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Historiador Felipe Portales: “La población tiene que desengañarse rápidamente” del acuerdo constituyente

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POLITICA

por Paul Walder

El historiador y sociólogo Felipe Portales, autor de libros que derriban los mitos sobre la historia de Chile, ha escrito numerosos ensayos sobre otros mitos, los de la transición chilena posdictadura. Un periodo, un proceso marcado por acuerdos ocultos, silenciados, que tienen como eje central la derechización de la exconcertación y su sumisión, bien voluntaria, por cierto, a los intereses de la derecha.

Esta escena no ha cambiado. Y probablemente no cambiará. Tras el estallido social y la rasgadura de vestiduras de la clase política, la hoy oposición se ha visto muy cómoda en la suscripción de nuevos acuerdos con la derecha en el gobierno y en poner en marcha un proceso constituyente lleno de omisiones y discontinuidades. En medio de esta euforia de las clases dirigentes, el historiador advierte que se están rehaciendo pactos de manera urgente para dejar las cosas, aquellas que le importan de verdad a la derecha, al capital y sus representantes, tal como están. Un cambio en la forma, sin duda, que no mueva mucho lo esencial.

En un reciente artículo dedicado al acuerdo constituyente haces una especial crítica al quórum de 2/3 para la aprobación de artículos constitucionales. Esto significa que la minoría de un tercio tiene el poder de vetar todas las propuestas ajenas a sus intereses o a los de sus representados. En tu artículo, dices que no te sorprende, porque la exConcertación y exNueva Mayoría se han sentido muy cómodas bajo estos vetos impuestos por la derecha desde los inicios de la transición. ¿Puedes explicarlo brevemente?

En efecto. La Concertación, desde fines de los 80, se derechizó claramente en su pensamiento económico, como lo reconoció crudamente el principal estratega y ministro de Aylwin, Edgardo Boeninger, en un libro escrito en 1997 (“Democracia en Chile. Lecciones para la gobernabilidad”). Y como según el mismo Boeninger aquello “no podía políticamente reconocerlo”, llegó a un acuerdo de Reformas Constitucionales con Pinochet a mediados de 1989, por el que solapadamente le regaló la mayoría parlamentaria a la futura oposición de derecha. De este modo, pudo decirle plausiblemente a sus bases, a partir de los 90, de que no disponía de las mayorías parlamentarias como para poder cumplir con sus compromisos programáticos de campaña. Lo que era cierto, pero decía lo anterior ocultando un hecho crucial: que no tenía dicha mayoría porque la había regalado… Y todo esto ¡todavía hoy lo ignora la generalidad de la sociedad chilena!

¿Crees que la oposición no debió haber firmado un acuerdo con ese alto quórum?

Bueno, en realidad la exconcertación desde 1989 se ha ido convirtiendo crecientemente en un conglomerado subordinado a la derecha y, particularmente, a la derecha económica. Así que no nos debiese extrañar que le esté regalando nuevamente a la derecha propiamente tal un antidemocrático poder de veto. Esta vez, para la elaboración de una nueva Constitución. Hace ya mucho tiempo que la exconcertación abandonó principios democráticos básicos como el de mayoría. E, incluso, está abandonando el sentido común más elemental al convertir 34 en más que 66. Lo que resulta escandaloso es que partidos del Frente Amplio se hayan sumado a ello. Y, por lo mismo, es natural que el Frente se haya finalmente quebrado en dos.

 Ante la grave situación que tu adviertes, que es una oposición con un ideario muy similar a la derecha, que se siente no solo muy cómoda sino que se ha beneficiado del modelo neoliberal, lo que podemos esperar es una constitución hecha a la medida del actual orden político y económico. ¿Es este escenario posible?

En la medida que la mayoría de la población no alcance a darse cuenta de este nuevo engaño, evidentemente que este escenario podrá darse. Y, desgraciadamente, en este plano ha sido funesto lo mencionado en el punto anterior. Esto es, que varios partidos del Frente Amplio se hayan plegado a este diseño. Agrava aún más la situación el que prácticamente todos los diarios, canales de TV y radioemisoras -por su estructura de propiedad que responde a grandes grupos económicos- ya se han convertido en caja de resonancia del carácter “democrático” del engendro acordado.

