Peter Taaffe, Secretario General del Socialist Party.
CIT en Inglaterra y Gales
31/10/2016
Mediante el apoyo de las masas, Jeremy Corbyn ha repelido el intento de golpe de estado de los parlamentarios blairistas del ala de derechas y de sus seguidores, incrementando su mayoría en las segundas elecciones a la dirección laborista en doce meses.
El laborismo de derechas —y tras él los estrategas del capitalismo británico— aún continúan sin aceptar su triunfo, lo que significa que la “guerra civil” que se desató en el partido después de su elección continuará sin tregua. La razón principal se encuentra en la determinación del grupo parlamentario laborista pro-capitalista y de sus seguidores, apoyados por unos medios de comunicación mercenarios, en mantener su ofensiva sin descartar una tercera tentativa para desbancar a Corbyn.
Si de nuevo fracasa su intento de reemplazar a Corbyn, confían en que unas elecciones generales anticipadas hagan el trabajo por ellos. Esperan que los Tories [Partido Conservador] ganen las elecciones y, como consecuencia, Corbyn sea apartado. En este sentido son unos “derrotistas contrarrevolucionarios”. Pero ante la explosiva situación social en la que se encuentra Gran Bretaña, junto con la confusión reinante en las filas tories sobre Europa y otros temas, ¡es posible que el Partido Laborista encabezado por Corbyn gane las elecciones!
¿Cómo gestionó Corbyn su colosal triunfo en la conferencia del Partido laborista? Él y su principal aliado, John McDonnell, junto con sus seguidores del grupo Momentum, intentaron conciliar con la derecha ofreciéndoles un ‘camino de regreso’. Este ha sido el patrón a lo largo de la historia laborista. En esas raras ocasiones en las que ganó la izquierda reformista, jamás ha conseguido capitalizar la victoria. Sin embargo, cuando la derecha gana el predominio se deja la piel para aislar y aplastar a la izquierda, como nos ocurrió en las purgas y expulsiones de los años ochenta, primero contra Militant y después contra el resto de la izquierda, incluidos los seguidores del fallecido parlamentario de izquierdas Tony Benn.
Corbyn se arriesga a seguir ese modelo con el ofrecimiento que ha hecho de incluir a la derrotada derecha laborista en su equipo (el llamado “gabinete en la sombra” ), mientras la mayoría de los trabajadores que giran a la izquierda o se acercan al Partido Laborista desean ‘anular la selección’ —destituir— a los parlamentarios blairistas y sus socios ideológicos que representan un caballo de Troya capitalista dentro del Partido. Pero como repetidamente ha señalado el Socialist Party —antes Militant— “la debilidad invita a la agresión”.
La derecha ni siquiera esperó a que terminara la Conferencia del Partido en Liverpool para enseñar los colmillos. El vicepresidente del Partido Laborista, Tom Watson, alrededor del cual se ha reunido el ala derecha, utilizó su discurso ante los delegados para atacar a Corbyn. Alentado por los medios de comunicación capitalistas, pretende preparar el terreno para el regreso del ala de derechas exigiendo el reestablecimiento del sistema previo de elección del gabinete en la sombra, que pondría el poder en manos de los parlamentarios de derechas y recortaría el de Corbyn y la izquierda, mientras que al mismo tiempo privaría de derechos fundamentales a los militantes.
La amenaza “silenciosa” del trotskismo
Unas semanas antes de la conferencia, Watson atacó a los presuntos “trotskistas entristas”, en particular a los miembros de nuestro de partido, el Socialist Party. Su acusación se basaba en que supuestamente estábamos uniéndonos al laborismo y utilizando métodos de “presión” ¡para ganar a los más de 600.000 afiliados laboristas, particularmente a los jóvenes! Jeremy Corbyn públicamente calificó esta idea como una “estupidez”, pero con el fin de reforzar su acusación, denunciaron que en los años ochenta Corbyn apoyó una moción parlamentaria defendiendo que el gobierno ruso debía rehabilitar a Trotsky.
