Por Ronald Suny | Jacobin, 7 de noviembre de 2017
Traducción: Juan Fajardo para marxists.org
La historia de los líderes de la Comuna de Bakú, quienes buscaron el poder de manera democrática y no-violenta, desmiente muchos de los mitos en torno a la Revolución Rusa.
La mayoría de las narrativas de la Revolución Rusa cuentan la historia de una ciudad: Petrogrado, en donde colapsó el régimen de los Romanov en febrero y los bolcheviques llegaron al poder en octubre. Por decisivos que fueron los obreros, las mujeres y los soldados en la capital, gente en toda Rusia lanzó movimientos revolucionarios propios a lo largo de aquel año revolucionario.
Mil-quinientas millas al sureste, en Bakú, la etnia, la religión y la clase dividían a la población, alterando el curso de la historia e influenciando las decisiones tomadas por los líderes revolucionarios. Allá, en una metrópolis levantada sobre el petróleo, Octubre llegaría con retraso.
Cuando lo hizo, el Lenin caucásico, Stepan Shahumian, trató de conquistar el poder para el pueblo de democráticamente y sin violencia. La historia de la Comuna de Bakú que él construyó provee una importante perspectiva sobre la Revolución Rusa y la guerra civil que le siguió.
Ciudad del petróleo
El petróleo hizo de Bakú la ciudad más grande del sur del Cáucaso, un oasis de trabajadores cosmopolitas rodeado de aldeas mayormente de campesinos musulmanes. A la vuelta del Siglo XX producía más petróleo que todos los Estados Unidos. A pesar de las condiciones miserables de vida y de trabajo, migrantes desesperados acudían a los campos petrolíferos en busca de empleo.
Bakú se convirtió, no solo en el centro de la revolución industrial de Rusia imperial, sino también en una cuna del movimiento obrero. En efecto, el primer acuerdo colectivo negociado entre trabajadores y la industria se firmó ahí en 1904, y la ciudad sirvió de refugio a socialdemócratas, en especial para bolcheviques como Josif Stalin, cuando sus organizaciones fueron aplastadas en otras ciudades menos hospitalarias.
Las distinciones de clase en Bakú concordaban con las diferencias étnicas. Inversionistas e ingenieros foráneos estaban a la cabeza de la jerarquía social, junto a industriales armenios y rusos, y a empresarios navieros azerbaiyanos. Trabajadores rusos y armenios ocupaban los puestos más especializados y la mano de obra no-especializada consistía de musulmanes. Al ser los obreros más eventuales y vulnerables, acababan en los trabajos más sucios.
La relación de explotación del imperio hacia el Cáucaso nunca fue más evidente que en Bakú, en donde la acumulación de ganancias petrolíferas superaba cualquier otra preocupación. La elite propietaria –es decir, los armenios y los rusos– se encargaban de gobernar la ciudad, y el bienestar de las clases inferiores era dejada mayormente en manos de la caridad particular. Las instituciones políticas tenían muy poca representación no-cristiana, y el régimen frecuentemente imponía la ley marcial y estados de emergencia, socavando la confianza en el gobierno local y en la ley.
La gente común y las clases dominantes ambos deseaban reforma pero el zar ofrecía prácticamente ningún camino por el cual efectuar algún cambio. La situación exigía organización extralegal y los activistas revolucionarios, por pocos que fueran, proveían el liderazgo y dirección disponibles.
Los socialdemócratas y los Socialistas Revolucionarios frecuentemente señalaban que a los obreros de Bakú, divididos por habilidad, por escala de paga, y por etnia, les importaban más los sueldos que la política. Por suerte, las compañías petrolíferas eran inusualmente propensas a hacer concesiones para poder mantener su mano de obra, especialmente a los trabajadores especializados.
Al poner énfasis en beneficios económicos, el paro general de diciembre de 1904 conquistó la jornada de ocho a nueve horas y significantes mejoras en cuanto a sueldos y subsidios por enfermedad –un contrato tan bueno que se ganó el sobrenombre de la Constitución del Crudo.
Después de que el zar Nicolás II emitiera su “Manifiesto de Octubre” en 1905, otorgando a su pueblo limitados derechos y una duma electa, en Bakú se formó un Soviet de Diputados Obreros, uno de muchos consejos semejantes que articularon las reivindicaciones populares hacia fines de aquel año revolucionario.
Pero los obreros persistieron en enfocar en sus intereses económicos y en hacer caso omiso a la política. Shahumian se lamentó:
«En general, aquí los trabajadores son un grupo terriblemente mercantilista. Piensan y hablan de una nueva huelga económica para arrancar otro grasiento pedazo e incrementar sus ‘primas’.»
