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‘La Nacha’, líder estudiantil del 68: «Nos encajonaron y mataron. No se pudieron rescatar cadáveres»

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Sputnik

Este 2 de octubre se cumplen 53 años de la matanza estudiantil de 1968, un acto cruel de represión por parte del gobierno de México, entonces comandado por Gustavo Díaz Ordaz.

Sputnik te presenta una entrevista con Ana Ignacia Rodríguez, sobreviviente de la masacre y una de las caras femeninas más recordadas de aquellos días de lucha.

«Había mucha euforia. El movimiento estudiantil no fue un movimiento triste, fue un movimiento que me llena el corazón, que me ilumina», asegura La Nacha al recordar aquellos días de 1968, cuando los estudiantes mexicanos se volcaron a las calles ante los actos constantes actos de represión de aquel gobierno priista encabezado por Díaz Ordaz.»Estaba el movimiento hippie, estaba la Revolución cubana; todo eso nos inspiraba (…) Fue un movimiento bello, lleno de contrastes, pero también lleno de alegría, de cultura», dice Ana Ignacia.

El movimiento comenzó a finales de julio de 1968 con el paro de las preparatorias 2, 3 y 5 de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y de la Vocacional 5 del Instituto Politécnico Nacional (IPN), en respuesta a la brutal agresión que había recibido un grupo de estudiantes por parte del cuerpo de policías; sin embargo, la respuesta de las autoridades fue aún más represiva, pues el Ejército entró a las escuelas tomadas y fue ahí cuando se comenzó a formar el movimiento estudiantil más recordado en la historia del país.

Por aquellos días, La Nacha, originaria de Taxco, Guerrero, y proveniente de una familia que le procuró una vida que ella misma define como pequebú, tenía 24 años, había llegado unos seis años antes a la Ciudad de México para ingresar a la Facultad de Derecho de la UNAM, de donde es egresada y a partir de la cual comenzó su participación en el movimiento.

Aclara que, aunque es una de las caras más reconocidas dentro del grupo estudiantil, lo cierto es que no fue representante representante en el Consejo Nacional de Huelga (CNH) conformado en agosto de 1968, pero, dice, su labor era una de las más importantes: brigadear para conseguir fondos con los cuales se compraban los materiales para hacer las pancartas, los rotativos, los folletos y para mantener a quienes vivían en las escuelas con la finalidad de no permitir la entrada de las autoridades.

La Nacha, como le llamaban sus compañeros de lucha y un hipocorismo que hasta la fecha la identifica, destaca también el papel que jugaron las mujeres en el movimiento estudiantil pues, señala, fue la primera que ellas se involucraron a la par que los hombres y su rol no fue secundario ni de cuidadoras: fue político.

«Ya no nos dedicamos a mantener a los compañeros o a hacer guardias, no; ya intervenimos trabajando con las brigadas, exponiéndonos porque nos golpeaban, pero quisimos participar políticamente junto con ellos, eso fue muy importante (…) éramos un referente importante», dice Ignacia, quien a sus 77 años sigue formando parte del Comité del 68.

«Considero que si alguien dejó un nacimiento para este tipo de movimientos (de mujeres) y lo que se ha logrado. No la violencia, yo no estoy de acuerdo con la violencia, pero sí creo que fuimos las primeras en estar enfrente de la lucha», asegura.

El 2 de octubre y el miedo de Díaz Ordaz

«Yo creo que sí le dio mucho miedo a Díaz Ordaz, ver tanta gente y sin acarreos, que dijo: «Estos me van a tirar». Jamás se le había perdido tanto el respeto a la figura presidencial», señala Ana Ignacia, quien recuerda la gran convocatoria a los mítines y a las marchas previas a la matanza.

Aquel 2 de octubre del 68 la explanada de la Plaza de las Tres Culturas estaba completamente abarrotada. Ella estuvo en primera fila con Roberta Avendaño, La Tita, representante de la Facultad de Derecho ante el CNH.

«Nos encajonaron y mataron. No se pudieron rescatar los cadáveres, yo vi cómo los subían a los camiones militares», asegura.

Ese día ambas lograron escapar de Tlatelolco sin heridas; pero pronto para ambas llegaría la cárcel.

Entre julio de 1968 y enero de 1969, La Nacha fue detenida tres veces. Durante los cuestionamientos en el ministerio público le preguntaron por qué leía a Lenin, por qué le llegaba el boletín de la Unión Soviética, por qué había viajado a Cuba.

«Todo era en el sentido rojo, todo», recuerda.

La cárcel y el Che Guevara como santo

Fue el 2 de enero del 69 cuando Ana Ignacia y La Tita fueron detenidas y encarceladas en el penal femenil de Santa Martha Acatitla.

«Recuerdo los días con mucha tristeza, pero también con una fortaleza que si no la hubiéramos tenido no estaríamos aquí (…) la prisión es cabrona», asegura.

Durante los casi dos años que estuvo presa acusada de 10 delitos, entre ellos sedición, La Nacha solo le rezaba a un santo: Ernesto Che Guevara, personaje que, recuerda, le ayudó ideológicamente para poder resistir en el encierro.

«Era inocente, era buena persona y cuando yo veía las mafias internas que nos querían obligar a hacer cosas, yo lloraba mucho. Alguien me llevó un día un Che y lo puse en mi litera arriba y me acuerda que le decía: «No permitas que yo caiga en los vicios de aquí». Yo lo sentí como una catarsis», recuerda.

Sobre la juventud actual, La Nacha asevera que ha aprendido de las nuevas generaciones. «A mí me han enseñado muchos los jóvenes», dijo, y aseguró que algunos reconocen su historia, su lucha y sus valores.

Señala que hablar con la juventud es importante para que conozcan y reconozcan las luchas emprendidas en el pasado.

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