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Holanda  – La verdadera lección

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IMAGEN: Geert Wilders, líder del Partido por La Libertad (PVV, por sus siglas en neerlandés).

Como indica el autor, este artículo fue escrito con los resultados aún no definitivos, si bien a nivel global el cuadro que presenta conserva su validez. Los resultados definitivos no se darán a conocer hasta el 21 de marzo.

Romaric Godin

La Tribune, 15-3-2017

http://www.latribune.fr/

Traducción de Viento Sur

http://www.vientosur.info/

La extrema derecha no ha logrado un resultado espectacular en las elecciones de este 15 de marzo. Pero en cambio, la coalición gubernamental saliente ha sufrido un castigo fuerte; sobre todo los Socialdemócratas que pierden las tres cuartas partes de sus escaños.

Puede que la lección de estas elecciones no sea la que se anunciaba. Finalmente, la extrema-derecha holandesa ha obtenido un resultado decepcionante en la elección de los 150 escaños de la segunda Cámara de los Estados Generales, el parlamento del Reino. Según las encuestas a pie de urna, el Partido por la Libertad (PVV) de Geert Wilders, aliado incondicional del Front National francés, islamófobo y eurófobo, no lograría más de 20 escaños y un 13,1 % de votos; es decir, 5 escaños y 3 puntos más que en 2012. Un auge modesto que no le permite igualar su resultado de 2010 (15,7 % de votos) y menos aún luchar por el primer puesto, ocupado por los liberales del VVD del primer ministro saliente Mark Rutte, al que se le otorga el 21,3 % y 33 escaños.

Un PVV a falta de energía

De forma clara, las encuestas de estos últimos daban cuenta de una pérdida notable del PVV que ya había sido sobreestimado en 2012 y 2014. Sin embargo, todos los media, sobre todo los extranjeros, continuaban subrayando el “riesgo” de una “victoria” de la extrema-derecha. Un riesgo poco probable, sin embargo, ya que, incluso situándose a la cabeza, el PVV hubiera sido incapaz de gobernar si tenemos en cuenta el “cordón sanitario” del resto de los partidos y la dispersión del electorado reforzada por u sistema proporcional integral en Holanda. Así pues, el riesgo del PVV no era real. Pero se le ha dado coba, dejando aparte un hecho verificable y confirmado este 15 de marzo en urnas holandesas: la derrota de la coalición [gubernamental] saliente, una de las más ortodoxas de la historia holandesa en lo que respecta al plan presupuestario, que ha impulsado una política de austeridad muy costosa para la sociedad holandesa.

Coalición sancionada

Esta derrota es evidente: el VVD pierde cinco puntos y 8 escaños y los socialdemócrtas del PvdA, el partido de Jeroen Dijsselbloem, pierden 19 puntos, pasando del 24,8 % al 5,7 %. Jamás este partido se había situado tan bajo en unas elecciones en Holanda. Los Socialdemócratas deberán conformarse con 9 escaños de los 38 que obtuvieron en 2012. Es algo más que un castigo. ¡Es una bofetada! ¡En conjunto, la coalición saliente pierde 24 puntos, casi la mitad del resultado obtenido en 2012! Este es el hecho relevante de estas elecciones, mucho más relevante que el ascenso del PVV. Ahora bien, esta derrota tiene su origen, evidentemente, en el rechazo a la política de la coalición, mitigada en el caso del VVD por la posición de Mark Rutte que se ha beneficiado de la crisis con Turquía. Pero la base de la política de esta coalición se puede resumir en una palabra: vuelta al equilibrio presupuestario.

