La llegada de la ultraderecha de Milei al poder a través de las urnas conmociona a la izquierda y obliga a buscar explicaciones a unos resultados electorales que ya han cambiado la historia argentina.
@cevaldiez
22 NOV 2023 06:00
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Pasadas un par de horas del cierre de los comicios y cuando ya empezaba a circular información de distintas mesas escrutadas, los grupos de WhatsApp, tan activos en estos tres meses de campaña, se quedaron mudos. La noticia de un posible triunfo de Javier Milei paralizó a esa amplia porción de argentinos que se negaban a creer en esa posibilidad, y, por lo contrario, las caras de optimismo de los partidarios de La Libertad Avanza (LLA) que se veían por la televisión, y algunas declaraciones de sus dirigentes, hacían presagiar el peor escenario que finalmente terminó por confirmarse: el ultraderechista Javier Milei será el próximo presidente de Argentina.
LA EXTREMA DERECHA LLEGA AL PODER
Milei gana las elecciones en Argentina
Milei
Con una participación del 76% del total del padrón electoral, y un 98% de mesas escrutadas, Milei obtuvo un 55,7% de los votos, y el candidato oficialista y actual ministro de Economía, Sergio Massa, el 44,3%. Si bien en este largo proceso electoral que comenzó en agosto con las elecciones primarias (PASO), hubo lugar a muchas sorpresas, la más grande, y la que tendrá consecuencias casi inimaginables, es la irrupción de la ultraderecha.
Para las generales, y luego de las PASO, solo quedaron cinco fuerzas habilitadas para competir, y aunque se vislumbraba un escenario de tres tercios como el que se dio, la sorpresa fue que Milei ocupará el primer lugar y no las dos fuerzas más tradicionales, es decir, la derecha de Juntos por el Cambio (Patricia Bullrich) y el peronismo/kirchnerismo/oficialismo de Unión por la Patria (Sergio Massa). Hasta ese momento, La Libertad Avanza era una fuerza con un aparato político de 50 personas y Milei no era mucho más que un personaje desmedido y extravagante que había ganado fama en los sets televisivos y en las redes sociales, que decía hablar con Dios a través de su perro muerto y algunas extravagancias de ese tenor. O así lo pensaron quienes se encargan de interpretar y editorializar la realidad, porque evidentemente para una amplia porción de la sociedad era alguien que ya habían empezado a tomar en serio, o para los que al menos era una opción viable.
Ni su falta de trabajo parlamentario, ni su inexperiencia, ni sus promesas extravagantes, hicieron mella en sus votantes. Ni en los propios, ni en los que derivaron de la derrota de Juntos por el Cambio en las generales
La Libertad Avanza es una alianza de pequeños partidos políticos que se conformó en 2021 con el objetivo de participar en las elecciones legislativas de 2021, en las que obtuvo dos diputados nacionales (Javier Milei y Victoria Villarruel), y cinco legisladores por la ciudad de Buenos Aires. En los dos años que lleva en el Congreso, el autodenominado anarcocapitalista, solo presentó un proyecto de ley, y lo hizo en noviembre de este año, en la previa de la segunda vuelta. Se trata de un proyecto que solicita a las autoridades nacionales “accionar con todas las herramientas institucionales que nuestro sistema republicano nos provee para exigir la inmediata aparición con vida y liberación de los 21 compatriotas desaparecidos por el grupo terrorista Hamas, el pasado 7 de octubre en el Estado de Israel”. Con ello Milei buscaba tener cubierta la parte religiosa (del judaísmo), de cara al balotaje.
