Léon Crémieux
A l’encontre, 20-3-2018
Traducción Viento Sur
La jornada de movilización del día 22 (ver http://www.vientosur.info/spip.php?article13602: Se abre una ventana para combatir a Macron) ha sido todo un éxito.
En 180 ciudades en las que hubo manifestaciones convocadas por 7 sindicatos de la Función Pública, las cifras muestran que todas fueron superiores a las del 10 de octubre de 2017, última huelga en el sector, a pesar de que entonces la CFDT y UNAS también llamaban a la huelga. La CGT ha contabilizado más de 500 000 manifestantes (por 400 000 el 10 de octubre). Por otra parte, en Paris 25 000 ferroviarios y ferroviarias tomaron parte en la manifestación nacional convocada por CGT, SUD, UNSA y CFDT, y el 35% se sumó a la convocatoria de huelga realizada por Sud Rail y UNAS.
En la enseñanza primaria, el 50% del profesorado hizo huelga. En las Finanzas públicas, la huelga tuvo un seguimiento superior al 40% a nivel nacional. También se incrementó el número de huelguistas en los hospitles. En algunas ciudades (como Dijon) algunos hospitales (como el Hospital psiquiátrico) llevaban en huelga varios días, al igual que en correos de Burdeos, donde 20 oficinas están en huelga desde hace 15 días.
En la mayoría de las ciudades, hubo cortejos de jóvenes en las manifestaciones junto a pensionistas, trabajadores y trabajadoras del sector privado de químicas y metalurgía, así como de ferroviarios y ferroviarias que no pudieron ir a la manifestación de Paris.
Emergen elementos comunes
Evidentemente, las consignas y las reivindicaciones responden a las propias de cada sector. Globalmente, el funcionariado contra la supresión de 120 000 puestos de trabajo en los próximos cuatro años, la congelación de salarios y el crecimiento de la precariedad. En el sector del ferrocarril, contra la marcha acelerada hacia la privatización, el desmantelamiento del sector público y la supresión del estatuto propio para las nuevas contrataciones, con la vista puesta en la puesta en cuestión del actual régimen de pensiones. En el sector hospitalario, es la degradación contínua de las condiciones de trabajo y la supresión de camas; en el educativo, el cierre de aulas.
Pero todas ellas se encuadran en un ataque frontal contra los servicios públicos, la reducción de presupuestos y empleos y la voluntad de seguir los pasos de otros países que ya han llevado a cabo las mismas políticas agresivas. Esta comunidad de intereses se ha puesto de relieve en las manifestaciones, aun cuando no en todos los sectores se lleve a cabo al mismo tiempo. Evidentemente, el objetivo del gobierno es dispersar las respuestas y, al mismo tiempo, enredad a las direcciones sindicales en un pseudo-diálogo.
Por lo demás, las preocupaciones en los cortejos de pensionistas y de las y los jóvenes se dirigían hacia el rechazo de la política de regresión social impulsada por el tándem Macron-Philippe (primer ministro) en relación a la cuantía de las pensiones, a las ayudas por vivienda, a los procesos de selección en la enseñanza secundaria y las dificultades para acceder a la enseñanza superior.
Las delegaciones del sector privado ponen el énfasis en la agresividad de las políticas patronales (cierre de empresas, congelación salarial, despidos…) con el aval de un gobierno que reduce las contrapartidas para la patronal y la capacidad de acción de los sindicatos y de las y los trabajadores, al tiempo que impone una política fiscal favorable a las clases privilegiadas. En cuando a la gente en paro, las nueva reforma dar una vuelta de tuerca más a la pérdida de derechos y a una presión creciente para que acepten contratos precarios y sin cualificación.
Así pues, tras la movilización del 22 de marzo, asistimos a un clima de polarización social, de movilizaciones en distintos sectores y categorías y de una parte de la juventud escolarizada. La cuestión central ahora mismo es lograr las próximas semanas impulsar un movimiento de conjunto que sea capaz de ganar y bloquear la política de Macron.
