglesia Católica ha tenido en este estallido social que vive el País.
Dirigida a sus “hermanos curas”, el Padre Mariano Puga contó los sentimientos que le dejó ver tan pocos representantes religiosos en la misa que ofició, hace unos días, en el frontis del Centro de Justicia de Santiago, en memoria de los muertos, mutilados, heridos y presos que ha dejado el Movimiento.
“Al conocer la realidad sociopolítica de los familiares de las víctimas, noté que muy pocos de ellos se sentían en comunión de Iglesia, aunque muchos admiran a Jesús”, relató el sacerdote, en su misiva.
“¿Se justifica que sólo dos presbíteros hayan acompañado a ese PUEBLO el día que denunciábamos su dolor?”, reflexionó Mariano Puga, momentos antes de caer en agonía y empezar a apagarse para siempre.
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Hermanos curas,
El pasado martes a las 10:30 hrs en las afueras del Centro de Justicia de Santiago, celebramos la Cena del Señor Jesús entre cientos de personas quienes soñamos un Chile distinto. En especial con los familiares de los asesinados, presos políticos, enceguecidos, callados y encarcelados producto de la protesta social desde el 18 de octubre hasta ahora. Hicimos también memoria de los carabineros heridos, de comerciantes y de gente de los vecindarios que han sido atropellados en sus derechos, de los que han sido atentados y violentados. “Todo lo que le hiciste a tu hermano más pequeño, a mí me lo hiciste” (Mt 25).
Al conocer la realidad sociopolítica de los familiares de las víctimas noté que muy pocos de ellos se sentían en comunión de Iglesia, aunque muchos admiran a Jesús y su mensaje. Esa es la primera impresión que me llevo. Nunca me había tocado la experiencia de una “Iglesia en salida” que exigía una improvisada catequesis de la Eucaristía para ese mundo.
El papa Francisco nos dijo: “la Eucaristía no es un premio para los buenos, sino la fuerza para los débiles” y así lo repetí con todas mis fuerzas. La segunda impresión que me llevé fue ver la cantidad de personas que comulgaron el cuerpo y la sangre del justo, de Jesús de Nazaret.
Durante estos meses habíamos tratado de comulgar con el cuerpo de Cristo, perdigoneado, dañado, mutilado, asesinado… ¿No era consecuente comulgar con el cuerpo de Cristo?… “quien come el Cuerpo de Cristo indignamente, come su propia condenación” (1 Cor 11, 27).
Con dolor me tocó percatarme que éramos sólo dos los presbíteros quienes estábamos compartiendo la Cena del Señor con esa masa de gente. ¿Qué es eso? ¿Es esa la Iglesia en salida que nos pide el querido papa Francisco?
Después de tanta solidaridad compartida, con estos hermanos crucificados… ¿Se justifica que sólo dos presbíteros hayan acompañado a ese PUEBLO el día que denunciábamos su dolor? “¿De qué vale la fe si no tiene obras?” (St 2, 14), ¿Con qué Cristo comulgamos?
Carta publicada originalmente en el Comité de Defensa y Promoción de Derechos Humanos de La Legua