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Francia – Reforma jubilatoria. Huelgas y manifestaciones

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Christian Mahieux *

A l’encontre, 22-3-2023

http://alencontre.org/

Traducción de Correspondencia de Prensa

La introducción del artículo anterior, con fecha del 13 de marzo, decía: «Este texto se inscribe en la continuidad de la contribución del 21 de febrero Sobre todo lo relativo al contexto, a las reflexiones sobre la construcción de una relación de fuerza, a las primeras lecciones que hay que sacar del movimiento actual, conviene remitirse a él, con la idea de no repetir las mismas cosas con algunas semanas de intervalo”. .[https://ceriseslacooperative.info/2023/03/13/greves-et-manifestations-en-france-2-2/] Lo mismo decimos hoy: estas reflexiones [1] son una continuación de las anteriores, una puesta al día, teniendo en cuenta las aportaciones del movimiento social que se sigue produciendo.

Un movimiento que dura desde hace dos meses

El primer día de huelgas y manifestaciones fue el 19 de enero. Más de dos meses. Ganar lo más rápidamente posible es, por supuesto, el objetivo de todos y todas los que entran en confrontación directa con los defensores del orden capitalista: gobierno, patronal, dirección de empresas, etc. Pero todo el mundo era también consciente del calendario propio de este proyecto de ley y del marco en el que se inscribía: su examen en la Asamblea Nacional [diputados] y en el Senado, las vacaciones escolares y universitarias de febrero, la necesidad de construir un movimiento amplio para oponerse al mismo.

El 7 de marzo, en su llamado, la intersindical (CFDT / CGT / FO / CGC / CFTC / UNSA / Solidaires /FSU) se fijó el objetivo de «paralizar Francia». En la tarde de ese día, el mensaje de las mismas organizaciones interprofesionales nacionales fue muy claro: «[la intersindical] apoya e incita a todos los sectores profesionales a continuar y a ampliar el movimiento». A diferencia de lo ocurrido durante movimientos similares en el último cuarto de siglo, esta vez, la intersindical no fue en absoluto un freno; les guste o no a algunos comentaristas «radicales» pero no huelguistas, o a algunos «revolucionarios» cuyo propio sector no se destaca por el número de huelguistas. Al contrario, su resistencia a largo plazo es un elemento determinante en el nivel de movilización. Esto se observa, naturalmente, en las manifestaciones, pero también en las huelgas, como en el caso de la SNCF [ferrocarriles] donde, desde el 7 de marzo, los ferroviarios renuevan la huelga, convocados por las cuatro federaciones CGT, UNSA, SUD-Rail [Solidaires], CFDT. Con las diferencias relativas a la implantación sindical, ocurre más o menos lo mismo en las otras profesiones, donde hay huelgas masivas a escala nacional. La unidad es también muy visible en las diferentes acciones decididas localmente a través de todo el país: distribución de volantes en las entradas de las empresas o en lugares públicos, bloqueo de peajes, rotondas o carreteras, apoyo a las ocupaciones de centros de producción, etc. Existe una relación dialéctica entre el mantenimiento de la intersindical nacional a lo largo del tiempo y las consignas planteadas por cada una de las fuerzas sindicales. El efecto sobre la realidad -y eso es lo que cuenta- se refleja en el alto nivel de la movilización social.

La movilización social

La movilización es a la vez excepcional e insuficiente. Excepcional por el número de manifestantes, por su duración, por la revuelta popular reactivada por la elección gubernamental de «pasar a la fuerza» en la Asamblea Nacional, y también por el hecho de que las huelgas afectan desde hace dos meses a numerosas empresas privadas en diversos sectores profesionales. Insuficiente, porque, como venimos diciendo desde el principio, «las manifestaciones no bastan»; sin embargo, éste sigue siendo el modo de acción preferido por muchos. Bloquear la economía, parar los medios de producción, es decir, ir a la huelga, sigue siendo difícil de generalizar, a largo plazo por supuesto, pero incluso durante las «jornadas nacionales». Las razones son bien conocidas. En primer lugar, las insuficiencias sindicales en términos de organización interprofesional local. Esto se debe al antisindicalismo militante de la patronal (ausencia de derechos en las empresas más pequeñas, cuestionamiento de los derechos en las demás, desviación a través de «instituciones» representativas del personal cada vez más institucionales y cada vez menos representativas, represión antisindical en todas partes). Pero también se debe a las opciones de los propios sindicatos: cuando se quiere cambiar radicalmente la sociedad y se piensa que la huelga general es la forma de hacerlo, no se puede marginalizar la dimensión interprofesional del sindicalismo en la actividad cotidiana