A pesar de los esfuerzos implacables de la policía, los revolucionarios mantuvieron una presencia clandestina aun después de 1905, cuando el régimen zarista reprimió al movimiento obrero y forzó a muchos radicales o a dejar la política o al exilio. Su labor culminó en la huelga de cuarenta mil obreros en 1914, justo cuando aceleraba la maquinaria de guerra rusa.
Estos éxitos encubrieron la tensión que hervía por debajo de la superficie. Los trabajadores especializados, en su mayoría rusos y armenios, su plegaron a los sindicatos y absorbieron el mensaje de los socialdemócratas mientras que los musulmanes reaciamente participaban en protestas o en huelgas.
Algunos observadores se referían a los «tártaros», como se les conocía, como temnye (oscuros) o nesoznatel’nye (inconscientes políticamente). Muchos musulmanes permanecían ligados a sus aldeas y a sus lideres religiosos. Aunque un pequeño número de intelectuales musulmanes pregonaban el socialismo y el nacionalismo, las mayoría de los musulmanes en el Cáucaso no tenía interés en la política.
Las divisiones étnicas y religiosas de Bakú culminaron en 1905 cuando las tensiones entre armenios y musulmanes explotaron en revueltas y matanzas interétnicas. Los musulmanes atacaron primero, alarmados por rumores de que armenios estaban tomando las armas. La policía y los militares se hicieron a un lado.
La Federación Revolucionaria Armenia (Dashnaks), un partido nacionalista formado una década atrás para defender a los armenios en el Imperio Otomano, utilizó sus soldados para proteger a la comunidad. Los socialdemócratas y los liberales denunciaron la falta de acción por el gobierno, acusando a los oficiales de promover un pogrom. Luego de que terminara la violencia, las hostilidades continuaron ardiendo y, en la víspera de la I Guerra Mundial, la gente temía que un nuevo estallido de violencia era inminente.
Apoyo que sube y baja
A diferencia de la mayor parte de Rusia, Bakú disfruto de un breve descanso en febrero y marzo. El Comité Ejecutivo de Organismos Publicos (IKOO) burgués colaboró con el recién-elegido soviet y su presidente, el bolchevique Shahumian. Con el ejército ruso avanzando por Anatolia otomana, la unidad en el frente interno parecía esencial, pero las previas hostilidades sociales y étnicas aun amenazaban la paz de la ciudad.
Tal como en Petrogrado, también en Bakú: dos centros de gobierno –la IKOO y el Soviet de Bakú– competían por influencia entre el pueblo y por control de la ciudad. El IKOO consistía de profesionales –abogados, empleados públicos e intelectuales liberales– mientras que revolucionarios de los socialdemócratas (bolcheviques y mencheviques), Socialistas Revolucionarios (SRs), y el Dashnaks, lideraban el soviet. Los obreros y soldados rusos apoyaban al soviet, junto a un segmento de la comunidad armenia, pero los musulmanes estaban generalmente excluidos hasta el verano de 1917.
Los liberales y profesionales del IKOO consideraban a los bolcheviques enemigos de la ley y el orden y heraldos de la anarquía. La mayoría SR en el Soviet apoyaba las posiciones moderadas del Soviet de Petrogrado respecto a la guerra y la paz social: clamaban por unidad de «todas las fuerzas vitales de la nación» y por una paz democrática sin anexaciones ni indemnización.
La mayoría de los bolcheviques asintió a esa política a lo largo de la primavera pero Shahumian tenía ideas más radicales. El opinaba que la revolución burguesa democrática de febrero era el «preludio a la revolución social en Europa bajo cuya influencia gradualmente se convertirá en una revolución social.»
Es más, la posición, sólidamente antibélica de Shahumian era anatema para los soldados en Bakú. La Dashnaks, que creía que un repliegue pondría en peligro a los armenios otomanos e incluso que llevaría una invasión turca del Caucaso, rechazó la línea bolchevique. En respuesta, los soldados rusos, quienes apoyaban a los SRs, depusieron a Shahumian de la presidencia del Soviet en mayo.
Sin embargo, al igual que en las capitales norteñas y en los diversos frentes, la revolución en Bakú se arrimó a la izquierda en la primavera y el verano de 1917. Las condiciones económicas empeoraron y la mal-concebida Ofensiva de Junio de Aleksandr Kerensky enajenó a los soldados.
En Petrogrado obreros y marinos radicales intentaron iniciar una insurrección a comienzos de julio con la esperanza de forzar al Soviet a asumir el poder. No solo fallaron, pero por un tiempo también tornaron los soviets de Bakú y de Petrogrado en contra de los bolcheviques, quienes parecían cómplices en la revolución fallida.