Desde el Socialist Party respondimos al relato de Watson sobre el “complot siniestro” de los trotskistas “silenciosos” y otros que buscan infiltrarse en el partido, de una manera abierta. Declaramos nuestra disposición a entrar en el laborismo, si se nos daban los mismos derechos que, por ejemplo, el Partido Cooperativo que lleva afiliado al Partido Laborista desde 1927. Esto refleja el carácter abierto y federal que tenía el Partido Laborista cuando se formó. Socialistas, marxistas, sindicalistas que formaron la espina dorsal del laborismo, debatían y discutían entre sí sobre cómo construir el Partido y convertirlo en un arma efectiva contra el capitalismo dentro de una federación flexible pero eficaz.
Esta forma de organización es bastante común hoy entre los trabajadores europeos, especialmente en el sur de Europa: Grecia, España, Portugal, etc. En Gran Bretaña, sin embargo, este modelo fue destruido en el Partido Laborista debido al ascenso de la derecha laborista, sobre todo a partir de los años veinte del siglo pasado. Optaron por una forma de organización más burocrática y centralizada, empezando por la exclusión y expulsión de los miembros del Partido Comunista.
Como Socialist Party hemos utilizado este ataque para familiarizar a un sector más amplio de jóvenes y trabajadores con las verdaderas ideas de León Trotsky, la democracia obrera, el internacionalismo y el socialismo. Además, defendemos que sean readmitidos el resto de expulsados en la década de los ochenta y posteriormente. Entre ellos el Comité de Redacción de Militant y nuestros heroicos compañeros del Ayuntamiento de Liverpool , cuyo único ‘crimen’ fue que ellos y muchos otros se mantuvieron firmes y con éxito en la defensa de la clase obrera. Recordemos que el movimiento obrero estaba con Militant y los 47 concejales del Ayuntamiento, y que derrotamos a Thatcher obligándola a hacer concesiones significativas. Fue también Militant, y no la dirección laborista, quién organizó y encabezó la lucha contra el Poll Tax que fue otra nueva derrota para Thatcher. El movimiento movilizó a 18 millones de personas opuestas a pagar el impuesto, y conseguimos que tanto el Poll Tax como la misma Margaret Thatcher —conocida como la Dama de Hierro— pasaran a la historia.
Ahora, nuestra respuesta a la derecha laborista también ha tenido un efecto importante, influyendo en muchos jóvenes y trabajadores —particularmente en los sindicatos donde tenemos una influencia significativa— para que apoyaran el desafío que representaba Jeremy Corbyn. En el Consejo Ejecutivo del UNITE, el mayor sindicato de Gran Bretaña, jugamos un papel decisivo para que el sindicato apoyara a Corbyn. Lo mismo sucedió en el principal sindicato de empleados públicos, el Public and Commercial Services (PCS), donde tenemos una posición importante, y en muchos otros sindicatos.
Al discurso de Jeremy Corbyn en la conferencia laborista, donde atacó al capitalismo y defendió el “socialismo del siglo XXI”, siguió el repetitivo mantra blairista de Tom Watson, e incluso sugirió que el Partido Laborista en realidad no era “hostil al capitalismo” y a las “empresas”. Esta idea representa la negación ideológica de la razón básica por la que, en primer lugar, se fundó el Partido Laborista a principios del siglo XX.
Fue precisamente el hecho de que las organizaciones de la clase obrera — los sindicatos— no fueran suficientes para luchar contra el impacto que en los salarios y las condiciones de vida provocaba un capitalismo estancado, lo que motivó la ruptura del Partido Liberal y que se dieran los primeros pasos hacia la formación de un Partido Laborista específico. Hasta entonces, los trabajadores miraban al el Partido Liberal como un medio para conseguir unas mínimas concesiones.
