A André Gide le corresponde el doloroso honor de ser el primer escritor célebre que, desde la izquierda, denuncia el régimen estalinista.
La expedición comenzará en Leningrado donde Gide se encuentra con otros viajeros, en particular con el joven escritor comunista holandés Jef Last con el que mantendrá una gran amistad (4). El 20 de junio, Gide aparece en la Plaza Roja al lado de Stalin, de Molotov y de otros altos dignatarios, y es el encargado de pronunciar la elegía fúnebre de Máximo Gorki. Esta es la situación cuando el 20 de agosto se opera un cambio en la posición de Gide. Sobre dicho cambio se han hecho diversas conjeturas, pero la más importante es la escenificación del primer proceso de Moscú en el que, la hipotética primera víctima, el propio Stalin, no es citado, y que concluirá con el fusilamiento, entre otros, de dos líderes de Octubre: Zinóviev y Kámenev. Pero el caso es que Gide manifestará su rechazo de una manera insólita: rechazando una invitación para ser recibido nada menos que por Stalin, el humilde “padre de los pueblos”. Su mayor informante en este terreno será Victor Serge, responsable junto con Panait Istrati del primer Retour sobre la Rusia de Stalin, escrito a finales de los años veinte.
En noviembre del mismo año aparece su Retour de l’ URSS, que causa una extraordinaria conmoción en los medios culturales.
Se ha dicho que en su libro no se ofrece ninguna información particular, y aunque confiesa que no ha leído a Trotsky, sus argumentos son en no poca medida coincidente con los de La revolución traicionada, que éste había publicado un poco antes. Pero aunque no se trata de una de sus obras más elaboradas, el libro es un modelo de sobriedad que se apoya llanamente en los datos empíricos y psicológicos que ha presenciado. Así por ejemplo se congratula por la humanidad y la simpatía de la población, de la ausencia de pobreza en las calles moscovitas, pero le aterra ante la falsedad de los funcionarios y la uniformidad generalizada. Obviamente también se rebela contra el hecho de que los homosexuales sean deportados por cinco años, un aspecto que se convertirá en uno de los flancos preferidos de los dardos estalinistas cuando será puesto en la picota como un “típico representante de la casta intelectual burguesa en descomposición” con el que antes gustaban de presumir.
Algunos de sus amigos de la izquierda como André Malraux, Jef Last o el inquieto Paul Nizan, le echaran en cara su inoportunidad estando por medio el ascensos de los fascismos, sobre todo en España donde todos se han comprometido en la primera línea.
Con la intención de contrarrestar los efectos del Retour, el Kremlín invitó al escritor judío alemán León Feuchtwanger que escribirá Moscú 1937 que no destacará ni por sus méritos literarios y mucho menos por su veracidad; el propio autor reconocerá más tarde que se trataba de una apología de los “procesos de Moscú” y que nunca simpatizó con la revolución. Pero a pesar de la campaña denigratoria, el Retour alcanza en poco tiempo ocho ediciones. Del 23 al 30 de enero de 1937 tendrá lugar el segundo de los grandes procesos de Moscú; en primavera se suicidan dos estalinistas de primera hora, Ordjonikidzé y Gormarnik. En junio la caza de brujas se extiende al Ejército Rojo. A continuación comenzará una depuración sangrienta y masiva que se prolongará hasta finales de 1938. El 13 de marzo, en el momento del tercer proceso, Gide escribe en sus cuadernos: “Las nuevas ejecuciones en la URSS, donde el terror se exaspera y adquiere un aspecto de locura, nos ocupan el espíritu de tal manera que no hablamos de otra cosa”. En este contexto, exacerbado por las miradas críticas de los amigos del estalinismo, Gide decide precisar mejor su pensamiento con sus Retouches al “Retour de l’ URSS”.
Como señalaría la editora de sus Cahiers, Maria Van Rysselberghe, el primer libro es el propio de un hombre conmovido por el contraste existente entre la realidad y la utopía, en tanto que el segundo es el de un “hombre irritado”. En esta ocasión se trata de una requisitoria, de un “yo acuso” en toda la regla. En la URSS, escribe, el espíritu libre se encuentra más castrado, más banalizado que en cualquier otra parte y no duda en establecer una semejanza con la Alemania del momento. La delación se ha convertido en una virtud cívica, y constata la existencia de una miseria que había querido abolida. Su conclusión es rotunda: “…la República soviética ha traicionado nuestras esperanzas”. En este nuevo texto Gide trata de seguir con su ponderación, y no cuestiona la revolución. Lamenta su deformación y que no haya podido profundizar más en el sentido de la igualdad y la libertad. Es claramente una obra “reformista”, pero es infinitamente más de lo que el estalinismo está dispuesto a admitir.