Si esta constatación es necesaria para avanzar, también lo es la necesidad de reiterar el poderoso carácter de este movimiento de masas. Sin volver sobre las enormes manifestaciones en el conjunto de los territorios, hay que señalar los bloqueos, las concentraciones, que continúan desde el 7 de marzo. No remplazan a la huelga, porque tienen un efecto más débil sobre la economía, sobre la producción y, por lo tanto, sobre los beneficios de los capitalistas. Pero sí ponen en acción, juntos, a equipos sindicales de CGT, Solidaires, FSU, incluso FO o CFDT [estas dos últimas, más conciliadoras, Réd.] de cada ciudad, de los mismos barrios de las grandes ciudades; son iniciativas sindicales que reúnen a cientos, a veces miles, de participantes. A corto plazo, esto refuerza la confianza popular en el movimiento y en las organizaciones sindicales que lo organizan; a largo plazo, crea una dinámica positiva para el movimiento sindical.

La crisis de su «democracia» burguesa

Resumamos el episodio anterior con una breve cita: «Durante unas semanas, la ‘representación nacional’ no ha hecho más que… una representación teatral; lo que no es de extrañar. La oposición intervino para retrasar la adopción del texto, el gobierno hizo lo propio para acelerar su validación. Cada grupo fingió sentirse ofendido por los medios utilizados por la otra parte: multiplicación de enmiendas, por un lado, voto bloqueado por el otro. No es más que el juego institucional normal, previsto por la Constitución de la V República francesa; esta república al servicio de la burguesía, construida sobre la masacre de los Comuneros de 1871.» Siguiendo esta lógica, en lugar de someter su proyecto de ley a la votación de los diputados, y arriesgarse así a su rechazo, el presidente de la República optó por la aplicación del artículo 49-3 de la Constitución. Esto significa que el texto en cuestión se considera adoptado por defecto, a menos que una moción de censura sea votada en los días siguientes por la mayoría de los diputados. Hay, por supuesto, una nueva artimaña aritmética y democrática detrás de esta opción: mientras que la aprobación o el rechazo de una ley está determinada por una mayoría relativa (las abstenciones y las ausencias hacen que baje el umbral, basta con tener más votos «a favor» que «en contra»), la moción de censura que sigue a la aplicación del artículo 49-3 requiere una mayoría absoluta del número de diputados [presentes en el momento del voto o no. Red.]; en este caso 287. Eso barre, de hecho, con la necesidad de una mayoría sobre el texto: incapaz de reunir los votos que habría necesitado para que fuera aprobado, el gobierno le exigió a la oposición parlamentaria que reuniera 287 votos para rechazarlo mediante una moción de censura. Tal como estaba previsto, esta mayoría no se consiguió, con 278 votos (superior al número de votos que el gobierno habría obtenido en ocasión de la votación ordinaria del 16 de marzo).

Es necesario señalar que desde que existe el artículo 49-3, tanto los gobiernos llamados de izquierda como los de derecha lo han utilizado alegremente: antes de esta centésima edición, desde 1962 había habido 56 «49-3 de izquierda» y 33 «49-3 de derecha». Desde 1962, concretamente desde 1981, ningún gobierno integrado por las fuerzas de la izquierda, que tanto se rasga las vestiduras desde la decisión Macron/Borne del 16 de marzo, no esbozó siquiera una reforma destinada a suprimir esta modalidad constitucional. Pero el hecho es que la decisión del presidente de la República de recurrir a este método contribuyó a reavivar la revuelta en el país. De hecho, el 49-3 vino a coronar todo el proceso: plazos cortos para el examen del texto, votación bloqueada de todo el texto en el Senado y, sobre todo, mentiras descaradas desde la presentación del proyecto. El mejor ejemplo es el caso de la jubilación mínima de 1.200 euros para todos: las primeras declaraciones se referían a 2 millones de personas [beneficiarias], pero de desmentido en desmentido, el ministro de Trabajo llegó a la cifra de 10.000 al año. Otro ejemplo son los regímenes especiales de pensiones, que son la fuente de tantos males según el gobierno: ¡los regímenes escandalosamente ventajosos de los que gozan los parlamentarios no se ven afectados! Hay una exasperación democrática en el país, en primer lugar, entre los explotados del sistema capitalista. Y esto no es ajeno a lo que estaba en la base de gran parte del movimiento de los Chalecos amarillos, con el desprecio mostrado durante la crisis sanitaria del COVID, durante la cual el gobierno dijo y se desdijo alegremente.