La Cláusula Cuatro y la defensa del socialismo
El cambio del carácter del capitalismo británico significó que los liberales ya no eran capaces de cumplir esa tarea. De ahí el movimiento hacia la formación de un partido de los trabajadores separado, el Partido Laborista, que representaba un rechazo implícito al capitalismo y que en el período posterior a la Revolución Rusa defendía el socialismo. Esta posición fue consagrada en los estatutos tanto del Partido Laborista como muchos de los sindicatos industriales de Gran Bretaña, algunos de los cuales todavía lo incluyen.
Desde el principio, la clase dominante se opuso enconadamente a este proceso y presionó al ala de derechas del Partido Laborista para eliminar de los estatutos la aspiración histórica al socialismo. En 1959 un antiguo dirigente laborista, Hugh Gaitskell, intentó eliminar de los estatutos la conocida como “Cláusula Cuatro”, que defendía la propiedad pública, pero fue derrotado por la presión de la base laborista y los sindicatos. La contrarrevolución de Tony Blair cumplió los deseos de la burguesía. En realidad, creó un nuevo partido, el “Nuevo Laborismo”, borrando de él todos los elementos de izquierda y socialismo. El blairismo se convirtió en una tendencia internacional de procesos similares dentro de los partidos y organizaciones obreras, reforzado por el efecto ideológico que tuvo el colapso del estalinismo.
Desde sus inicios, el Partido Laborista —en palabras de Lenin— fue un partido burgués de trabajadores: su base de masas formada por trabajadores, especialmente de los sindicatos, mientras su dirección tenía un pie en el campo del capitalismo. Blair lo cambió todo y, como señala algún comentarista burgués, creó un “partido capitalista”.
Maniobra fallida de los blairistas
La insurgencia de Corbyn representa un intento de hacer retroceder la rueda de la historia, para restablecer y refundar un nuevo partido obrero. Fue una manifestación particular de la ley de consecuencias no deseadas. Corbyn se benefició de un cambio en los estatutos del laborismo al que se opuso la izquierda, mientras la derecha, incluido Blair y sus seguidores, inicialmente lo apoyaron con entusiasmo. Permitía por primera vez que trabajadores y jóvenes que no militaban en el partido se convirtieran en “miembros no asociados”, con el derecho a voto en las elecciones a la dirección, ¡por el precio de una pinta de cerveza!
Blair aclamó la medida y lamentó no haber introducido él una propuesta similar, consagrando la idea de “una persona un voto”. La intención de sus autores era reducir aún más la influencia de los sindicatos en el Partido Laborista y anular el efecto de su voto colectivo. Por esta razón, inicialmente, el Socialist Party se opuso a la aprobación de esta medida.
Sin embargo, la vida es más rica que la más rica de las teorías. El descontento entre las masas de la juventud y los trabajadores, alienados totalmente por la austeridad del capitalismo neoliberal, se apoderó de este instrumento: cientos de miles se “unieron” al Partido Laborista. El proceso arrastró a Jeremy Corbyn, hasta entonces una figura aislada de la izquierda, y le aupó a hombros de un movimiento que sólo puede ser descrito como una insurrección de masas: a través de una serie de mítines masivos fue impulsado a la dirección laborista. La nueva correlación de fuerzas favorable a la izquierda se reveló en que Liz Kendall, una abierta blairista de derechas, consiguió un modesto 4,5% del voto en la primera victoria de Corbyn.
La victoria de Corbyn fue, al mismo tiempo, una expresión retrasada del impacto de la crisis económica mundial de 2007-2008. Sus efectos en Gran Bretaña, todavía no a la escala del Estado español o el Sur de Europa, están devastando los niveles de vida, además de empobrecer aún más a la clase obrera y lo sectores más desfavorecidos. El ‘grupo de expertos’ de la Resolution Foundation reveló que 6 millones de familias trabajadoras se encuentran entre la mitad más pobre de la población y han experimentado “desde el crack de 2008 una pronunciada degradación de sus ingresos… Acompañado de un aumento significativo del coste de la vida, especialmente la vivienda… El incremento de los costes de la vivienda desde el cambio de siglo es el equivalente a 14 puntos sobre la base del impuesto sobre la renta. Es enorme. No es extraño que estén descontentos con el statu quo”. (Observer. 2/10/2016)
Enfrentada a la realidad de la victoria de Corbyn, la derecha se preparó para organizar un nuevo golpe que al final fue derrotado. Corbyn ha ganado en dos ocasiones, pero en lugar de consolidar su victoria yendo más a la izquierda, ha ofrecido puestos a la derecha en su nuevo “equipo” parlamentario.
