Politika | diarioelect.politika@gmail.comRubén Gamboa De Bernardi nos envió este artículo. Una visión de la caída del Imperio, descrita por un súbdito del Imperio. Con Donald Trump en el improbable papel de empujoncito al abismo. No solemos reproducir artículos de prensa, pero un poquito de veneno no mata. Y en una de esas Alistair Crooke, el autor, tiene razón. Tápate los oídos: el estruendo será mayor. |
La caída del imperioComing Apart: The Imperial City At The Brink Escribe Alastair CrookeEn mi libro “El efecto Séneca”, el primer capítulo se titula : El colapso no es un error, es una característica. La idea es que la evolución de los sistemas complejos es discontinua: evolucionan fluctuando y colapsando. Esta es una regla de base del funcionamiento del universo y si no hubiera colapso, no habría nunca ningún cambio. Es una regla que se aplica a los sistemas políticos y está descrita, más adelante, con una gran claridad por Alastair Crooke. La Caída del ImperioDavid Stockman se refiere sistemáticamente al presidente Trump como «el gran perturbador». Pero esa no es una cualidad indeseable, precisa. Por el contrario, es un mal necesario. Stockman señala (parafraseandome) que Trump representa la fuerza exterior, la externalidad, que empuja al «sistema mundial» hacia el borde del precipicio: dicho sistema debe ser empujado, ya que los sistemas se osifican en extremo, se encuentran demasiado insertos en su derrotero para poder ser reformados. No tiene gran importancia que los agentes de este proceso de mutación (el presidente Trump, en este caso) comprendan cabalmente su papel central, y lo jueguen de modo inteligente y sutil o de manera grosera y visible. Uno y otro modo sirven el objetivo. Y el objetivo es provocar la ruptura. ¿Porqué un fuerte trastorno debiese ser, de algún modo, una «cualidad»? Porque durante el periodo en el que «un sistema» se desagrega, –la historia nos lo indica–, se puede llegar a un punto en el que ya no hay posibilidad de recuperación para el antiguo sistema aún vigente. Una externalidad –tal vez la guerra, u otra calamidad o un Trump– es necesaria para transformar un sistema esclerosado: así, la intrusión externa puede ser el catalizador del cambio transformador (a menudo traumático). Stockman lo destaca: «Lo más importante que hay que conocer sobre el riesgoso entorno actual (incluyendo el riesgo político y los riesgos financieros) es que es extremo y sin precedentes. Esencialmente, las élites financieras y sus principales megáfonos mediáticos decidieron con arrogancia que la elección presidencial americana de 2016 era un error que podía ser corregido». Pero la autosatisfacción es simplemente un hecho endémico: «La fragilidad total de la última y más grande burbuja de la FED no podía estar mejor resumida que en este hecho sorprendente. En el curso de los últimos 5 mil días de actividad bursátil (20 años), el VIX (un índice de la volatilidad del mercado) cerró bajo 10 en solo 11 ocasiones. Y 7 de ellas tuvieron lugar en el curso del último mes! (…). Esta complacencia para mendigar financiamientos” debe ser recalcada, dice Stockman. Pat Buchanan, ex candidato a la Presidencia, concuerda: “El presidente Trump puede ser Jefe de Estado, jefe de gobierno y comandante en jefe, pero su administración es combatida por personas desleales que complotan para hacerlo caer. Nos acercamos a algo que podría ser una guerra civil en la que la capital busca destronar al soberano para lograr su propio restablecimiento. Hasta ahora es una lucha no violenta, aunque los enfrentamientos callejeros entre las fuerzas pro y anti Trump están cada vez más caracterizados por combates y peleas. La policía ha tenido dificultades para separar a esos grupos. Algunas personas fueron detenidas portando armas escondidas. El objetivo de esta ciudad es derribar a Trump, por medio de un Golpe de Estado del Estado profundo (la Administración) y los medios. No es un secreto. Pocos lo niegan». El extraordinario éxito de la «fabricación» y el “lanzamiento en paracaídas»de Macron cuando la elección presidencial francesa por parte de la «elite»gala, precisamente como fue ordenada por el Estado profundo globalizado (incluyendo a sus homólogos americanos), renovó su confianza en que el deslizamiento de Europa y EEUU hacia el «populismo» es en efecto un «error que puede ser corregido». Las elites europeas apenas pueden contener su Schadenfreude (alegría por el mal ajeno) revitalizada hacia los partidarios del Brexit y los populistas presuntamente incompatibles. |
