Escribe: Milcíades Ruiz
Hace cincuenta años, marzo de 1967, una noticia resplandeció el mundo. La lucha armada guerrillera había estallado en Bolivia, presumiéndose la presencia del “Che” Guevara con el nombre de combate “Ramón” al mando de los rebeldes. Era el inicio de una gesta de trascendencia histórica que terminó dramáticamente en octubre de ese año dejando inconclusa la misión que fue su razón de ser. No obstante el tiempo transcurrido, este suceso ha quedado para la humanidad como una herida abierta.
Del dolor de esa herida, emana como fumarola la figura inmortal del “Che” que el pueblo lo enarbola de mil maneras en su vestimenta, en sus cuadros de pared, en sus adornos y podemos verla en los camiones que circulan por todas las carreteras como lo sentimos en nuestros corazones porque sus ideales siguen vigentes, toda vez que la humanidad no ha podido ser liberada todavía de la opresión imperialista que era el propósito de esa misión histórica.
Mucho antes, ya había sucedido con la lucha de Túpac Amaru II que tampoco pudo culminar su propósito de liberación del pueblo nativo, cautivo de la opresión colonialista. Pero igualmente hasta ahora, el pueblo no se resigna y guarda por siempre en su memoria la imagen que representa sus aspiraciones ancestrales. Ni la crueldad de los opresores colonialistas, que hicieron de todo para borrarlo de la historia, ha podido impedir que generación tras generación, por más de dos centurias, aún su figura heroica se mantenga vigente como estandarte popular.
De ambos sucesos, han quedado sentimientos muy profundos anidados como volcanes latentes que pueden erupcionar en cualquier momento si adquieren las condiciones apropiadas para la explosión social. Es que los procesos sociales de cambio histórico suelen estar precedidos de sucesos precursores que se adelantan a la época cuando hay posibilidades. Por supuesto que sus abanderados no lo hacen pensando así, sino convencidos de la victoria. Y en esta lógica se entiende el famoso lema del “Che”: “Hasta la Victoria, Siempre”
Y pudo ser determinante su iniciativa para conseguir el cambio a un mundo socialista, dadas las condiciones favorables existentes en su época. No había seguridad plena, pero las posibilidades estaban allí, y había que intentarlo. Valía la pena arriesgar la vida por este ideal. Y así fue. No se trataba de salvar de la opresión capitalista a una sola nación sino, a toda la humanidad. ¡Y cuántos sufrimientos de millones de personas se hubieran evitado si la estrategia de crear muchos Vietnam para derrotar al imperialismo hubiese culminado exitosamente! ¿Hemos pensado en ello para valorar el arrojo heroico del Che y sus acompañantes?
Hoy vemos el mundo de manera diferente, pero la tarea del Che sigue pendiente bajo responsabilidad de quienes compartimos los ideales de liberación social. Sabemos con certeza que tarde o temprano el ciclo histórico del capitalismo llegará su fin por ley natural, pero no deberíamos cruzarnos de piernas ni de brazos esperando que ese momento llegue por sí solo. He allí, el ejemplo de consecuencia revolucionaria que nos legó el Che.
Los procesos pueden acelerarse como también retardarse por la acción y la inacción de agentes catalizadores. Si somos conscientes de nuestro rol histórico tenemos que hacer algo para salir del marasmo en que nos encontramos. Si no lo hacemos, todo seguirá igual para beneplácito de nuestros opresores. Hemos perdido capacidad de acción pero tenemos el compromiso ideológico de recuperarla con iniciativas que por más pequeñas que fueran pueden despertar otras que por acumulación prendan el fuego revolucionario expansivo que nos permita culminar las metas pendientes.
Y claro que lo podemos hacer, reuniéndonos para meditar e intercambiar ideas sobre la situación política mundial, nacional y local como también, sobre la situación particular de cualquier grupo político. ¿Cómo estamos y cuáles son las perspectivas? No nos conformemos con solo el homenaje a la heroicidad del Che, muy merecido por cierto. Pero podemos aprovechar la ocasión para generar compromisos con miras a recuperar esa voluntad de lucha que hemos perdido.
Tenemos que despojarnos de los reflejos condicionados con que el poder capitalista nos ha sumido en la alienación para que nos adaptemos a su amaestramiento. No más pasividad cómplice de la opresión. Tenemos que romper el aislamiento, propugnando todo tipo de encuentros para dialogar sobre las condiciones actuales de la comunidad planetaria y las perspectivas de la lucha popular. Retomemos el debate ideológico que ha sido abandonado.
Si queremos analizar la situación en que nos encontramos para plantearnos objetivos para el corto, mediano y largo plazos, la estrategia a seguir y los métodos de lucha, el materialismo dialéctico nos ayudará a entender e interpretar los acontecimientos partiendo de la concepción filosófica de que toda existencia es al mismo tiempo causa y efecto en la diáspora infinita de interacciones que suceden en todo momento, en todas dimensiones.
Cada acción es impulsada por una fuerza y el encuentro de fuerzas ocasiona colisiones y fusiones de todo calibre que a su vez originan otros sucesos de mayor o menor dimensión. Esto determina que todo suceso tenga una historia de antecedentes en la que encontramos acciones de fuerza que por su predominio determinan el curso de los acontecimientos.
En cualquier ámbito de acción, el predominio de una fuerza determina un momento histórico que puede ser de corta o de larga duración según las condiciones que la sustenten. Estas condiciones provienen de factores internos y externos, favorables o no. Observando o estudiando el comportamiento de estas fuerzas podemos deducir las tendencias en el desarrollo de los acontecimientos en el devenir histórico.
Muchos hemos tenido la oportunidad de nutrirnos ideológicamente de los debates universitarios, institucionales, de cafetines, calles y plazuelas. Pero desde que los tanques del ejército tomaron posesión de las universidades en la década de 1990, hubo un vacío de terror que cortó la formación de líderes que hoy tanta falta le hacen a la patria. De allí la necesidad de crear espacios para que se forjen las dirigencias del futuro dando oportunidad a los jóvenes valores a fin de que desarrollen sus capacidades con solidez ideológica.
Si nos miramos la cara y alzamos la mirada al conjunto de la izquierda ¿Cuántos compañeros tenemos con capacidad de gobernar el país? ¿Con quienes contamos para conducir los ministerios y dependencias estratégicas del Estado? ¿Cuántos están en capacidad de hacer un buen gobierno socialista en los niveles nacional, regional y local? ¿Es la bancada del Frente Amplio, lo mejor que tenemos? ¿Las dirigencias están en condiciones de asumir su rol histórico? Pues entonces, si queremos gobernar debemos estar preparados. De lo contrario, sería desastroso tomar el poder para fracasar.
Quizá la forma de expresarme no haya sido la más apropiada. No pretendo ser inmaculado ni me creo con más derecho que ustedes para llamar la atención sobre esta temática. Pido disculpas por la impertinencia.
Finalmente, en el “Día Internacional de la Mujer”, rindo homenaje a Haydé Tamara Bunke Bider – “Tania”, que entregó su vida a la causa de la revolución socialista muriendo en combate en la guerrilla del Che el 31 de agosto de 1967. Era una joven compatriota de Carlos Marx que siguió la doctrina socialista desde muy temprano militando en
el partido socialista alemán. Trabajó en Cuba revolucionaria con la Federación de Mujeres Cubanas y, militó en el partido comunista cubano hasta incorporase a la guerrilla del Che.
A ella y a todas las mujeres que de una u otra manera han participado y participan políticamente defendiendo los ideales populares va mi más ferviente homenaje.
Marzo 2017