La historia demuestra que los golpes de Estado fracasados se repetirán si la situación que ha llevado a ellos se mantiene, a menos que los conspiradores sean derrotados de una manera firme. Esto no es menos cierto en los partidos que en los naciones. La historia del Estado español y de su movimiento obrero da fe de esta afirmación. Los trabajadores españoles saben bien de la desastrosa política del gobierno de Frente Popular, que el 19 de julio de 1936 pretendió llegar a un acuerdo con los generales Franco y Mola, y con su capitulación prepararon el terreno para la derrota militar y el estrangulamiento de la Revolución Española.
La derecha laborista por supuesto no son fascistas y sus intentos no tienen la misma escala. Pero son parte del campo capitalista y se oponen visceralmente al socialismo, en particular después del largo período de dominio blairista en el movimiento obrero británico. Si ahora no se aprovecha la oportunidad de girar a la izquierda en la organización y en la política, entonces, con la ayuda de la burguesía, puede reaparecer en escena.
Al principio, la clase dominante británica y su prensa, como el Financial Times, pidieron a la derecha blairista que preparara una escisión y formara un nuevo partido, como el Partido Socialdemócrata a principios de los años ochenta. Sin embargo, la vacilación de Corbyn y de sus seguidores, y el 38% de los votos conseguidos por Owen Smith —el oponente de Corbyn en las elecciones a la dirección— han animado a la derecha que creer que es posible su regreso.
El giro a la derecha de la socialdemocracia
La derecha laborista viste la misma ropa ideológica que los socialdemócratas en el resto de Europa Occidental –Grecia, Francia, España, Italia, Alemania, Portugal, etc…−; la crisis económica de 2007-2008 ha socavado drásticamente su base social y las consecuencias aún perduran.
Los efectos de esta crisis, junto con los movimientos anticapitalistas presentes en todo el mundo y la podredumbre política de la dirección de los partidos y organizaciones obreras socialdemócratas “tradicionales”, han llevado al surgimiento del “populismo” de izquierdas. Este es un término flexible empleado para describir un nebuloso fenómeno, no claramente de izquierdas, pero que apela a “los de abajo”.
Estos partidos y organizaciones transicionales, inherentemente inestables, pueden dar paso mediante escisiones a una forma más definida de reformismo de izquierdas. Contienen elementos del pasado junto con ideas inmaduras y fuerzas del futuro. Por eso hemos descrito el Partido Laborista actual no como un partido socialdemócrata completamente de derechas sino como un partido con esas características, pero en el que ya se puede ver el esbozo de lo que serán nuevos partidos socialistas de masas más radicales. Dentro del laborismo hay dos partidos luchando por el control.
El giro decisivo hacia la derecha en las décadas de los ochenta y noventa, tuvo como consecuencia que el Partido Laborista se convirtiera durante décadas en un terreno infructífero de trabajo para los marxistas revolucionarios. “El trabajo dentro del Partido Laborista” era más una idea “teórica” que una realidad. Era imposible hacer un trabajo efectivo en una organización moribunda que, bajo el tutelaje de Blair y Brown, consiguió perder cinco millones de votos y cubrirse de vergüenza con crímenes como la guerra en Iraq, junto con la adopción de un violento programa neoliberal. Detrás dejaron una casta de pequeño burgueses, concejales y funcionarios desmoralizados, que apoyaron a Blair en el conflicto sangriento en Oriente Medio y en las agresiones a los niveles de vida de la clase obrera británica.