Sin embargo, ni su falta de trabajo parlamentario, ni su inexperiencia, ni sus promesas extravagantes, hicieron mella en sus votantes. Ni en los propios, ni en los que derivaron de la derrota de Juntos por el Cambio en las generales. Luego de la derrota de Patricia Bullrich en octubre, el apoyo de esa fuerza fue clave en la victoria de Milei. Aunque no estaba claro qué pasaría con quienes definieron su voto por Bullrich en primera vuelta —un voto que representa a una derecha más tradicional—, parece claro que una gran parte de esos 6,2 millones de votos se decantaron masivamente por Milei. Se ha llegado a decir que hasta un 90% de los votantes de Bullrich eligieron a Milei en la segunda vuelta. La esperanza de que muchos de esos votantes reaccionarán con miedo frente a las delirantes propuestas del ultraderechista y que ello pudiera revertir esa tendencia quedó más que descartada. El hecho de que el presidente de la Sociedad Rural Argentina —una de las instituciones más conservadoras y liberales de la Argentina, y con muchísimo peso político—, Nicolas Piro, por primera vez desde el conflicto con el campo que selló definitivamente “la grieta” entre kirchneristas y anti kirchneristas, se posicionará a favor de la democracia y por un nuevo acuerdo social que respetará las diferencias, dejó ilusionar a unos cuantos y dio pistas sobre la preocupación cada vez más manifiesta del establishment frente a un político que no les termina(ba) de encajar ni a ellos.
Mayorías populares
Casi todos coinciden en que estás elecciones de Argentina representan un fin de ciclo y que esa etapa que dividió al país entre kirchneristas y anti-kirchneristas quedó atrás, el problema ahora es que todo indica que lo que acaba de aparecer es una división aún más profunda y que pone en cuestión los acuerdos más básicos de la democracia. Pero la victoria de Milei y los suyos no se explica solo por el hecho de que el ex presidente Mauricio Macri y la ex candidata Patricia Bullrich le hayan cedido el aparato y la estructura que necesitaban para ganar la elección, ni le hayan dado su apoyo explícito y llamaran a votar a Milei. Eso explica solo la parte que tiene que ver con el voto de la derecha tradicional argentina, pero el voto que más debería preocupar es el de lo que el sociólogo Leandro Barttolotta denomina mayorías populares. Esas que antes se inclinaron mayoritariamente por el peronismo, pero que han decidido que esa fuerza ya no es una opción y, preocupados como están por capear las crisis, han dejado de creer en Estados y democracias que ni los incluyen ni los representan, y en políticos anclados en internas de poder que les quedan lejos y ni llegan a entender. Porque llegar a comprender las internas de la clase política requiere tiempo y, cuando ese tiempo se necesita para distintos “rebusques” que permitan conseguir algo de dinero, intentar dirimir las internas del poder no es una opción.
Lo que está de fondo son justamente esas mayorías populares que ya no se sienten interpeladas por los discursos políticos de siempre, y que decidieron creer en la apuesta del que se presenta como outsider
La elección de Milei como presidente y la irrupción de la ultraderecha en el poder habla de una tendencia global, pero también obliga a mirar las particularidades de cada lugar y a navegar otras profundidades. Sin ir más lejos, las de esas mayorías silenciosas y cansadas, y que tienen una gran indiferencia con una política que no los interpela, algo que Barttolotta viene mencionando en sus estudios desde hace tiempo y que, según sus propias palabras, requiere una investigación profunda antes que diagnósticos rápidos. Barttolotta acaba de publicar, junto a Ignacio Gago, el libro Apuntes sobre implosión. La cuestión social en la precariedad (Editorial Tinta Limón), y allí hacen una diferenciación entre lo que es un estallido social como el de 2001, y un proceso de implosión social como el que atraviesa la sociedad argentina actual. “Lo que nos parece es que cuando se habla de estallido social, inevitablemente se lo relaciona con la cuestión económica, el caos, pero siempre hay imágenes de espacios públicos, de protesta, de conflicto social, relacionadas con cuestiones de represión en la calle. En cambio, lo social implosionado muestra que hay cada vez más una noción de estallido, pero hacia adentro. Hacia adentro de un barrio, hacia adentro de una institución, hacia un interior, incluso del cuerpo piel adentro; es más como una onda expansiva, pero metida hacia adentro”.
El hecho de que Milei haya ganado prácticamente sin movilización social también ha puesto en tensión una premisa básica del peronismo, de los progresismos, y de la izquierda, que pone en el centro de cualquier exigencia y reclamo: el pueblo en las calles o movilizado. “En lugar de exigir movilización a mayorías populares materialmente cansadas por sus condiciones de vida, de lo que se trata es de extraer vectores de cansancio social, permitir que ese cuerpo respire, y tratar de que tenga menos preocupaciones”, sugiere.
