Ai-jen Poo
openDemocracy, 16-10-2017
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Traducción de Viento Sur
Nuestros hogares son nuestros santuarios. El lugar al que regresamos tras un día de trabajo a comer y descansar. El lugar donde más seguros nos sentimos. Pero para mucha gente, nuestros hogares son lugares que presentan riesgos.
Para las trabajadoras domésticas —nannies, limpiadoras y cuidadoras que hacen el trabajo que posibilita los otros trabajos— nuestros hogares son sus centros de trabajo. Tras las puertas cerradas de las casas en nuestros barrios es donde esta fuerza de trabajo invisible —que consiste en su mayoría en mujeres migrantes— pasa el día cuidando a nuestros hijos e hijas, limpiando nuestras cocinas y cuidando a nuestros mayores y familiares con discapacidad. Hay 100 millones de trabajadoras domésticas, ocultas a la vista del mundo exterior, excluidas de la mayor parte de leyes laborales que protegen otros trabajos y vulnerables en las sombras de la economía.
Si escuchas a las trabajadoras domésticas, oirás historias que evocan todas las emociones, del humor a la humillación y la desolación. Tener que dormir en un sótano al lado de una fosa séptica a rebosar. Tener que sacar al perro de paseo y al bebé por el barrio en un carrito doble. El dolor al tener que dejar a tus propios hijos al cuidado de otra persona. Hay también muchas historias positivas, historias de interdependencia y relaciones que se van haciendo más estrechas que las familiares. Pero en el contexto de este campo de trabajo tan íntimo, cada historia incluye vulnerabilidad y casi todas las trabajadoras domésticas tienen una historia de abusos.
La cruel ironía es que las trabajadoras domésticas son algunas de las trabajadoras más importantes en nuestra economía. Como la generación del boom de la natalidad crece, goza de mayor esperanza de vida y prefiere envejecer en casa y no en residencias u otras instituciones, aumenta la necesidad de la asistencia a mayores en sus hogares. Además, muchas mujeres se han incorporado al proceso laboral, con lo que ahora se dispone de menos capacidad para los cuidados en el hogar y hay, así, un necesidad sin precedentes de servicios y apoyo domésticos. Entre el desplazamiento del trabajo en los sectores existentes de la economía por la automatización y la inteligencia artificial y el aumento de la necesidad de cuidados y servicios en los hogares, el trabajo de cuidados puede ser la mayor ocupación económica en 2030.
Por algún lado tiene que salir.
Crecimiento continuo
La exclusión de las trabajadoras domésticas en EE UU de las protecciones laborales básicas, incluyendo el derecho de organización, negociación colectiva y la formación de sindicatos, tiene sus raíces en el legado de la esclavitud. En los años 30, cuando se discutían los pilares fundamentales de las políticas laborales en el Congreso de EE UU, algunos miembros de los estados del Sur se negaron a firmar si se incluía en ellas a las trabajadoras domésticas y rurales —que eran a la sazón mayoritariamente afroamericanas—. Para tranquilizarlos, la National Labor Relations Act (1935) y algunas otras leyes laborales clave fueron aprobadas con esas exclusiones explícitas.
Con este trasfondo legal e histórico, empecé a organizarme con trabajadoras domésticas de Nueva York hace 20 años como parte de una iniciativa para unir a las mujeres asiáticas inmigrantes del servicio doméstico con salarios bajos. Era imposible ignorar el silencioso ejército de mujeres de color, fundamentalmente inmigrantes, empujando carritos de niños de una raza diferente por las calles de Manhattan.
A pesar de que era una necesidad, era todo un desafío unir a un pequeño grupo de mujeres. La mayoría de mujeres que conocí eran fundamentalmente mujeres que dedicaban todos sus ingresos a su familia y se encontraban bajo una extrema presión para llegar a fin de mes, y, por tanto, el miedo de que asistir a una reunión pusiera en peligro su trabajo constituía una importante barrera que superar. La presión sobre las mujeres migrantes estaba además agravada por el miedo a ser deportadas y separadas de sus familias y comunidades. Persistimos y al final superamos las dificultades, creando espacios seguros para que las mujeres se asociaran, creando un sentimiento de comunidad y pertenencia.