El Partido Laborista de Blair, en común con el PSOE en España y el PASOK en Grecia, junto a la mayoría de partidos “tradicionales”, giraron decisivamente a la derecha y ya no eran la voz de la clase obrera. En esta situación nosotros y otros como Arthur Scargill, el líder de la heroica huelga minera de 1984-85, defendimos un nuevo partido socialista de masas.
La aparición de nuevas formaciones políticas de izquierdas
Este fenómeno en líneas generales se materializó en varios países. Las expresiones más destacadas fueron el caso de Refundación Comunista en Italia a principios de los años noventa, y el nacimiento de Podemos en el Estado español en la actualidad. Pero en Gran Bretaña los sindicatos, particularmente los dominados por la derecha, se aferraron a lo que en su momento era una organización de trabajadores. Un proceso similar pasó en España, pero los últimos acontecimientos indican que el “Partido Socialista” (PSOE) se está desgarrando entre su ala abiertamente burguesa que quiere permitir la formación de gobierno a la derecha del PP, y los que están alrededor del saliente líder Pedro Sánchez que comprenden que esto representaría el beso de la muerte y la desaparición virtual del partido, como ha ocurrido con el PASOK en Grecia.
Nosotros esperábamos que la experiencia de la creación de nuevos partidos en Europa en determinado momento se pudiera repetir en Gran Bretaña. Sin embargo, aquí el proceso se atrasó excesivamente debido al arraigado conservadurismo de las cúpulas sindicales. Por tanto, llegamos a la conclusión de que no se podía descartar que surgiese una nueva formación política alrededor de una figura radical de la izquierda.
En septiembre de 2002 publicábamos lo siguiente en nuestra revista teórica mensual Socialism Today, y lo repetimos en víspera de las elecciones generales británicas de 2005: “En teoría, el marxismo nunca ha descartado que, debido al impacto de grandes acontecimientos históricos como una crisis económica seria y movimientos sociales de masas, los partidos ex socialdemócratas puedan girar radicalmente a la izquierda”.
El verdadero marxismo no tiene nada en común con el dogmatismo rígido que contempla sólo una forma posible de organización de la clase obrera. El capitalismo ha estado en crisis no desde los años 2007-08 sino desde antes, con elementos recesivos evidentes tras el colapso del boom económico de la posguerra (que se prolongó desde 1950 hasta 1974). Eso ha tenido un efecto profundo, ha cambiado el carácter de los partidos obreros y ex-obreros, que se han convertido en puntales del capitalismo.
En estas condiciones han aparecido nuevos partidos que después han colapsado rápidamente, en tanto no responden al deseo de cambio de la clase obrera. Syriza en Grecia pasó del 4,6% en las elecciones generales de 2009 a formar gobierno en enero de 2015. Las traiciones de su dirección han provocado una colosal caída de su apoyo y ahora es una fuerza muy debilitada tras la capitulación del gobierno Tsipras en julio de 2015.
Esta es una advertencia para la clase obrera. Los nuevos partidos si no elaboran un programa claro puede que no perduren: se pueden enfrentar a la atrofia y al colapso, o ser sustituidos por formaciones más radicales. El carácter de nuestra época de crisis galopante del capitalismo, en general, no permite formaciones estables. Tenemos en la actualidad elementos de los años treinta, objetivamente pre-revolucionarios, particularmente en el campo económico, aunque aún no se expresen totalmente en términos de la conciencia de las masas de la clase obrera. Las perspectivas a medio y largo plazo, por tanto, se pueden medir en meses en lugar de años. Esto se aplica tanto a Podemos en España como al Partido Laborista de Corbyn.
No es posible ningún acuerdo con la derecha blairista
El equilibrio inestable entre la izquierda y la derecha no puede durar mucho tiempo. O el proceso se empuja más hacia la izquierda, o la derecha se puede fortalecer y derrotar a la izquierda. La organización Momentum que rodea a Corbyn puede mantenerse firme o rechazar las demandas de las capas más conscientes de la clase obrera a favor de un movimiento inmediato contra la derecha tanto en ideas como en organización, en línea de una reconciliación con los blairistas. La ausencia de un mecanismo que permita remover a los blairistas, particularmente a los parlamentarios, significa dejar intacto el poder de la derecha para conspirar y socavar más a Corbyn, al que asestarán un golpe mortal cuando decidan que ha llegado el momento adecuado.