Micro militancia
Si bien en los últimos días, distintas acciones de la sociedad civil intentaron contraponer y mitigar la avanzada ultraderechista, la impresión es que se reaccionó tarde y que se trataba de iniciativas que apuntaban, sobre todo, a una clase media ya convencida de no votar a Milei y a la que, no está de más recordarlo, Massa tampoco le despertaba demasiado entusiasmo, es decir, se intentaba convencer desde el miedo al otro. La sensación que sobrevuela en muchos, y que Barttolotta destaca, es que, a esta clase media, esas mayorías populares y silenciosas, le quedan tan lejos que no termina de comprenderlas, y mucho menos de interpretarlas. “Ahí hay que, inevitablemente, afinar la escucha, tratar de ver y pensar, y acercarse con otro tipo de escritura y de lengua, porque hay un montón de cuestiones que suceden cotidianamente como bajones anímicos, aumento de suicidios, y violencias novedosas, inquietantes y perturbadoras. Hay una escucha que inmediatamente detecta lo que son los gritos o lo que son las manifestaciones más ruidosas de lo social, pero cuando se trata de la implosión social, o de lo social implosionado, hay que investigar y escuchar en un plano más de susurros, incluso escuchar que pasa detrás de lo que cierta escucha política ve como silencio”.
Que Massa, ministro de Economía fracasado, fuera el candidato de consenso daba cuenta más de la crisis interna del peronismo que de cualquier otra cosa
Entonces, lo que está de fondo son justamente esas mayorías populares que ya no se sienten interpeladas por los discursos políticos de siempre, y que decidieron creer en la apuesta del que se presenta como outsider, promete acabar con la casta (los políticos tradicionales) y romper todo para hacer algo nuevo. Ahí anidan las esperanzas de quienes apuestan al cambio, y para quienes la desesperanza no está en el resultado de las elecciones sino en el día a día. Esos que encarnan el 40% de pobreza y para quienes un 140% de inflación no es una variable más de la economía, sino que les significa tener que buscar un nuevo trabajo para llegar al final del día con un plato de comida garantizado. “Hay algo también de la preponderancia que adquiere la cuestión del cansancio, del cuerpo cansado, que es algo a lo que nosotros le damos mucha importancia, algo que no se sabe muy bien de qué está relleno”, sostiene Barttolotta. “Y el problema de esas viejas lógicas, o de ese sistema de expectativas más antiguo, es que, en vez de quedarse en una posición de escucha atenta a eso que aparece como novedoso, lo que hace es tratar de llevarlo a lo conocido una y otra vez. Por eso está investigación que hacemos invita a un mapeo y a no cerrarse en diagnósticos rápidos, porque ahí corres el riesgo de crear una nueva lógica que intenta explicar todo lo que pasa, y lo que está pasando tiene mucho de confusión, de caos. También nos parece que es importante tratar de pensar la precariedad ‘a la Argentina’, y elaborar una genealogía de la precariedad”.
ARGENTINA ¿Por qué ganó Milei?
Crisis del peronismo
En este contexto, en junio pasado, cuando cada fuerza definió los candidatos a competir en las primarias de agosto, muchos señalaron la falta de atino del peronismo para poner a competir a Sergio Massa, en su condición de ministro de Economía de una gestión a todas luces fracasada. Que Massa fuera el candidato de consenso daba cuenta más de la crisis interna del peronismo que de cualquier otra cosa. Y aunque la ilusión de que el oficialista pudiera sostener —en base a su personalidad, su experiencia y su notable capacidad para generar puentes y alianzas—, su performance de la primera vuelta, duró poco. “Este proceso político ha puesto en crisis al mismo peronismo, es decir, a ese fenómeno político que le ponía un límite a la crisis y que funcionaba como un factor de orden luego de las crisis más graves que tuvo el país, como la del 89 con la hiperinflación, la del 2001 y con la crisis del macrismo en 2018-2019”, sostiene Martin Mosquera, licenciado en filosofía y editor de la revista Jacobin América Latina. Para Mosquera eso se modifica en esta crisis porque es el peronismo el que está en el poder: “Lo que pasa cuando entra en crisis la última barricada que tiene el sistema político contra una crisis más aguda, es que emerge una figura extravagante y exterior al sistema político, como Milei”.