Algunos elementos reveladores
La impopularidad del gobierno aumenta. Cantidad de encuestas de opinión confirman lo que se barrunta en las empresas y en la calle: a pesar de la imagen que se quiere dar de presidente ganador y seguro de sí mismo, afirmando el 23 de marzo en Bruselas que los movimientos sociales no «van hasta el punto de poner en cuestión los compromisos que adquirió durante la campaña», como si se beneficiara de un plebiscito, el apoyo con el que cuenta Macron no va más allá del que tuvieron Sarkozy y Hollande 10 meses después de su elección. Una encuentas de BVA del 21 de marzo muestra que la política de Macron sólo cuenta con el apoyo de l17% (igual al porcentaje de votos que obtuvo en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2017); el 57% de las personas encuestadas tiene una mala opinión de su política. En otro sondeo, el 55% se mostraba a favor de las huelgas del día 22 y en el caso de la huelga en el sector público, el apoyo alcanzaba el 82%. Por otra parte, dos tercios de las personas encuestadas consideran que la degradación de los servicios públicos es consecuencia de la reducción presupuestaria desarrollada por el gobierno.
Este descrédito se ve acrecentado por la imagen de presidente de ricos, PDG de la France, que quiere otorgarse a sí mismo Macron. Estos últimos días han reforzado ese sentimiento por el hecho de que Bernard Arnault (PDG de LVMH, al que Macron cita como ejemplo de los «primeros de la cordada» que tiran de la Francia hacia arriba) incrementó su fortuna personal en 30 000 millones de dólares en 2017, situándola en más de 72 000 millones.
Frente a la contestación social, el primer objetivo del gobierno es evitar la convergencia de las luchas. Para ello maneja el calendario de la Asamblea Nacional, que prevé iniciar el proceso para el decreto-ley sobre la SNCF (ferrocarril público) a principios de abril y abordar los ataques a la Función pública en los meses siguientes, combinándolo con reuniones pedagógicas con las direcciones sindicales. El objetivo es claro: aislar a los distintos sectores.
Esto días, la propaganda gubernamental, transmitida con complacencia por los grandes media cuya línea editorial bendice a Macron desde que fue elegido, se centra en varios puntos: devaluar el éxito del día 22, presentándolo como un medio-fracaso, aunque vaya contra la realidad; después, centrar la ofensiva contra los privilegiados ferroviarios, a quienes se les acusa de bloquear el país durante semanas; destilar las imágenes de forma que las manifestaciones se reducen a escenas de violencia, como lo hizo Manuel Valls durante las manifestación contra la Ley El Khomri en 2016; por últimom, el gobierno va a tratar matar en el huevo las posibilidades de poner en pie un movimiento entre la juventud escolarizada y, sobre todo, en las universidades van en ese sentido: intervenciones policiales contra las y los jóvenes en las manifestaciones del 22, pero también poniendo bajo tutela la Universidad Jean Jaurès Toulouse 2 en la que los estudiantes se opones a que se les integre en la escuela de Ingenieros, sinónimo de una creciente selección. O, la intervención de milicias en la universidad de derecho de Montpellier con la autorización del decano [que, tras el escándalo que supuso el acto, se ha visto obligado a dimitir].
Quebrar un clima de simpatía y cohesión en aumento
Todas estas maniobran están orientadas a desmoralizar y frenar la dinámica de simpatía y cohesión que está en marcha.
Pero el elemento principal sobre el que pueden actuar de forma directa las y los militantes es, evidentemente, la convergencia de las huelgas, de las movilizaciones de los distintos sectores y superar en los días que vienen la división y el bloqueo de las dirección sindicales confederales.
Es preciso hacer converger los movilización de la juventud, de los Hospitales, de las residencias, de la Función pública, de Correos y, por supuesto, de la SNCF y, más allá de eso, a los sectores en lucha del sector privado. Existen pasarelas, puntos comunes, para lograrlo, pero para que se haga realidad es necesario que las fuerzas militantes en los sindicatos se coordinen tanto local como nacionalmente en los distintos sectores. El problema que tenemos que superar es que, por diversas razones, no existe una calendario sindical a la altura de las circunstancias que sirva de punto de apoyo para trabajar en pro de esta convergencia.