El carácter organizativo de un Partido Laborista amplio o incluso de una federación juega un papel crucial en el mecanismo que, en última instancia, ejerce el control y el poder efectivos, como ilustra la historia de los partidos obreros españoles. Se pudo ver antes y durante la revolución española, cuando Largo Caballero gozaba del apoyo de los trabajadores socialistas de base, pero no consiguió trasladar ese apoyo a las estructuras del partido.
En julio/agosto de 2016, Tony Saunois escribió lo siguiente en Socialism Today: “Las divisiones del PSOE entre estos dos sectores antes de la insurrección fascista iban en dirección a la escisión del partido. Prieto consiguió retrasar el congreso del partido. La ejecutiva prohibió el periódico de Caballero, Claridad, y reorganizó las agrupaciones controladas por él. Entonces, cuando estalló la revolución y la guerra civil, el ala de Caballero, a pesar de tener la mayoría en el PSOE, permitió a Prieto el control de las sedes del partido con la idea de ‘mantener la armonía’. Después desistió de dar más pasos para tomar el control del partido. Aquí tenemos lecciones para la Gran Bretaña actual y el intento de Jeremy Corbyn de apaciguar al ala de derechas blairista del Partido Laborista y no enfrentarse a ellos”. El representante de la derecha, Indalecio Prieto, mantuvo el dominio sobre la maquinaria del PSOE y la utilizó para fortalecer a la derecha y debilitar la influencia de la izquierda, y en consecuencia a la revolución española.
Es una ley que la clase obrera, particularmente en períodos de convulsiones profundas como las que experimentamos en la actualidad, está inconmensurablemente más a la izquierda que sus partidos de masas. Incluso las bases pueden estar más a la izquierda que la dirección del partido revolucionario. La realidad es que en Gran Bretaña los jóvenes que se han acercado en tropel al laborismo están más a la izquierda que sus “dirigentes”.
Owen Jones y Paul Mason son ejemplos típicos de lo que decimos, igual que los dirigentes de Momentum. Jones visitó España durante las últimas elecciones generales para apoyar a Podemos y tiene cierto perfil de portavoz semi-oficial de la izquierda en Gran Bretaña… hasta ahora. Jones ha girado a la derecha y, al igual que Paul Mason, se hacen eco de las demandas de la derecha de “unidad y la paz”, oponiéndose a la re-selección democrática de los candidatos a parlamentarios del partido antes de las elecciones. Recientemente afirmaba que “hay que resistirse… a la re-selección” (The Guardian, 26/09/2016). Jones defiende la petición de la derecha de que los parlamentarios permanezcan en sus puestos, pero de esta manera pueden maquinar y conspirar contra la revolución de Corbyn. Esto es música para los oídos de la derecha que han comparado el ejercicio de los derechos democráticos de la base con algo similar a enfrentar a los parlamentarios a un “pelotón de ejecución”.
Basta con comparar la posición de Jones y de otros con la de Lenny McCluskey, responsable del mayor sindicato UNITE y seguidor de Militant durante la lucha en Liverpool. McCluskey hizo un llamamiento a reactivar el socialismo en la conferencia del Partido Laborista con la declaración de que los parlamentarios que conspiraron contra Corbyn “habrían inducido a [la re-selección] de sí mismos”. ¡Inmediatamente fue criticado por Jon Lansman de Momentum!