Lenin se escondió en Finlandia y Trotsky, recientemente convertido al bolchevismo, fue arrestado. Shahumian y su teniente, Alesha Japaridze, defendieron a sus camaradas pero los eventos en la capital dañaron a los bolcheviques, quienes ahora parecían aventureros irresponsables.
Aquel sentimiento fue rápidamente revertido en agosto cuando el contrarrevolucionario General Lvar Kornilov intentó un golpe de estado contra el Soviet de Petrogrado. Mientras tanto, el hambre acechaba a Bakú, afectando de modo particular a los musulmanes pobres. Los trabajadores organizaron una huelga masiva y los magnates petroleros capitularon reaciamente, aunque distensionaron cuando presionados a firmar el contrato.
Ante la ola de descontento, los bolcheviques locales clamaron por la transferencia pacífica del poder a los soviets. Mientras Lenin desesperadamente instaba a sus camaradas a tomar el poder por la fuerza, Shahumian diestramente logró organizar nuevas elecciones al Soviet de Bakú, aumentando la representación bolchevique. Aunque su partido no logró una mayoría, el Soviet acordó eliminar la IKOO y a declararse soberano.
El Soviet de Bakú, en el que predominaban los SRs, le negó apoyo al gobierno de Lenin. Octubre había mostrado que los bolcheviques eran el partido mayoritario, si no hegemonico, en Bakú, pero muchos temían que un intento de asumir el poder desencadenaría una guerra civil y étnica.
El Soviet no había logrado el poder indiscutido en la ciudad. Aun enfrentaba retos por parte de la duma municipal, y los socialistas moderados llamaron por el retorno a una coalición pan-clasista de gobierno.
Sin ningún grupo especifico a cargo de la ciudad y el gobierno en proceso de desintegración a lo largo del país, un sentimiento de crisis se asentó en la ciudad. Los soldados empezaron a votar con sus pies, huyendo del Frente Caucásico, abriendo el paso a una invasión otomana.
El Poder a los Soviets
Elecciones nacionales en los meses finales de 1917 manifestaron la creciente fuerza de la identificación etno-nacional. Los mencheviques georgianos ganaron abrumadoramente en las provincias georgianas mientras que el principal partido musulmán, Musavat, y la Dashnaks, ganaron fácilmente en Bakú y su entorno. La revolución en el sur del Cáucaso se estaba transformando de una lucha de clases en un conflicto étnico y religioso.
Sin ningún ejército ruso entre ellos y el Imperio Otomano, las comunidades armenia, georgiana y musulmana de Bakú empezaron a formar sus propias unidades militares. El Soviet tardíamente estableció su propia Guardia Roja multinacional.
Los musulmanes desarmaron a soldados desertores y, en un enfrentamiento singularmente trágico, en Shamkhor en enero de 1918, mataron a mil rusos. Ese evento comprobó que los musulmanes tenían la fuerza militar más efectiva de la región y sus potenciales aliados otomanos empezaron a avanzar hacia la frontera pre-bélica. A pesar de los esfuerzos de Shahumian de montar una revolución pacífica, pronto serían hombres armados los que decidirían quien mandaría en Bakú.
Dentro de la ciudad, las fuerzas armenias y las unidades musulmanas superaban la Guardia Roja. Las fuerzas soviéticas hicieron una alianza táctica con la Dashnaks en contra de los musulmanes, quienes, para muchos, parecían una amenaza contrarrevolucionaria.
Shahumian ahora enfrentaba una lucha armada por tres lados: contra las fuerzas anti-soviéticas dentro de Bakú; en Tiflis, donde los mencheviques habían declarado el sur del Cáucaso independiente de Rusia bolchevique; y en Elizavetpol, una ciudad principalmente musulmana donde combate estaba impidiendo que suministros de alimentos llegasen a Bakú.
Cuando, a fines de marzo, cuando arribó un barco con la División Salvaje musulmana a bordo, la ciudad estalló en guerra. Las fuerzas soviéticas y armenias lucharon contra la población musulmana de la ciudad y, entonces, los Guardias Rojos, apuntaron su artillería contra el barrio musulmán. Lo que había empezado como un conflicto musulmán-soviético se metastizó a un pogrom anti-musulmán indiscriminado.
Tras la batalla, los musulmanes huyeron de la ciudad y los armenios protestaron que el Soviet había tratado a los musulmanes con demasiada lenidad. Los bolcheviques se horrorizaron ante estas consecuencias pero ahora podían exaltarse de que la ciudad estaba en sus manos. «Nuestra influencia, la de los bolcheviques, antes era grande pero ahora somos amos de la situación, en pleno sentido de la palabra,» Shahumian informó a Moscú.
