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LA MUERTE DE STALIN

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Pepe Gutierrez-Alvarez

Después de aparecer como el “hombre de acero” necesario para derrotar a las hordas nazis a un coste casi ilimitado, y de una actuación inicialmente desastrosa (después de casi destrozar al Ejército Rojo buscando “trotskistas”, se negó a atender las informaciones que advertían de que Hutler ya había comenzado la ocupación), después de los acuerdos de Yalta y de Postdam, de la creación de una atmósfera de verdadera locura (detrás de todo hay un tipo acomplejado y mediocre con unas actitudes excepcionales para moverse entre las intrigas), Stalin falleció temido hasta por su círculo más próximo. Muchos años después de la caída de la Unión Soviética se han vuelto a estudiar las circunstancias que rodearon la muerte de Stalin.

No faltan autores que afirman que fue envenenado por Beria, quien al poco de su muerte llegó a decir ante el Politburó: «Yo lo maté, lo maté y os salvé a todos», según relata el propio Nikita Jrushchov en sus memorias. Sin embargo, esta tesis nunca ha sido demostrada ni reconocida, como tampoco la del posible enfrentamiento final entre Stalin y el Politburó. De este modo, la causa oficial de su muerte sigue siendo un ataque cerebrovascular provocada por su hipertensión. Su cuerpo embalsamado permaneció junto al de Lenin en el mausoleo de este desde su muerte en 1953 hasta el 31 de octubre de 1961, cuando fue retirado durante la campaña de desestalinización promovida por Nikita Jruschev y enterrado en la parte exterior de la Necrópolis de la Muralla del Kremlin, detrás del mausoleo. Su tumba se encuentra entre las de Súslov y Mijaíl Kalinin.

La estatua que la corona es de un blanco algo más claro que la del resto de líderes del mausoleo y por su ubicación resulta visible la parte de la Plaza Roja más próxima a la Catedral de San Basilio. El mismo año de su muerte (1953) hubo una revuelta obrera en Alemania del Este, tres años más tarde, su cabeza rodaba por los suelos como la de Nerón en el Budapest de los “consejos obreros”.

Este mismo año, Kruschev daba a conocer su célebre Informe sobre el horror estalinista. Desde entonces, el declive del estalinismo se hizo cada vez mayor hasta acabar arruinando la vida soviética. Este capítulo ha vuelta a salir a la palestra con una sátira cinematográfica muy discutible, si buen nadie niega la realidad de fondo. Los creyentes que quedan se escudan en la “leyenda negra” anticomunista que aunque cierta, no contradice la avasalladora potencia de la razón de los que desde el anticapitalismo se enfrentaron contra su persona y contra sus métodos, de una enfermedad política que ha arruinado el porvenir del socialismo.

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