Desde el principio, los dirigentes de Momentum se atribuyeron ser la dirección del movimiento de Corbyn basándose en su presunta “habilidad” en materia de organización, tanto en el Partido Laborista como en la organización y consolidación del triunfo de la izquierda. Pero desde el inicio se han opuesto a la re-selección, y su principal portavoz, Lansman, ha expresado su oposición a nuestra entrada en el Partido Laborista para apoyar el movimiento de Corbyn. En oposición a nuestro “socialismo revolucionario” como dijo, Lansman pretende restablecer la “socialdemocracia” como oposición al blairismo. Desde el Socialist Party le hemos preguntado que nos dé un ejemplo de un país en que el modelo “socialdemócrata” esté dando resultados.
Como hemos dicho, la socialdemocracia ha demostrado su impotencia y es completamente incapaz de llevar adelante reformas consistentes. ¿Por qué? No sólo por las deficiencias personales de la dirección –que son muchas− sino porque hoy el capitalismo no demanda reformas sino contrarreformas, como ilustran las experiencias de España, Grecia, Gran Bretaña y EEUU.
El Brexit y la rebelión contra la política de austeridad
El apoyo al “populismo” de izquierdas, que se refleja en los movimientos de Corbyn, Sanders y Podemos, manifiestan el ansia de cambio en una dirección radical y socialista, de la juventud en particular pero con sectores importantes de la clase obrera uniéndose a sus filas. El voto en Gran Bretaña a favor del Brexit en el fondo expresó una rebelión contra la elite por parte de la clase obrera y de sectores de las clases medias.
Percibían a la UE imperialista como uno de los causantes de sus desgracias y aprovecharon la oportunidad para golpear a la UE y a la clase dominante británica. Resulta increíble que sectores de la izquierda, incluso algunos que presumen de marxistas, defendieran el ‘NO’. Estaban de acuerdo con nuestro análisis de que la UE representa un proyecto neoliberal brutal. Su constitución pretende impedir que llegue al poder cualquier gobierno que desafíe el mercado y busque una solución socialista. Pero ¿por qué entonces defendían el ‘NO’? De manera pesimista razonaban que, si ganaba el ‘SÍ’, Boris Jonson saldría victorioso y provocaría un “carnaval de reacción”. Esa fue la posición, por ejemplo, de Paul Mason e incluso de dirigentes sindicales de la izquierda, igual que de minúsculas organizaciones “marxistas” que apenas son visibles en el remolino político que hoy vive Gran Bretaña.
El Socialist Party se posicionó firmemente en contra de la UE y a favor del ‘SÍ’, pero sobre una base socialista, internacionalista y de clase. Además, pronosticamos que la derrota del ‘NO’ sería un golpe mortal para el primer ministro tory David Cameron, que llevaría a su dimisión y, por tanto, se abrirían unas perspectivas favorables para la izquierda y las luchas de los trabajadores. Eso es lo que ha ocurrido, Cameron abandonó apresuradamente el gobierno pocos días después de la derrota.
Si Jeremy Corbyn y John McDonnell se hubieran opuesto a la UE, como hicimos nosotros en el referéndum sobre el Mercado Común en 1975, habría habido un cambio fundamental en la situación en Gran Bretaña. Podría haber preparado el camino para aumentar el apoyo al Partido Laborista, con los tories desorganizados y obligados a convocar unas elecciones generales donde el laborismo tendría la oportunidad de ganar, como han admitido incluso algunos comentaristas burgueses en el Financial Times. Corbyn, aprisionado por la camarilla parlamentaria de derechas, dio un apoyo tibio al ‘NO’ y fue muy criticado.
El resultado neto del referéndum ha sido la marginación de Boris Johnson y la llegada al poder de Theresa May. Pero después de una breve luna de miel, ya son visibles de nuevo las divisiones y escisiones sobre Europa y otras cuestiones dentro del Partido Conservador. Los medios de comunicación capitalistas han logrado concentrar la atención en las divisiones en el seno del Partido Laborista, pero no podrán ocultar las diferencias dentro de las filas tories: éstas tienen las proporciones del Gran Cañón y estallarán en el próximo período. Las negociaciones sobre el Brexit podrían terminar con la salida de Gran Bretaña de la UE, lo que tendrá repercusiones colosales en el partido tory y probablemente lo dividiría de arriba abajo. A su vez podría conducir a un cisma dentro del partido similar al de principios del siglo XIX a causa de las Leyes Corn y que les mantuvo fuera del poder durante décadas.