Violencia policial

Desde el 16 de marzo, sobre todo, se vuelve a hablar de contenedores de basura quemados y de vidrios rotos. Por supuesto, en el periodo actual, no son éstos signos de radicalidad, si entendemos este término como la perspectiva de romper más rápidamente con el capitalismo. Pero la rabia es grande y está muy extendida; ¡tanto peor si arden unos cuantos contenedores de basura! «Dijimos varias veces que, al no sentirse escuchada, la gente tendría ganas de radicalizarse. Lo sentíamos venir, incluso entre nuestros militantes que no son anarquistas»[2]: ¡son palabras del presidente de la Confederación Francesa de Trabajadores Cristianos (CFTC)!

La utilización que hacen las autoridades de estos escasos hechos para hablar de «violencia» es inaceptable. ¡La violencia está en el hecho de que quieran hacer perder a millones de personas dos años de jubilación! También está en la represión policial, reforzada considerablemente en los últimos días. En París, la Union Départementale Solidaires había declarado su intención de organizar una concentración ante la Asamblea Nacional el día de la votación. El día previo, ¡la prefectura de policía la prohibió! Fue necesario presentar un recurso ante el Tribunal Administrativo para que la prohibición fuera levantada. Miles de personas se congregaron allí en cuanto se anunció el 49-3. Por la noche, ¡la policía detuvo a más de 200 manifestantes! Las manifestaciones, concentraciones y represión policial volvieron a repetirse en muchas ciudades en los días siguientes. En un comunicado de prensa del 20 de marzo titulado «La autoridad judicial no está al servicio de la represión del movimiento social», el Sindicato de la Magistratura resumía muy bien la situación: «La prohibición de la manifestación en la plaza de la Concordia de París, el 18 de marzo, se saldó con una multitud de detenciones policiales, sin ningún elemento que tipificara una infracción. De 292 detenciones, 283 fueron sobreseídas. Esta utilización abusiva de la detención policial ilustra los desmanes en el mantenimiento del orden […]». El ejemplo citado se refiere a París, pero los mismos métodos – detenciones sin motivo y violencia policial – fueron utilizados en muchas otras ciudades.

Huelga por procuración, referéndum, Consejo constitucional

En términos de huelga nacional renovable, están la SNCF, las refinerías, el sector de la energía. Otros sectores participan también, pero no a nivel nacional (la limpieza, pero no bajo la forma de un movimiento reconducible). Ante las dificultades de prolongar la huelga, una parte de las fuerzas sociales trató de encontrar soluciones bajo otras formas. Se trata, en primer lugar, del retorno de la «huelga por procuración»: la insistencia en los fondos solidarios de huelga en este tipo de periodo forma parte de esta estrategia. Si bien la constitución de tales herramientas, a largo plazo, es una necesidad para el movimiento sindical, no tiene sentido pretender pensar en ello cuando ya se ha iniciado un movimiento que queremos que sea general: aparte de los jubilados o las personas que están en el paro, ¿quién debería entonces aportar a los fondos de huelga, sino aquellos que deberían estar en huelga? La cuestión de la creación de verdaderos fondos solidarios de huelga es importante. Es una pena caricaturizarlos de esta manera.

La oposición parlamentaria presentó un recurso ante el Consejo constitucional; es posible que éste declare nulas algunas de sus disposiciones; ¿pero alguien puede creer que lo invalidará en su totalidad?