Balance económico

Concentrándose en el ascenso del PVV, se evitaba hablar de esa realidad. Lo que daba pie a una seudo “explicación cultural” del ascenso de los populismos en “un país que funciona bien económicamente”. Pero la realidad es que el pueblo holandés ha rechazado la política económica de la coalición, a la que ha castigado y que, por tanto, el país no se funciona tan “bien” como da a entender una tasa de crecimiento inflada debido a las reexportaciones desde Rotterdam y los efectos vinculados a las ventajas fiscales concedidas a las multinacionales. El paro ha vuelto al nivel de 2012, un nivel mucho más elevado que en la década precedente y que aumentó mucho hasta 2014. El trabajo a tiempo parcial alcanza puntos récord, las desigualdades se acrecientan y el riesgo de pobreza ha aumentado. El problema de muchos holandeses no es el Islam o la inmigración, es su nivel de vida. Es lo que han manifestado en las urnas este 15 de marzo.

Derrota socialdemócrata

Así pues, una vez más, un partido socialdemócrata que aplica una política de austeridad (Jeroen Dijsselbloem, en tanto que ministro de finanzas, la ha aplicado a conciencia) ha sido sancionado gravemente. Esta derrota hace pensar en la del Laborismo en Irlanda en febrero de 2016, que cayó al 6 % de los votos, y también en la del Pasok griego, que se sitúa al mismo nivel. Inevitablemente, este resultado debería hacer reflexionar a los partidarios de una “izquierda moderna” proclive a las “reformas estructurales” y a la austeridad para el supuesto “beneficio” del “pueblo llano”.

En realidad, el PvdA no ha sabido conservar su clientela tradicional. Al contrario, lo ha sacrificado en el altar del rigor presupuestario y de los “grandes equilibrios”. Lógicamente, ese electorado le ha abandonado. Es verdad que la izquierda anti-austeridad y euroescéptica del Partido Socialista (SP) no se ha beneficiado de ello y pierde ligeramente (14 escaños contra 15), pero la izquierda ecologista de Groenlinks (GL) ha recuperado lo fundamental del voto socialdemócrata, pasando de 4 a 14 escaños. Este partido pro-UE es contrario a la austeridad y se sitúa allí donde se situaba hace cinco años el PvdA con un programa parecido. Por otra parte, recupera los bastiones del norte del país.

La misma objeción para los liberales de “izquierda” del D66, que logran 19 escaños, es decir 7 más que en 2012 con el 12,1 % y que, ellos también, eran muy críticos con la política económica de la coalición gubernamental.

Dispersión

Más aún. Como en muchos otros países sometidos a la austeridad, las elecciones holandesas muestran un fuerte dispersión del electorado y un reforzamiento de los pequeños partidos. Así, el Partido de los animales (PvdD) gana de 3 a 5 escaños, el partido que defiende el multiculturalismo, Denk, reciend llegado, obtiene 3 escaños, el partido de los jubilados +50 obtiene entre 2 y cuatro escaños… En total, 8 escaños más que sustraerán a las grandes formaciones y que prueba que las políticas sociales duras conducen a un sentimiento de pérdida de referencias que alimentan votos “marginales”.

El verdadero reto

Por tanto, el reto de estas elecciones no estaba en lo que los observadores internacionales habían martilleado desde hace semanas: no se trataba de un debate en torno al Islam o la inmigración, sino sobre todo de la naturaleza de la política económica y social. Es verdad que los holandeses saben que una economía abierta como la suya tiene poco que ganar con la salida del euro o de la UE. Y eso es lo que explica la débil resultado del PVV y del SP. Pero ellos también exigieron una política económica más equilibrada y menos portadora de la violencia que Europa ha podido constatar con la actitud de Jeroen Dijsselbloem hacia Grecia desde 2015. Los holandeses son moderados y la política de la coalición no lo era. Han rechazado a PVV y al SP, pero también al VVD y al PvdA. De ahí el ascenso de la CDA, cristiano demócrata, una de las madres del modelo social holandés, con 19 escaños, de D66 y de GoenLinks. Partidos pro-europeos pero críticos sobre la política del gobierno saliente. La nueva coalición que se vaya a formar, sin duda con al menos 4 partidos, deberá tener en cuenta esta lección, la verdadera, de las elecciones en Holanda.

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