Las trabajadoras que asistían encontraban fuerza y poder unas en otras. La noticia se difundió a trabajadoras de otras ciudades que también estaban empezando a organizarse. Reunión tras reunión, en círculos grandes y pequeños, la organización de las trabajadoras domésticas empezó a difundirse a nivel local. Para 2007 estábamos preparadas para romper el aislamiento de la organización local y asociarnos nacionalmente y celebramos así nuestra primera reunión nacional en la que se formó oficialmente la National Domestic Workers Alliance (NDWA).
Diez años después, somos una alianza de 64 organizaciones locales de trabajadoras domésticas en 36 ciudades y 17 Estados de todo el país. Nuestros miembros son nannies, limpiadoras de casas, cuidadoras de mayores y de discapacitados que trabajan en los espacios domésticos. Las trabajadoras pueden unirse por medio de una organización local afiliada o de forma individual en cualquier lugar del país, pagar cuotas, acceder a formación, beneficios y otros recursos.
Nuestros nuevos sentimientos de poder se hicieron tangibles a medida que emprendíamos acciones legales y organizábamos movilizaciones para que los patronos que abusaban respondieran por sus actos. Las acusaciones legales nos llevaron a entender los límites de la propia ley, puesto que las trabajadoras laborales estaban excluidas en un alto grado de las leyes laborales. Quedaba claro que tendríamos que organizarnos para cambiar las leyes e implantar políticas completamente nuevas.
Presentamos una Declaración de Derechos de las Trabajadoras Domésticas: una legislación estatal que implantaría protecciones básicas para la fuerza de trabajo como protección de la discriminación y día de descanso por semana y tiempo libre pagado. Nuestro gran avance vino en 2010, cunado tras una campaña de siete años el Gobernador de Nueva York, firmó la Declaración, convirtiéndola en ley. Desde entonces, seis Estados más han aprobado esa legislación de protección de derechos de trabajadoras domésticas y el Departamento Federal del Trabajo, ha cambiado sus normas para incluir a dos millones de trabajadoras doméstica previamente excluidas del salario mínimo federal y de las horas extra.
Además, la importante labor con las trabajadoras domésticas que han sobrevivido a la trata de mano de obra ha empezado a cambiar los términos del debate sobre la trata para incluir el espectro de vulnerabilidad que afrontan las mujeres del servicio doméstico con bajo salario. Se han recuperado millones de dólares no pagados a trabajadoras domésticas y miles de trabajadoras domésticas se han unido a las campañas,creando una nueva generación de líderes de movimientos sociales.
El trabajo del futuro
Aunque durante una década, nuestro trabajo se ha centrado en mejorar las condiciones de las trabajadoras domésticas, no puede exagerarse su importancia para el resto de la fuerza de trabajo. En los primeros años de organización, las condiciones y vulnerabilidad que afrontaban las trabajadoras domésticas se consideraban marginales respecto al resto de la fuerza de trabajo. Hoy, estas cuestiones afectan a un segmento mucho más grande de gente —la ausencia de seguridad laboral, ausencia de vías de ascenso profesiones o ausencia de acceso a la redes de seguridad social son hoy cuestiones que afrontan trabajadores en muchos sectores—. De hecho, a medida que la fuerza de trabajo se vuelve temporal, a tiempo parcial o de auto-empleo, la dinámica del trabajo no-tradicional se ha convertido cada vez más en la norma.
El futuro del trabajo —para todos y todas— se puede ver en la experiencia de las trabajadoras domésticas.