Por esa razón, después de la Conferencia laborista de Liverpool los capitalistas presionaron a la derecha para que permanecieran en el partido y formaran una organización similar a Momentum, denominada “Labour Tomorrow”, para contrarrestar a la izquierda. Los periódicos que apoyan a la derecha, algunos de ellos nominalmente “laboristas” como el Daily Mirror, sugieren la fecha tope de 2018; hasta ese momento Corbyn tiene una “oportunidad amplia” para demostrar, según ellos, su popularidad. Mediante unas encuestas amañadas, que ya se equivocaron con el referéndum escocés y en los resultados de las últimas elecciones generales, juzgarán a Corbyn, le considerarán “inaceptable” y esperarán a destituirle fácilmente como líder del laborismo.
La organización Momentum está entrando al juego de estas maniobras transparentes de la derecha. Aún hay capas conservadoras dentro de la clase obrera sobre las que espera basarse el ala de derechas de la socialdemocracia para sus batallas contra la izquierda. Tienen detrás a todas las fuerzas de la sociedad burguesa, incluidos los medios de comunicación y, potencialmente, a los sectores más conservadores de la clase obrera y las clases medias en las que se apoyan.
La batalla está en curso, la guerra civil continua y puede que no se resuelva rápidamente, pero en esta prolongada lucha el Socialist Party jugará su papel.
Las tareas del Socialist Party
Antes de los cambios efectuados por el movimiento de Corbyn, organizamos con éxito el Trade Unionist and Socialist Coalition (Coalición de sindicalistas y socialistas-TUSC) con el sindicato Rail Maritime and Transport (RMT), así como el Socialist Workers Party (SWP) y otros sindicados. Su campaña principal era luchar contra los recortes aplicados por los gobiernos laborista y tory.
El Socialist Party vinculó esta iniciativa, centrada particularmente en los sindicatos, a la lucha por un partido de masas de la clase obrera, lo que incluyó presentarnos en varias elecciones frente al laborismo. Pero cuando llegó el desafío de Corbyn a la dirección laborista, el Socialist Party le apoyó. Ahora, después del segundo triunfo de Corbyn, hemos propuesto al TUSC que “suspenda” la presentación de candidaturas en las próximas citas electorales, y de esta manera dar tiempo para que se lleven a cabo los cambios necesarios para la consolidación del triunfo de la izquierda en el laborismo, como la re-selección de parlamentarios.
Debemos admitir que la situación es muy fluida y no está garantizado que Corbyn y sus seguidores emprendan su propio camino contra la derecha. En la mencionada conferencia del Partido Laborista, a Momentum —a pesar de la supuesta “experiencia” en cuestiones de organización de sus líderes— le ganó la partida la derecha, que se consolidó con una pequeña mayoría en el Comité Ejecutivo Nacional, después de que Corbyn se abstuviese en una votación clave que dio dos plazas más a la derecha blairista por Escocia y Gales. Además, lograron pasar una resolución con otras propuestas organizativas, sin discusión ni debate adecuado, que prohíbe a los ayuntamientos defender “presupuestos sin recortes”. Esta fue la táctica que adoptamos en el Ayuntamiento de Liverpool en los años ochenta para derrotar los recortes y a Thatcher al mismo tiempo. Esta resolución puede ser utilizada ahora por los corrompidos concejales laboristas, la mayoría de los 7.000 ediles, que actúan como traidores y colaboran en la aplicación de los recortes del gobierno y la clase dominante.
Mientras estamos interviniendo para formar parte de lo que podría ser un gran giro a la izquierda del laborismo, esto no será a cambio de dejar de construir una alternativa revolucionaria de la clase obrera y la juventud para resistir el ataque del capitalismo, luchando por la transformación socialista de Gran Bretaña, Europa y el mundo.