A nivel nacional, solo la CGT propone una fecha de movilización interprofesional… el 19 de abril; es decir, casi a un mes del 22 de marzo, 15 días después de que se inicie la huelga en la SCNF y en medio de las vacaciones escolares de Pascua. Por eso, resulta contradictoria afirmar, como lo hace Ph Martinez –secretario general de la CGT- que es necesario elevar el nivel de movilización y proponer la fecha que propone que no ofrece ninguna fecha concreta para los sectores combativos.
Ahora bien, la posición de la CGT queda lejos de la política de la dirección del sindicato Force Ouvriè, en el que si bien muchos dirigentes locales y de federaciones mantienen una actitud combativa, su secretario general, Mailly, rechaza por ahora cualquier perspectiva de convergencia. Por otra parte, ya declaró el 6 de marzo que dudada «de la voluntad de los trabajadores y trabajadoras de salir masivamente a la calle de forma interprofesional». Por su parte, para Berger –secretario general de la CFDT- «la convergencia de las luchas no es café de su gusto». Sólo el sindicato Solidaries, con un peso mucho menor en el ámbito sindical, se pronuncia de forma clara por la convergencia entre el sector público y privado.
La intersindical de la Función pública que llamó a la movilización del 22 de marzo se vuelve a reunir el día 27. El 30, la intersindical de Air France tiene convocada una huelga. El 31 es la intersindical de Carrefour la que moviliza contra la supresión de empleo y aumentos salariales. En las residencias (EHPAD), la intersindical aún no previsto nuevas fechas de movilización.
A pesar de esta aparente dispersión, todos los sectores combativos tienen en mente la fecha del 3 de abril, inicio de la huelga en la SNCF. Incluso si la CGT, CFDT, y UNSA SNCF preconizan un ritmo de 2 días de huelga cada 5 días, Sud Rail llama a votar en las asambleas por una huelga reconducible (a prolongar día a día, sin fecha de finalización) a partir del 3.
En Paris, la intersindical de Finanzas públicas (CGT,Solidarires, FO) llama a la huelga el 3 de abril. Lo mismo la coordinación de hospital de la CGT reunida el viernes pasado. En muchas ciudades, como Burdeos, Grenoble o Rouen, las fechas del 3 y4 de abril se plantean como una fecha para converger en Asambleas generales.
En todos estos ejemplos, las y los militantes combativos han comprendido que el camino no está definido de antemano y que es necesario superar la división entre los sectores, la división sindical y no someterse a un calendario que no plantea la convergencia. Esto va a llevar rápidamente a la puesta en pie de sólidas coordinaciones intersindicales locales que agrupando a los diferentes sectores y dando aliento a los sectores en huelga, favorezcan la extensión de la lucha. Ahora bien, la partida no está, ni mucho menos, ganada.
Así pues, estando el verdadero reto en estas coordinaciones, lo que necesita imponerse en los próximos días es un cambio de clima político. La convergencia no se ha de efectuar únicamente en términos de solidaridad con las y los trabajadoras de la SNCF, sino en términos de marchemos juntos y juntas, de plataforma convergente en defensa de los servicios públicos, contra la política austeritaria del gobierno, llena de regalos para la patronal y de ataques para el mundo del trabajo.
Por parte de las organizaciones políticas de izquierda, el llamamiento lanzado por Olivier Besancenot y el NPA para construir la unidad en torno a las y los trabajadores del ferrocarril y del conjunto de los servicios públicos en rechazo a las políticas antisociales del gobierno tuvo una buena acogida y constituye un signo de los tiempos que corren. Besancenot se ha convertido estos días, en las encuestas, el personaje político más popular entre los simpatizantes de la izquierda por su lenguaje combativo y unitario.
El camino abierto se puede avanzar con el objetivo de tejer un frente unitario que agrupe a sindicatos, partidos y movimiento asociativos en torno a exigencias comunes; una convergencia estable; un marchemos juntos hacia una huelga general que haga recular a Macron.