Quienes apoyan el acuerdo, muchos de ellos constitucionalistas, afirman que el veto rige para la derecha como para la hoy oposición, lo que no debiera inquietarnos. Fernando Atria afirma también que si no se llega a un acuerdo constitucional en determinado artículo, lo puede reemplazar una ley simple. ¿Estás de acuerdo con estas afirmaciones?

Esta es una gran falacia, porque si bien es cierto que la nueva Constitución partiría desde una hoja en blanco, ¡el país no va a partir en blanco! De este modo, el país autoritario-neoliberal que nos dejó Pinochet y que la Concertación legitimó, consolidó y perfeccionó es el que en el futuro (con nueva Constitución y nuevas leyes) se va a mantener o transformar. Para mantenerlo solo bastará 1/3; pero para transformarlo se requerirán 2/3… Por otro lado, Fernando Atria se equivoca o quiere engañarnos, puesto que buena parte de las disposiciones constitucionales del 80 (¡y, no nos olvidemos, asumidas por Ricardo Lagos y la Concertación en 2005!) se han traducido en leyes orgánicas constitucionales las que seguirán vigentes y que solo podrán ser transformadas por un quórum de 4/7, a menos que los 2/3 de la futura Asamblea lo modifiquen…

El poder de veto de la minoría invalida, evidentemente, el carácter democrático del proceso. Rompe flagrantemente con el principio esencialmente democrático de primacía de las mayorías.

 Es esta una de las críticas principales al acuerdo constituyente. Pero también están otras falencias, como la paridad de género, la nula representación de los pueblos originarios y la participación de independientes.

Efectivamente, sin ser disposiciones esencialmente antidemocráticas como el poder de veto del tercio, no es muy democrático en estos tiempos no establecer cuotas de género o de asambleístas de pueblos originarios. El establecimiento de cuotas de independientes parece mucho más problemático, porque también tendría que compatibilizarse con el establecimiento de la representación regional de los asambleístas y combinarlo con las cuotas de género y de pueblos originarios. Pero, insisto, aunque se encontrase una buena solución para estos temas, si se preserva el quórum de 2/3, finalmente todo será antidemocrático.

¿Estas falencias y el poder de veto de la minoría, invalidan el proceso constituyente?

El poder de veto de la minoría invalida, evidentemente, el carácter democrático del proceso. Rompe flagrantemente con el principio esencialmente democrático de primacía de las mayorías. Otra cosa es considerar loable que la Asamblea trate de no contentarse con una mayoría mínima y que se estimule en ella, incluso, un mayor consenso. Por ejemplo, estipulando que en primera instancia se aprueben todas las disposiciones que cuenten con los 2/3 de los asambleístas. Y que las que cuenten con un apoyo, entre mayoritario y de dos tercios, puedan ser “apeladas” por la minoría a una definición plebiscitaria (¡el pueblo es el soberano, en definitiva!), en la que el conjunto de los ciudadanos defina democráticamente entre las propuestas de la mayoría y de la minoría.

¿Las demandas de la población podrán resolverse con una nueva constitución?

Por cierto que definiciones constitucionales como la especificación de derechos económicos, sociales y culturales; conferirle al Estado un rol importante en la economía; la nacionalización del agua o de los yacimientos mineros (sin perjuicio de que puedan efectuarse concesiones administrativas al respecto); o el reconocimiento constitucional de los pueblos indígenas (entre muchas otras) podrán abrir la puerta para resolver efectivamente las demandas vitales más sentidas de la población.

Estamos en un proceso crítico. ¿Crees que es posible la repetición de acuerdos similares a los del 89-90?

Desgraciadamente, dado el gigantesco control del país que tienen los más grandes grupos económicos y la actitud servil hacia ellos de “las dos derechas” (como acertadamente las denominó hace ya muchos años el ex diputado Sergio Aguiló), aquello es lamentablemente muy posible.

¿Qué debiera hacer la población movilizada?

La población, en primer lugar, tendría que desengañarse. Y rápidamente…

por Paul Walder

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