¿Y qué decir del referéndum de iniciativa compartida [RIP, por sus siglas en francés] para oponerse al aumento de la edad legal más allá de los 62 años? Tiene la ventaja de congelar la ley durante nueve meses; pero se necesitan 4,7 millones de firmas para validar el proceso. Un proceso que conduce a la convocatoria de un referéndum… a menos que el propio Parlamento examine la solicitud en un plazo de seis meses. Y vuelta a empezar.

La dimensión internacional

No sorprende que la dimensión internacional de lo que ocurre actualmente en Francia sea prácticamente ignorada por el movimiento social. Al igual que ocurre con la actividad interprofesional, es la consecuencia de la insuficiente importancia que se da al internacionalismo en el sindicalismo, a escala mundial. Las organizaciones sindicales reciben mensajes de apoyo de sus homólogas de otros países. Se han organizado algunas presencias internacionales en manifestaciones, como lo han hecho en varias ocasiones durante los últimos meses las organizaciones miembros de la Red Sindical Internacional de Solidaridad y de Luchas [3]. También se han llevado a cabo acciones transfronterizas. Esto es importante pero aún resulta demasiado simbólico. En Europa, y más allá, todas las poblaciones han sido objeto de los ataques capitalistas a las pensiones y jubilaciones; todas se ven confrontadas además a lo que está detrás de la cólera popular y que también está en el centro del movimiento actual en Francia: la propagación de la miseria, la precarización del empleo, la destrucción de los servicios públicos, la negación de la democracia y el desprecio de clase. Si observamos solamente los países geográficamente cercanos, hubo, o hay aún, huelgas importantes en Gran Bretaña, en el Estado español, en Grecia, en Bélgica, en Alemania, en Portugal; y la lista dista mucho de ser exhaustiva. Una de las claves de la victoria social es también la acción sindical internacional.

La lucha continúa. ¿Gracias a quién?

Gracias a los millones de personas que participan en las manifestaciones; si no hubiera sido por esos días de acción, la crisis política provocada por el rechazo masivo del proyecto de ley del gobierno no habría alcanzado tal magnitud. Esto es gracias a los huelguistas. Huelgas difíciles, huelgas insuficientes, pero huelgas que dejan claro que esta ley no podrá aplicarse por ahora, que el periodo de inestabilidad política institucional abre perspectivas, siempre que no nos encerremos en dichas instituciones. Próxima etapa, el jueves 23 de marzo: millones en las calles, una oportunidad para lanzar una huelga allí donde todavía no había podido hacerse. Es necesario: «Los ferroviarios llevamos una semana de huelga renovable. Lo mismo sucede en otros sectores. […] La mejor manera de apoyar a los que están en huelga consiste en organizarla huelga allí donde ustedes trabajan. La mejor manera de ganar rápidamente es luchar juntos.» Este llamamiento de los trabajadores ferroviarios [4] es del 10 de marzo.

El movimiento que empezó el 19 de enero es muy importante. Decenas de miles de personas han descubierto o redescubierto la utilidad, la necesidad, de organizarse dentro de su clase social, contra los capitalistas y sus representantes. Es un primer logro político que engendrará otros.

* Christian Mahieux, ferroviario jubilado, sindicalista SUD-Rail [Union syndicale Solidaires], miembro activo de la Red Sindical Internacional de Solidaridad y de Luchas, miembro de los colectivos de redacción de Cerises la coopérative, La Révolution prolétarienne, Les utopiques, coopera también con éditions Syllepse.

Notas

1] Come los dos textos anteriores, éste es el resultado de intercambios con militantes de Solidaires y de la CGT, plenamente comprometidos con el movimiento actual. Gracias a ellas y a ellos.

2] Le Monde 20-3- 2023.

3] www.laboursolidarity.org

4] Llamado de la federación de sindicatos de SUD-Rail.*

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-Francia – ¿Qué hacer entre dos jornadas de movilización? ¿Paralizar Francia? Lo social se hace política” [Christian Mahieux] https://correspondenciadeprensa.com/?p=33049   

– Francia – Reforma jubilatoria de Macron. Un proyecto rechazado masivamente. [Léon Crémieux]  https://correspondenciadeprensa.com/?p=32107

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