Aunque el poder soviético dependía del Dashnaks armado, los bolcheviques de Bakú formaron un nuevo gobierno exclusivamente de sus miembros y sus simpatizantes entre los SRs de Iquierda, excluyendo a los SRs de Derecha, los mencheviques, y Dashnaks. La Comuna de Bakú, completa con su propio Consejo de Comisarios del Pueblo (Sovnarkom) y Comisariado de Asuntos Exteriores, estaba posicionado ahora para transformar radicalmente la vida en Bakú.
La Comuna de Bakú
El experimento duró tan solo noventaisiete días, desde abril hasta julio de 1918. Los bolcheviques visualizaron al Soviet y al Sovnarkom como un órgano executivo y legislativo combinado, siguiendo la visión de Marx sobre la Comuna de París de 1871.
La comuna nacionalizó la industria petrolífera, intentó reformar la educación y el juzgado –a pesar de resistencia por parte de las clases profesionales= y creyó que podría gobernar la ciudad sin hacer recurso del terror de estado, aun cuando clausuraban periódicos de oposición.
En junio Shahumian lanzó una ofensiva para evitar un ataque de los musulmanes de Elisvetpol. Los líderes de la ciudad hablaron de transladarse más cerca a Tiflis, pero, cuando las fuerzas de Bakú se aproximaron al Río Kura, combatientes muslmanes, georgianos y otomanos los rechazaron.
La ciudad deseperadamente buscó aliados para evitar una conquista otomana. Shahumian negoció con los cosacos y los británicos pero Moscú le prohibió permitir que las tropas del General Dunsterville, apostadas cercanamente, entrasen en la ciudad.
Imposibilitado de aumentar el suministro de alimentos, y con una limitada base de apoyo entre los obreros de Bakú y los campesinos fuera de la ciudad, la base bolchevique se estrechó. El 25 de julio el Soviet votó 259 a 236 por invitar a los británicos.
Shahumian declaró «Aun no han hallado Inglaterra pero han perdido el gobierno central ruso. No han hallado Inglaterra pero nos han perdido a nosotros.» Su gobierno renunció, se formó un gobierno no-bolchevique, y llegaron los británicos.
A mediados de septiembre, con los otomanos a punto de tomar la ciudad, los lideres de la Comuna de Bakú decidieron abandonarla, pero su barco fue desviado de puerto seguro en Astrakhán hacia Krasnovodsk, donde SRs turcomanos arrestaron a los ex-comisarios.
Veintiséis de los revolucionarios, la mayoría de ellos bolcheviques, fueron llevados al desierto y ejecutados. En 1920, sus restos fueron exhumados y fueron re-sepultados como mártires soviéticos en la plaza central de Bakú. Permanecieron ahí por los siguiente setenta años, hasta que el gobierno azerbaiyano post-soviético destruyó el monumento a los Comisarios de Bakú.
Derrota de la Revolución
La historia de la revolución en Bakú desmiente varios mitos en torno a los eventos de 1917. Los bolcheviques de Bakú no eran conspiradores desarraigados sedientos de poder, sino activistas socialistas de larga data profundamente arraigados en el movimiento obrero de la ciudad. Actuaron como demócratas, buscando una vía no-violenta al poder, y, cuando perdieron un voto crucial en el Soviet, dejaron pacíficamente sus puestos de gobierno. Aunque solo lograron el control de la ciudad gracias a los sangrientos Días de Marzo, mientras tuvieron el poder los bolcheviques de Bakú no emplearon el terror en contra de sus enemigos.
A fin de cuentas, no pudieron sobreponerse a las divisiones étnicas y sociales de la clase obrera, solventar la crisis alimenticia, ni hallar el apoyo para conducir exitosamente una campaña en contra de sus enemigos.
Shahumian intentó poner fin a la contrarrevolución en el Cáucaso a la vez que transformaba Bakú. Se negó a incluir a los partidos socialistas más moderados en su gobierno sino hasta que reconocieran al gobierno soviético en Moscú. Su base era simplemente demasiado estrecha y la comuna colapsó una vez que los bolcheviques perdieron a aquellos obreros cuyas reivindicaciones no pudieron satisfacer.
La suerte de los veintiséis comisarios de Bakú es irónica …moderados, democráticos, y mayormente no-violentos, Shahumian, Japaridze y los demás fueron víctimas de opositores en la Guerra Civil quienes eran mucho más despiadados.
En agudo contraste, para fines del verano de 1918, los bolcheviques rusos y sus opositores Blancos habían yá adoptado la lógica de la guerra, abandonando los ideales de gobierno democrático y empleando el terror de estado para derrotar a sus enemigos. La esperanza que los soviets democráticos y socialistas triunfarían murió en aquella cruenta lucha.