21 de marzo de 2024
Thomas Asher de The Socialist (número 1267), periodico socialista de Inglaterra y Gales
(Imagen: Daños en Gaza, octubre de 2023. Foto: WAFA/CC)
Una cuarta parte de la población de Gaza está al borde de la hambruna, según las Naciones Unidas (ONU).
En enero, toda una franja de naciones capitalistas ricas suspendieron la financiación de la UNRWA, el organismo de la ONU responsable de distribuir ayuda a los refugiados palestinos. La consecuencia: una catástrofe humanitaria cada vez más profunda. Desde entonces, un puñado de países ha reanudado la financiación. Gran Bretaña y Estados Unidos continúan reteniéndolo.
Mientras tanto, los habitantes de Gaza, cada vez más desesperados, están siendo masacrados a la espera de una ayuda escasa. El jueves 13 de marzo, otras 21 personas murieron a manos de las fuerzas israelíes que abrieron fuego contra una cola de miles de personas. Ese mismo día, otras seis personas fueron fusiladas mientras hacían cola para recibir comida. En febrero, 118 personas murieron a manos de las fuerzas israelíes mientras esperaban harina.
El secretario de Asuntos Exteriores del Reino Unido, David Cameron, anuncia a bombo y platillo 10 millones de libras adicionales en ayuda humanitaria destinadas a los “territorios palestinos ocupados”. Compárese eso con el millón de libras gastado cada vez que un destructor de la Marina Real estacionado en el Mar Rojo dispara un misil contra Yemen.
El presidente estadounidense, Joe Biden, dice por un lado que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, debería “prestar más atención a las vidas inocentes que se están perdiendo”. Por otro lado, dice que “no hay ninguna línea roja” que el Estado israelí pueda cruzar y que signifique cortar la ayuda militar estadounidense a Israel.
Estados Unidos ha realizado 100 “ventas militares extranjeras” a Israel desde que comenzó la guerra: municiones, destructores de búnkeres, armas –con la siniestra descripción de “ayuda letal”. El gobierno británico también continúa otorgando licencias de exportación de armas a Israel.
Biden, así como Sunak y otros, ni siquiera han levantado sus deditos para detener la matanza y el hambre del Estado de Israel.
Lo que temen, sobre todo, es la perspectiva de que la guerra provoque un nuevo levantamiento de las masas en Oriente Medio, como ocurrió durante la Primavera Árabe en 2011. Nuevos movimientos de masas, con el desarrollo de organizaciones independientes de trabajadores y la adopción de un programa político socialista por parte de la clase socialista pondría en la agenda el cambio socialista y el fin del conflicto.