Por Adán Salgado Andrade
Vivimos en un mundo muy polarizado, gracias a la acción del capitalismo salvaje. Por un lado, el planeta está devastado y contaminado y la tendencia sigue, imparable, a pesar de que el daño es y será hacia nosotras y nosotros.
Por otro lado, está el extremo materialismo, la mezquina codicia, el egoísta individualismo, de personas que sólo buscan enriquecerse, a como dé lugar. Si tienen que convertirse en narcodelincuentes, secuestradores, hackers, estafadores, corredores de bolsa, narcopolíticos, talamontes, ecocidas… ¡no importa, con tal de que se hagan ricos en el menor tiempo posible y disfruten las delicias que ofrece el alto consumo, el de autos lujosos, mansiones, joyas, relojes de oro, aviones privados!…
La cinta estadounidense el Lobo de Wall Street (2013), dirigida por Martin Scorsese, protagonizada por Leonardo DiCaprio, justamente es sobre la vida de un estafador, Jordan Belfort (Nueva York, 1962), quien hizo una gran fortuna metiéndose de corredor de bolsa. Cuando vio cómo funcionaba la especulación, fundó su propia correduría, pero más que a realizar transacciones “legales”, se dedicó a estafar a incautos que caían en sus esquemas de “hágase rico cuanto antes”. Se compró lujosas casas, autos deportivos y se casó con una ambiciosa mujer, a la que le regaló un costosísimo yate, que zozobró en una tormenta. Al final, le cayeron. El FBI y el IRS (la cobradora de impuestos de Estados Unidos), descubrieron sus tramposas, estafadoras maniobras y fue condenado a regresar todo el dinero. Pasó 22 meses en la cárcel, no mucho, a cambio de que diera los nombres de los otros “socios” que habían participado en su fraudulento esquema. Ahora, se dedica a impartir “pláticas motivacionales”. Y es muy solicitado (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Jordan_Belfort).
De todos modos, para la cultura especulativa de Estados Unidos, en donde es más importante ganar millones de dólares, que ver un bosque saludable, un río limpio, animales silvestres en sus hábitats, Belfort se convirtió en un héroe a seguir.
Sobre todo para los jóvenes, los llamados milenials – no todos, por supuesto – es el modelo de referencia para hacerse ricos en poco tiempo.
Una de tales experiencias, la platica Alexander Hurst, un milenial estadounidense que es periodista y que, por breve tiempo, saboreó las mieles de ser rico. Todo eso lo escribió en su artículo, publicado por The Guardian, titulado “Cómo convertí $15,000 dólares en $1.2 millones de dólares durante la pandemia y, luego, lo perdí todo”, en donde agrega que “invertir en riesgosas acciones, me dio la ilusión de que todo lo tenía bajo control, en un tiempo de incertidumbre. Hasta que mi vida se perdió totalmente” (ver: https://www.theguardian.com/technology/2022/nov/04/how-i-lost-1m-during-the-pandemic).
Inicia platicando cómo, cuando regresó de París, en donde vivía, a Cleveland, para visitar a sus padres, – abogado el padre y ministra presbiteriana, la madre, “recibiendo siempre bajos salarios, más preocupados por la justicia social” –, alardeó de que había convertido quince mil dólares en $1.2 millones de dólares. “¿¡Estás drogado, hijo!?”, lo cuestionaron. “¡No, no, sí, miren!”, les dijo, mostrándoles su estado de cuenta en su celular, en donde, en efecto, se leía que poseía esa cantidad.
“Me pregunté qué pensarían de un hijo que ya era rico. No tardé mucho tiempo en especular, pues en pocas horas, esa fortuna, la perdí”, dice Hurst.
“Los milenials, vivimos muy bien, todo un confort materialista, pero, en promedio, somos los más endeudados. Y los que menos tendremos la seguridad de obtener una pensión”, dice y por eso, muchos buscan la “seguridad material”, pero no con algo razonable, sino enriqueciendo rápidamente.
Y nos va introduciendo de cómo fue que, de repente, le entró a la especulación.
Como hijo de familia responsable, de clase media, que era, no tenía deudas al finalizar sus estudios. “Mi préstamo por la pandemia de $15,000 dólares, en febrero del 2020, fue mi primer experiencia con las deudas”. Con ese dinero, comenzó.
“En el mercado accionario, dinero, llama a dinero. Y es una cruza de apuestas con inversiones. Y me metí en la página r/wallstreetbets, para iniciarme en eso”.
Empezó invirtiendo en cruceros de lujo, “a pesar de que era plena pandemia, pero con la esperanza de que al comprar acciones baratas, subieran algo”.
Comenta toda la jerga que se empleaba entre los usuarios de esa subplataforma de Reddit, una red social que abarca muchos tópicos y foros, entre ellos, el de las apuestas y la especulación. “Invertí en los cruceros, porque los que apostaban a que la industria colapsaría, ganarían en sus acciones”
Y así fue, para finales de mayo del 2020, Hurst había hecho rendir sus $15,000 dólares en $101,075.61.
“Pensando en esos meses – acababa de cumplir treinta años –, incluso antes de haber entrado a la especulación, creo que debí de haberme conformado con mis ahorros, no muchos, pero suficientes para darme una modesta vida, trabajando en lo que me gustaba, terminando una novela que iba a la mitad, visitando amigos, atendiendo a mi novia, pero no, me ganó la codicia”.
