Por María José Tapia, madre de Diego Lastra Tapia
LE MONDE DIPLOMATIQUE, Edición chilena 31 de diciembre de 2020
Se cumple un año desde que a mi hijo Diego Lastra Tapia le arrebataran su ojo izquierdo en las inmediaciones de la Plaza Dignidad por estar protestando y soñando con un mundo mejor. Se cumple un año de dolor, se cumple un año de rehabilitación, se cumple un año de estar pensando cómo pasó todo, se cumple un año en el que el tiempo tiene otro ritmo y nuestras vidas otro color. Mientras tanto el gobierno y sus lacayos siguen impunes, dejándonos con la eterna sensación de que se siguen riendo de nosotros, ha pasado un año y ellos siguen teniendo las manos manchadas de sangre, siguen acumulando heridos, con más de 450 mutilaciones oculares a la fecha, no se han responsabilizado ni han dado alguna respuesta decente a ninguna familia, al final del día somos nosotros los que hemos tenido que hacernos cargo de todo, mi hijo ya no es el mismo, nosotros tampoco, todos cargamos con su herida, de cierta forma cuando le dispararon a él nos dispararon a nosotros, a todos nos mutilaron algo, las autoridades no se dan cuenta que mutilaron a 17 millones de personas, este país jamás será el mismo, la sangre ha cambiado una vez más la geografía de las calles y nuestra historia.
El gobierno no le toma el peso al daño que está generando, menos aún al daño emocional, psicológico y material que esto tiene para las familias y los seres queridos alrededor de sus víctimas, ellos alegan de los destrozos materiales, pero el destrozo humano es mucho más fuerte y jamás se puede recuperar, el material sí, y bueno esas siempre han sido sus prioridades, y contra esas prioridades se levantó un país entero reclamando justicia, igualdad y dignidad.
Al presidente claramente le quedo grande el poncho, su actuar ha sido nefasto y eso lo podemos ver todos excepto el 6% de la población, por suerte ahora todos sabemos quiénes son ese 6% y el plebiscito nos mostró en qué comuna se encuentran, el 6% para el que siempre han gobernado. Nosotros no olvidaremos esto, no olvidaremos quiénes son los que están detrás de sus disparos, no olvidaremos el toque de queda y sus militares, no olvidaremos sus montajes, no olvidaremos que esto fue una dictadura, no olvidaremos sus burlas, no olvidaremos aunque queramos olvidar, porque han cambiado nuestros rostros y nuestras vidas.
Como familia nos hemos visto enfrentados a muchas dificultades a raíz de esto, no solo por gastos médicos, de rehabilitación y el tiempo que nos han hecho perder, sino también, tener que enfrentarnos a todos los cambios cotidianos que brotaron en nosotros. Por suerte mi hijo es fuerte y me hace mantener viva la esperanza, sé que él hace parte de una juventud que no bajará los brazos por miedo, que no dejarán que las cosas vuelvan a estar como antes.
Gracias a la valentía de toda una juventud el país ya no es el mismo y va a cambiar, es inevitable y la elite política y económica lo sabe, están desesperados haciendo sus últimos intentos de mantener sus privilegios, y es muy probable que lo mantengan por un tiempo más, pero sé que aquí se abrió una puerta que nadie podrá volver a cerrar, cambiará la constitución, cambiará la democracia, cambiará la política y la participación de la gente, cambiará la economía del mundo, eso es inevitable porque el sistema está en crisis y cambiará, pero de nosotros depende que esos cambios sean hacia un lugar más humano y amoroso, más digno para todos. Mi llamado es por mi hijo, porque creo en sus sueños, y por todos esos jóvenes que lucharon por un país mejor y fueron mutilados, torturados, asesinados y detenidos injustamente.
Que no quede impune la violación a los Derechos Humanos.
¡Exigimos verdad, justicia y reparación para él y todos los resistentes de trauma ocular!
María José Tapia,
Madre de Diego Lastra Tapia.