Pero a pesar del peligro manifiesto para la integridad del sistema político mismo, Stockman apunta: “No es neutro sugerir que el S&P500 a 2440 es más frágil que lo que el mercado nunca fue”. Cualquier empujoncito, aun mínimo, podría descarrilarlo… Doug Kass lo ha dicho muy bien en un comentario reciente: en el curso de la historia, como lo hemos aprendido, se desarrolla un Momento Minksy cuando el sentimiento de los inversionistas deviene complaciente después de largos períodos de prosperidad y que se ignoran los datos, y ya no parecen importantes, como escribí en “Es un mercado de tipo Rapsodia bohemia: nada cuenta realmente… para los inversionistas». En una palabra, el mercado devino “zombie” (en el sentido de un mecanismo de defensa psicológica cuando considerar una alternativa es sencillamente demasiado amenazador para la psiquis). Daniel Henninger escribe en el Wall Street Journal: “La elección de Donald Trump ha causado un shock psicológico en una gran parte de la población. Pero el fenómeno Trump no ha hecho sino acelerar fuerzas que empujaban en esta dirección antes de las elecciones de 2016… Es imposible no comprender la intensidad emocional en la que se transformó la política americana. Frecuentemente las reuniones de campaña de Mr. Trump y de Bernie Sanders estuvieron rodeadas de violencia. Los periodistas describen reuniones urbanas llenas de electores “furiosos”. Denigrar violentamente a la oposición en esos foros, o en los campus, fue interiorizado como un comportamiento estándar. El rechazo de la razón es la nueva normalidad. Y además, la irracionalidad devino el discurso libre. Explicar estas impulsiones como un giro rutinario del ciclo político populista es insuficiente. Ocurre algo que es más permanente «. Desde luego, no son solo los mercados los amenazados por riesgos no percibidos. Trump no será perdonado por haber osado desafiar el sacrosanto meme de un mundo dividido entre las (buenas) democracias “liberales” (dirigidas por EEUU y sus aliados europeos) y las (malas) autocracias «iliberales» (conducidas hoy en día por la Rusia del Presidente Putin): desdeñando la OTAN y retirándose del acuerdo sobre el cambio climático de París. El profesor Michael Klare escribe: “Lo que esto nos dice, es que el presidente Trump está desmantelando el orden mundial liberal creado por Franklin D. Roosevelt al fin de la Segunda Guerra Mundial.» Es una ofensa –eso parece– contra algo sagrado: recientemente, la actriz estadounidense Kathy Griffin subió un video de ella misma portando la cabeza ensangrentada y cortada de Donald Trump. “Pero no era todo, anota Henninger. Podemos suponer que, mientras la Sra. Griffin creaba su video, los artistas del Teatro público de Nueva York ensayaban su producción de Julio César, aquella en la que el público de Central Park observa un “César” como Donald Trump, de cabellos rubios, desalojado de un estrado por hombres disfrazados y asesinado a puñaladas… Todo lo que protegía las puertas del espíritu de la gente con algo seguro y estable, desapareció…» Mike Vlahos (profesor en el colegio americano de Guerra naval y en John Hopkins) nos dice que en su calidad de historiador militar y estratega mundial se ha interesado en la cuestión de saber porqué los “sistemas mundiales” se desagregan. Su primera intuición le dice que su colapso es, en general, provocado por una fuerza exterior masiva, como una guerra, la peste o la hambruna, y por las correspondientes masivas migraciones de los pueblos. Pero cuando él y sus estudiantes terminaron sus investigaciones, concluyó en que si bien esos factores jugaron con frecuencia un papel importante, no fueron la causa principal del colapso de un sistema. Al contrario, identificó un cierto número de detonadores clave: •Las elites se estratificaron y la política se congeló. Y de este estudio concluye que “la situación que vivimos hoy en día (…) aquí en la ciudad imperial de Washington DC, es que ella es absolutamente vacía , ya no es capaz de ofrecer una alternativa a su propio pueblo, el pueblo americano… Estimo que alcanzamos un punto en el cual no hay posibilidad de renovación en el sistema actual. El sistema actual se paralizó (…) y está determinado a autodevorarse en una especie de guerra civil que está llegando, y lo consumirá. Methone, una de las grandes naciones del fin de la era del bronce, tuvo este mismo problema con sus elites y el 1% que tenemos hoy en día, y fueron derrotados. Fue hace 3.300 años y sigue repitiéndose. La estructura misma de relaciones decadentes en los períodos finales, a las cuales las elites se niegan a acomodarse, rehusan adaptarse, rehusan ser sensibles a las necesidades del conjunto de la sociedad, significa que la derrota va a producirse. Tiene que haber un derrocamiento (…) para que las cosas terminen por mejorar, por renovarse. En otras palabras, no se puede renovar un sistema desde el interior”. ¿Es ésta la situación hoy en día? Las condiciones previas que el profesor Vlahos relata, en términos de arrogancia de la elite, de estima de sí misma y desdén por las preocupaciones de la gente, están ahí (la polarización de la sociedad americana en las elecciones presidenciales suministra la prueba empírica). Y Stockman, llamando a Trump el “Gran Perturbador”, indica claramente