ENTREVISTA
Martín Mosquera: “Estas elecciones marcan el fin de un ciclo de la política argentina”
Ni siquiera el reelecto gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, que en la primera vuelta hizo una muy buena elección —ganó por 20 puntos de diferencia—, pudo contener la arremetida por derecha. Si bien el peronismo ganó en la provincia de Buenos Aires, que contiene el 37% del padrón electoral, la diferencia fue de menos de un punto, lo que significa una derrota histórica del peronismo que se había dejado ilusionar con una nueva diferencia de 20 puntos que permitiera arrastrar a Massa a la victoria, y a la presidencia.
La fórmula de la ultraderecha se impuso en 21 de las 24 provincias del país, pero no tiene ningún gobernador que pertenezca a su fuerza. La pregunta ahora es cómo podrá gobernar Milei
Kicillof se erige, de esta manera, como el gran opositor del kirchnerismo en esta nueva relación de fuerzas y tiene como tarea garantizar la inyección de fondos nacionales para su gestión. El ex ministro de economía de Cristina Fernández de Kirchner, a diferencia del candidato presidencial Sergio Massa, sí pertenece al núcleo duro del kirchnerismo, y su victoria en la primera vuelta fue clave para el oficialismo. La otra clave fue el trabajo de Máximo Kirchner —hijo de Cristina (Fernández) y de Néstor (Kirchner)—, y de su organización, La Cámpora. Máximo es uno de los cuadros políticos más importantes del peronismo y presidente del Partido Justicialista bonaerense. De bajo perfil, y sin grandes pronunciamientos públicos, durante la campaña logró imponer su estrategia: hacerse fuerte en la provincia de Buenos Aires. Por lo demás, mantuvo su asiento en el Congreso, y en diciembre desembarcará con fuerza en la legislatura bonaerense con dirigentes que le son fieles. Hoy por hoy, es una incógnita cuál es la relación entre Axel y Máximo, o lo que es lo mismo, entre el hijo político dilecto y el hijo de sangre de Cristina.
Ultraderecha
La fórmula de la ultraderecha se impuso en 21 de las 24 provincias del país, pero no tiene ningún gobernador que pertenezca a su fuerza. La pregunta ahora es cómo podrá gobernar Milei, y establecer los acuerdos que necesita, siendo el presidente argentino con menor base política desde 1983 a la fecha, ya que cuenta con 38 diputados nacionales (de un total de 257) y sólo 7 senadores (de un total de 72). Es probable que el vínculo con Macri y su fuerza sea clave en su gobernabilidad. Aunque Macri insiste con que en el acuerdo sellado a puertas cerradas en su propia casa no se negoció ningún ministerio ni ningún espacio de poder, esto resulta poco creíble.
De momento, una gran parte de la sociedad argentina está tratando de asimilar el golpe y ver cómo se sigue. Esos mismos grupos de WhatsApp que se quedaron en silencio el domingo por la noche, el lunes se llenaron de mensajes de ánimo. Se trata de la misma sociedad que supo encontrar respuestas a la impunidad de los asesinos de la dictadura, y que ahora se enfrenta con otra clase de desafíos a los que les tendrá que encontrar nuevas respuestas, quizás, o incluso, teniendo que cuestionar(se) viejas formas (y fórmulas) que hasta ahora venían siendo más o menos efectivas.
“Antes que una sociedad derechizada, vemos una sociedad cansada por el nivel de hiperexigencia que implica tener que lidiar cotidianamente con el ajuste y la inflación”, dice el sociólogo Barttolotta
“Fenómenos como el de Milei se explican mucho más por lo que sucede al interior de esas transformaciones de las mayorías populares, que por agendas o discursos muy globales”, concluye Barttolotta. “Esto se explica mucho más por lo que es la inflación, como guerra contra las vidas populares, que por una cuestión más de ideologías de derecha a nivel global. Por supuesto que habrá un porcentaje de eso, pero antes que una sociedad derechizada, vemos una sociedad cansada por el nivel de hiperexigencia que implica tener que lidiar cotidianamente con el ajuste y la inflación, más que por otro tipo de discursos, o categorías, que a veces, rápidamente y for export, tratan de explicar lo que sucede”.