Emir Sader
En la era neoliberal la derecha no dispone de políticas que puedan captar la simpatía y el apoyo de grandes sectores del pueblo. Pudo ganar varias elecciones y gobernar, mientras logró convencer, apoyada en el monopolio de los medios de información privados, que los problemas de los países y de toda su población se resolverían con cortes en los recursos del Estado.
Pero luego la gran mayoría se dio cuenta de que ello no llevaría a responder a las necesidades de la gran mayoría, sino, al contrario, de la minoría, de los banqueros, de los grandes empresarios, de los especuladores.
A partir de ese momento la izquierda estuvo en condiciones de conquistar el apoyo de la gran mayoría de la población, proponiendo un programa que iba en la dirección opuesta, en la prioridad de las políticas sociales para responder a las desigualdades sociales. Programa en que el Estado invierta más recursos, pero en el desarrollo económico y en atender los derechos del pueblo.
Las experiencias fracasadas de los intentos de restauración neoliberal en Brasil y Argentina demuestran cómo ese es siempre el programa de la derecha, que es el proyecto fracasado en la década de 1990 lo que la derecha tiene para ofrecer.
En Brasil, por ejemplo, la contraposición entre el apoyo cercano a cero del gobierno de Michel Temer, cuya razón fundamental de la falta de apoyo, según las mismas encuestas, es su política económica neoliberal, y el apoyo mayoritario para que Lula Da Silva vuelva a ser presidente de Brasil, con la propuesta de retomada del modelo antineoliberal, confirman absolutamente ese planteamiento.
En Argentina, el gran desgaste del gobierno de Mauricio Macri se debe a las consecuencias económicas y sociales de su política de ajuste fiscal, de corte netamente neoliberal.
Cuando la izquierda logra colocar en el centro del debate político la oposición entre neoliberalismo y antineoliberalismo, expresando el enfrentamiento central de nuestro tiempo, la izquierda se vuelve la fuerza hegemónica en el país.
En México, la elección de Andrés Manuel López Obrador no se ha centrado en esa polarización, pero es parte nuclear de su programa de gobierno la reactivación de la economía y políticas sociales de redistribución de renta y de combate al desempleo, rasgos fuertes de los gobiernos de izquierda.
En Colombia, el triunfo de la derecha se dio porque esa fuerza logró mantener como factor central el tema de la rediscusión de las negociaciones de paz. Pero, con un planteamiento fuertemente antineoliberal, Gustavo Petro llevó, por primera vez en la historia de Colombia, la izquierda a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales.
En Ecuador, la pérdida de apoyo al gobierno de Lenín Moreno se debe, sobre todo, al viraje de su política económica en la dirección del neoliberalismo, a contramano del éxito del gobierno de Rafael Correa.
El gobierno de Evo Morales, a su vez, mantiene políticas claramente de desarrollo económico, acompañado de políticas sociales que le garantice un apoyo mayoritario de la población boliviana.
En la era neoliberal, la izquierda tiene condiciones muy favorables para construir alternativas propias y triunfar. La fuerza de la derecha es más ideológica, buscando desplazar la agenda de los temas sociales para el de la crítica del Estado y las propuestas de estilo de consumo como objetivo central de la vida de las personas.
La izquierda puede triunfar, puede volver a triunfar, si logra proyectar un ideal de vida en sociedad centrada en la atención a los derechos de todos, en la solidariedad, en la construcción colectiva de una sociedad justa, si gana las conciencias, el alma de las personas, si logra que el conjunto de la sociedad asuma como objetivo la democratización profunda de la sociedad. Si logra incorporar a la vida política a las mujeres, a los jóvenes, a los negros, los más ausentes hasta ahora. Si logra combatir sistemáticamente los mecanismos de alienación en la sociedad, si logra despertar en la gran mayoría de la población la conciencia de clase, la conciencia nacional, abriendo espacios para que los jóvenes expresen sus identidades, que rescaten el interés por una otra forma de hacer política que la tradicional.
La izquierda perdería una oportunidad histórica única si no logra constituirse en alternativa a la derecha en la era neoliberal.
Fuente: La Jornada