Pepe Gutiérrez-Álvarez
Este primero de mayo del 2021 se cumplieron 76 años del suicidio de Adolf Hitler, un día que la humanidad debe de celebrar, y sobre el que la mayoría de nosotros tenemos un conocimiento sobre todo a través del medio cinematográfico.
Con el soporte del capital financiero alemán y la complicidad de la mayor parte de las cancillerías (Churchill lo elogio en tanto que anticomunista; anotemos el dato determinante que su ascenso fue facilitado por la “guerra fría” entre socialistas y comunistas estalinistas que formaban entre los dos una holgada mayoría para gobernar).
El ambiente de humillación creado por el Tratado de Versalles. El proyecto imperial se cifraba en un “Nuevo Orden”, la idea de una hegemonía absoluta de Alemania en el mundo en contra de los vencedores de la “Gran Guerra”. Su política exterior e interior tenía el objetivo de apoderarse del llamado “espacio vital” para los pueblos germánicos.
Con el beneplácito de la clase dominante, el nazismo promovió el rearme de Alemania y tras la invasión de Polonia por la Wehrmacht el 1 de septiembre de 1939, se inició la II Guerra Mundial. con estos actos, Hitler violó el Tratado de Versalles de 1919, que imponía las condiciones de la paz de la postguerra mundial. Los nazis ocuparon en 1941 la mayor parte de Europa y África del Norte aunque estas conquistas territoriales declinaron paulatinamente después de la derrota de Stalingrado, hasta 1945, cuando los Aliados derrotaron al ejército alemán.
Por motivos socio-raciales (la expropiación de los judíos alimentó las arcas del Reich), Hitler causó la muerte de diecisiete millones de personas, incluyendo una cifra en torno a seis millones de judíos más entremedio y millón y medio de gitanos, en lo que posteriormente se denominó la “Shoah”, sobre la que se tardó bastante en hablar.
En los últimos días de la guerra, durante la batalla de Berlín en 1945, Hitler se casó con su antigua amante, Eva Braun. El 30 de abril de 1945 los dos se suicidaron en el búnker de la Cancillería y sus cadáveres fueron quemados para que no cayeran en manos enemigas.
En la España de Franco aquello fue un verdadero mal trago. Significaba la derrota del Eje en el que Franco participó aunque no todo lo que le hubiera gustado, sobre todo teniendo en cuenta la situación del pais hambriento y la existencia de los maquis(1).
(1) El maquis, vocablo que devino sinónimo de «resistente», designa a grupos de guerrilleros que formaban parte de la denominada Resistencia francesa a la ocupación nazi, o a los guerrilleros que luchaban contra la dictadura fascista franquista en España.