Lo peor es que, cuando comenzó a ganar más y más dinero, Hurst se enfrascó en lo que su psicólogo Alexander Blaszczynski (tuvo que tomar terapias, para neutralizar el brutal golpe que le ocasionó ser rico en poco tiempo y perderlo todo, en mucho menos tiempo) le dijo que “con repetidos triunfos, los esquemas cognitivos crean la noción de que se es infalible y que esa tendencia, continuará en la misma trayectoria lineal, sin tropiezos”.
Para diciembre de ese año, su inversión ya ascendía a $250,000 dólares. “¡Estaba clavadísimo en eso! No pensaba en otra cosa más que en buscar distintas opciones, para obtener mayores rendimientos. Descuidé a amigos, a mi novia, cuyo padre, irónicamente, era corredor de bolsa y se aburrió de que cada día le presumía cómo subían mis ganancias, que me tomara como ejemplo para su padre. Mis amigos, decían que había cambiado, que no parecía el mismo, que sólo hablaba de dinero y dinero y de cómo ganar más”.
Decidió luego invertir en GameStop, una empresa comercializadora de videojuegos, electrónicos y equipos para gamers (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/GameStop).
Las acciones de esa empresa iban subiendo día a día. Hurst tenía ya $900,000 dólares. Luego, $1.2, $1.3, $1.5, $1.6, “pensé en vender, pero no, pues estaba eufórico, pensando en que seguiría ganando. Sin embargo, esa tarde, perdí medio millón y me quedé sólo con $1.1”.
Era porque Hurst hacía números en su cabeza, de que 1.2 no habrían sido suficientes para todo lo que quería: una mansión con terraza, un Lamborghini, una Van para que su padre transportara a los niños huérfanos de la iglesia. Por eso no eran suficientes los $1.2 millones de dólares.
“Pero si lo hubiera pensado racionalmente, eran suficientes. Podría haber dejado una buena cantidad para obtener un rendimiento mensual en una inversión segura, pude haber bajado mis ambiciones y conformarme con un departamento no tan caro, allí, en París, pude haber destinado cien mil dólares para mis amigos, para que lo usaran como quisieran, pude haber donado… ¡pero me ganó el deseo de seguir ganando. Y a lo mejor no serían 2.5 millones, sino 3, 5… porque cuando te enfrascas en eso, no paras!”
Y cuando estaba con sus padres, como comenté, al inicio de la historia, su suerte, se vino abajo. Los 900,000 dólares que le quedaban, que había invertido en energías alternativas y autos eléctricos, bajaron a 700 mil. “Mi madre me preguntó que cuánto me quedaba y le dije que setecientos. ‘Bueno, Alex, no hay que atarnos a lo material’, dijo, como si nada, sin comprender que esa pérdida había cambiado mi vida para siempre”.
Lugo, las acciones siguieron en picada, a $500 mil, $400 mil, $300 mil. “A los $250 mil, me maldije por haber sido tan estúpido. Me pasé dos horas recordando los departamentos que pude haber comprado dos meses antes. Caí en lo que mi psicólogo, también, me dijo que era un proceso en que al haberlo perdido todo, los apostadores, siguen en esa fase autodestructiva y deciden darlo todo, pues ya es una cuestión de orgullo. La racionalidad, queda atrás”.
Pensó en todo lo que no había comprado, “como en los tenis vintage, que se autoamarraban, de Back to the Future, que por entonces costaban $40 mil dólares en StockX (se entiende que haya sido tan inmaduro en sus decisiones, habiendo pensado en comprar tan caro fetichismo), pases anuales para museos, un viaje a la Polinesia, un lugar para que mis padres se retiraran, un Lamborghini amarillo. ¡Y ni siquiera pagué el préstamo de quince mil dólares que había pedido para entrar al juego!”.
Sólo se compró una laptop Apple, el pasaje de avión para ir de París a Cleveland, a visitar a sus no materialistas padres “y un pago adelantado por un año, de terapias psicológicas”.
“Sólo son cosas materiales, me dijeron ellos, de las que debemos de estar preparados para separarnos”.
Y eso es lo que intenté y he intentado.
Tuvo un encuentro con otra chica, con la que quiso tener un noviazgo, “pero me fui muy rápido. De todos modos, recuerdo muy bien la tarde que pasé con ella, en París, tomando una malteada de tapioca y aventándonos las semillas con los popotes. Son las cosas felices, verdaderas, que alimentan el espíritu, que ni todo el dinero del mundo, puede comprar”.
Al final, las ganancias que tuvo por tan breve tiempo, fueron reportadas al ISR, así que, además, tuvo que pagar sus impuestos, que eran de $82,000 dólares. Su balance final de sus fallidas transacciones era de $30,828 dólares.
Descontados, todavía debe $51,000 dólares al fisco.
En efecto, hay cosas maravillosas, como contemplar un bosque saludable, un río limpio, leer un buen poema, contemplar una obra de arte, darse un abrazo con un buen amigo, tener el amor del ser amado… ¡que nunca podrá comprar el dinero!
Le salió cara la lección a Hurst.
Contacto: studillac@hotmail.com