A medida que la economía norteamericana se ajusta a una creciente gig economy y a medida que las empresas y los trabajadores piensan en cómo aprovechar los beneficios y esquivar los riesgos de un trabajo tecnológico e informal, sólo tenemos que mirar a las trabajadoras domésticas para ver cómo nos irá. Las trabajadoras domésticas son las trabajadoras originales de la gig economy: hemos experimentado sus dinámicas, hemos luchado contra sus desafíos y, más importante, hemos encontrado algunas soluciones para sobrevivir como fuerza de trabajo vulnerable.
Todos podríamos beneficiarnos, por ejemplo, de una nueva declaración de derechos del pueblo trabajador del siglo XXI. Además de las trabajadoras domésticas, hay millones de trabajadores en marcos no tradicionales a los que se les niega el acceso a beneficios. Todas las fuerzas de trabajo podrían salir ganando con sistemas de formación reinventados para conectar a trabajadores con elevados salarios con trabajadores con salarios bajos. Y, si pensamos en cómo dar verdadera voz a esta fuerza de trabajo desgajada con una organización de trabajadores del siglo XXI, sostenible y ampliable, podríamos crear las condiciones para que los trabajadores se postulen como una fuerza capaz de contribuir a dar forma a la futura economía global de una vez por todas.
Una alianza para el siglo XXI
En la National Domestic Workers Alliance estamos desarrollando algunas soluciones pensando en el futuro.
Estamos construyendo una asociación nacional, de gente voluntara, a la cualquier trabajadora doméstica puede unirse y tener acceso a formación y beneficios. Estamos desarrollando nuevos programas de formación y proyectos de trayectoria profesional, y haciendo la formación accesible en varios idiomas y en dispositivos móviles. Hemos creado Good Work Code —un espacio para buenos trabajos en la economía online— que ayuda a empresas a diseñar sus negocios pensando en el bienestar de sus trabajadores. Y estamos desarrollando un programa de beneficios transferibles que proporciona medios para empleadores y trabajadores del sector informal a reunir contribuciones benéficas para destinarlas a las prestaciones que quiera.
Como fuerza de trabajo fundamentalmente femenina, el modo de plantear soluciones es clave. Debemos asegurar que las trabajadoras sin papeles y las mujeres migrantes estén totalmente incluidas en nuestras soluciones y estrategias. Debemos tener en cuenta el legado de la esclavitud y el colonialismo que dan forma a la fuerza de trabajo actual, al mismo tiempo que nos dedicamos a organizar esta fuerza de trabajo. Afortunadamente, es justo así como ha evolucionado nuestro movimiento. En la intersección de muchas identidades y experiencias, nos hemos propuesto organizar modelos donde todo el mundo tiene voz y dignidad, al que todo el mundo pertenece.
El movimiento global de mujeres trabajadoras está creciendo en el momento preciso, no solo para dar dignidad y respeto al trabajo doméstico, sino para hacer que el futuro del trabajo sea globalmente de oportunidad y de seguridad económica real para todas las familias. La fuerza de trabajo doméstica está en el centro de muchos cambios en la economía global y debe ser también la referencia en las soluciones. Creemos que la investigación, organización y soluciones que surgen del movimiento global de trabajadoras domésticas son la clave para muchas cuestiones decisivas que hemos responder para tener dignidad y oportunidades en el futuro.
De modo que tomen nota la próxima vez que vean a una trabajadora entre en una casa con sus instrumentos de limpieza o a una nanny cuidando a un niño que llora que no es suyo o un cuidador que empuja la silla de ruedas de una persona mayor.
Pueden pasar desapercibidas, pero no puede ser exagerada su importancia para todos nosotros. Sus luchas son las luchas del futuro del trabajo. Sus soluciones son las soluciones del futuro del trabajo. No nos están librando simplemente de las condiciones del trabajo doméstico del presente y del pasado, están también librándonos de un futuro del trabajo que no aprende de los errores del pasado.
Y así es como construimos un futuro del trabajo con dignidad y respeto para todos los trabajadores, un futuro del trabajo del que todos podemos estar orgullosos.