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LA APOLOGÍA DE LA CACHIPORRA

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Por Gustavo Espinoza M., Perú

Cuando José Carlos Mariátegui aludió al líder fascista italiano Roberto Farrinacci, señaló que éste hacia el elogio de la cachiporra. Se refirió el Amauta a dos conceptos: al uso de la represión, consustancial al régimen fascista; y a la manía de los opresores por glorificar las herramientas de las que se valía para martirizar al pueblo. 

En las últimas semanas hemos visto el desmedido afán del gobierno por rendir homenaje al aparato represivo del Estado, en particular a la Policía. Busca mimetizarla con la Patria para sacralizar la fuerza.

Hace algunos días las autoridades celebraron por todo lo alto el 40 aniversario de la DIRCOTE. Omitieron púdicamente ocuparse de la parte negra de esta oscura institución surgida desde las entrañas mismas del monstruo en uno de los periodos más siniestros de nuestra historia.

Quienes tuvimos la oportunidad de conocer el manejo que se hizo de este organismo del Estado, pudimos constatar procedimientos bárbaros e iniquidades ruines de las que se valieron aquellos que las manejaron. Las privaciones ilegales de la libertad, el secuestro, la desaparición de personas, la habilitación de centros clandestinos de reclusión, el uso de la fuerza y la tortura institucionalizada; no fueron privativos del comportamiento de la Fuerza Armada en los cuarteles. Fueron también uso cotidiano de la DIRCOTE. Algunos, que bebieron en la Fuente de Letes, para olvidar el pasado, lo niegan hoy. Pero no es verdad.

Particularmente célebres se hicieron los “interrogatorios” a los que fueron sometidos quienes cayeron en sus garras. La Comisión de la Verdad y los organismos de DD.HH pueden dar fe de numerosos casos de personas brutalmente sometidas a distintos apremios. “Confesiones” arrancadas por la fuerza, declaraciones firmadas como último recurso por un preso exhausto, acusaciones contra terceros para obtener la libertad, eran una rutina puesta en boga por los “Delta” de la época. Ese accionar se suma a juicios clandestinos, sentencias anónimas, jueces sin rostro y largas condenas; que perfilaban a quienes tenían en sus manos la “administración de la justicia”.

Incontables relatos de personas arrancadas de las garras de la represión de la época, pueden ser mostradas públicamente para confirmar que esos “40 años” no fueron de gloria, sino de sangre. Hoy se ocultan como una manera de sorprender al pueblo para amenazarlo ofertando el retorno de esta metodología satánica.

También se ha “puesto de moda” condecorar con vistosas medallas a quienes no hacen sino cumplir con su deber. Es deber de la Policía capturar a los delincuentes. Ahora premian a quienes lo hacen. ¿Premiarán a los policías de Comas que recientemente irrumpieron en la fiesta de cumpleaños de una niña de 7 años, en busca de un celular presuntamente perdido?

En la ocasión, los uniformados en “cumplimiento de su deber” desvistieron al payaso, intervinieron al mago, rompieron la piñata, destruyeron las “sorpresas” y asustaron a los niños, que quedaron atónitos espectando el comportamiento de la policía.

En esa misma línea, podrían premiar también a los que “hacen su 28” poniendo papeletas a los transportistas en el mes de la Patria. O a los que permiten que funcione a pocos metros del edificio de la DIRINCRI un estudio de abogados que garantiza la libertad de los presos a cambio de dinero. La “inteligencia policial”, tan ponderada por los generales Baella y Arriola. Habría que añadirle un poco de “Inteligencia Artificial” al asunto.

En el fondo, es el miedo el que gatilla estas acciones. Presentan a la estructura policial como súper poderosa para asustar a la gente. Les aterra la idea de nuevas movilizaciones como las anunciadas en los próximos días. Por eso, hablan hasta por los codos de la “eficiencia” de los aparatos represivos del Estado. Y suman a ello la amenaza de 3500 “cámaras inteligentes”, capaces de filmar todo a distancia, hasta el rostro de las personas y sus gestos, el movimiento de sus cuerpos y sus actitudes.

Aspiran vanamente a una ilusión: a que la gente no se atreva a actuar más allá de lo que “está permitido”. Aluden siempre a la gobernabilidad. Pero tienen un sesgo definido cuando se refieren a ella. La gobernabilidad –dicen- es la que ellos encarnan; no la que la gente quiere. Pretender usar la fuerza para doblegar a la ciudadanía, no es un método nuevo. En los años de Mussolini, se usaba la cachiporra. En nuestro tiempo, y en nuestro escenario, se usan recursos varios. Desde la amenaza de la fuerza, hasta la fuerza misma. Por eso se procesan ya detenciones y amenazas. Y por eso también se insiste en la imperiosa necesidad de asegurar que la protesta “sea pacífica”.Como en otros casos, lo será. Si la violencia ocurriera, ella tendría un solo origen: el régimen pretende acallar al pueblo. 

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