que él podría ser precisamente esa “externalidad” (que viene del exterior de la elite) que podría incitar las cosas a dar un vuelco. Es seguramente lo que quiere decir Stockman cuando advierte que “el ambiente de riesgo actual” es extremo. Desde luego, la réplica habitual es que Trump no ofrece ninguna visión conceptual, ninguna alternativa coherente para el futuro, sino que solo se apodera, con éxito, de algunas ideas clave: el poder del nacionalismo cultural, el dolor resentido por los daños colaterales de la globalización, el impacto de la evisceración de la economía americana, y la necesidad de reponer a los EEUU en el centro de las preocupaciones políticas. Es verdad. Estas ideas no constituyen una visión para el futuro, ¿pero qué esperar del “Gran Perturbador”? Su “agenda” es la de un catalizador y no la de un “constructor”. Eso vendrá más tarde. |
Entonces, ¿de dónde viene la renovación societal última? La respuesta clásica es que después de la “ruptura”, no queda nada en medio de las ruinas (metafóricas) de todo lo que se presentaba como la “modernidad”reinante. Históricamente, la renovación se ha hecho a través de una “raíz”común –más allá de las raíces de todo lo que ha representado la crisis contemporánea– por un regreso a las fuentes, profundamente en la historia cultural arquetípica de un pueblo. El caos de la memoria colectiva le permite a un relato moldear porqué el “mal” actual golpeó a su pueblo y para hacerlo avanzar, transformado en un sentido contemporáneo, una “solución”: una nueva comprensión metahistórica. Claramente, este tipo de renovación espiritual no está en las “cuerdas” del presidente Trump (¿tal vez en las de Steve Bannon?). ¿Qué significa todo esto en términos prácticos? Primeramente, sugiere que la mayoría de nosotros prefiere siempre no abordar la sombría realidad que es que el “objetivo de esta ciudad (Washington DC) es hacer que caiga Trump, por un golpe mediático y del Estado profundo” con la amarga realidad de una guerra política de trincheras que eso deja presagiar. Preferimos reposar en la complacencia (en tanto zombies por el momento) hasta que una crisis nos golpee de manera personal. En segundo lugar, las ideas de una vuelta fácil al statu quo ante (por ejemplo vía el vicepresidente Pence que tomaría el poder) son problemáticas (sin contar la elección de Macron en Francia). Pero las «elites», todas, han perdido totalmente su legitimidad y su autoridad en una gran parte de la población en su “guerra” contra los “populistas” y los “deplorables”. Y no podrán –no pueden– adaptarse. Porque está en su naturaleza. Es el momento, como apunta el profesor Vlahos, en que un sistema –a saber, el gobierno operacional de Estados Unidos– comienza a “desagregarse”. Los individuos, las cábalas en el seno del gobierno, todos las secretarías de Estado, buscan mantener su propia “autoridad”, en vez de la del Gobierno, como dicta el mandato del electorado. Así, vimos la semanas pasada al Senado votar por 97 votos contra 2 para imponer otras sanciones a Rusia. Otro obstáculo en el rodaje de la política exterior de Trump, y concebido explícitamente para paralizar y dificultar su acción. En tercer lugar, la intención es –como el veneno de un reptil amazónico– “morderlo” con tantas insinuaciones y encuestas variadas y otros alegatos, que Trump, como víctima del reptil, permanece despierto pero incapaz de mover un músculo: un verdadero zombie, en efecto, mientras el reptil se alimenta del cadáver aún vivo de su víctima. En cuarto lugar, este presidente zombificado de los EEUU se verá confrontado a la obligación de negociar con el Congreso una salida a esta burbuja financiera que sube como una flecha, mientras una economía moribunda real se arrastra atrás –bajo la presión del plazo en torno al techo de la deuda, que se avecina rápidamente. El puñetazo del Senado a la cara del Presidente con el voto sobre las sanciones en Rusia sugiere que es más que probable que habrá otra dificultad en el camino: dirigida esta vez a su programa de reactivación. ¿Qué otras enseñanzas puede ofrecernos la historia? Probablemente, dos: el profesor Vlahos, durante su discusión con John Batchelor, destacó que, en el mismo momento en que el centro de poder que era el Imperio Romano había comenzado a caer, el Imperio declinante estaba en la cumbre de su gloria y era imitado sus rincones más alejados: por ejemplo, por los pueblos de Galia y de Germania. ¿Acaso no lo vemos hoy día, en Europa, cuando Merkel y Macron se comprometen a mantener vivos los valores liberales y globalizadores del Imperio americano –en los confines del Imperio americano– en Europa? Y, por último, respondiendo a la cuestión sobre de lo que había llevado a la renovación, el profesor Vlahos dice: “Las legiones romanas, los ejércitos zaristas, los ejércitos imperiales alemanes y los ejércitos otomanos.” Las elites del Pentágono deberían tomar nota. |