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Imagen: Este mapa proviene de un Powerpoint que Thomas P. M. Bennet, asistente del almirante estadounidense Arthur Cebrowski, presentó en una conferencia realizada en el Pentágono, en 2003. La parte rosada abarca todos los países cuyas estructuras estatales deben ser destruidas. Este proyecto no tiene nada que ver con la guerra fría ni con la explotación de los recursos naturales. Después de haber destruido el “Gran Medio Oriente”, los estrategas estadounidenses se preparan para destruir la “Cuenca del Caribe.
Thierry Meyssan
Estados Unidos tiene para la Cuenca del Caribe un proyecto que el Pentágono expuso en 2001. Ese plan es tan destructivo y sanguinario que Washington no puede reconocer su existencia, así que tiene que inventar una narrativa aceptable. Eso es lo que estamos viendo en Venezuela. Pero, ¡cuidado!, las apariencias esconden cada vez más la realidad, durante las manifestaciones prosigue la preparación de la guerra.
La aplicación de un esquema ya utilizado
Contrariamente a lo que creen los venezolanos, el objetivo de Estados Unidos no es derrocar al presidente Maduro sino aplicar en la Cuenca del Caribe la doctrina Rumsfeld-Cebrowski de destrucción de las estructuras estatales en los países de la región. Eso exige, ciertamente, la eliminación de Nicolás Maduro, pero también la de Juan Guaidó.
Este esquema ya fue utilizado antes para convertir los incidentes internos que tenían lugar en Siria en 2011 en una agresión externa perpetrada por todo un ejército de mercenarios, en 2014. En el caso de Venezuela, la Organización de Estados Americanos (OEA) –cuyo secretario general ya reconoció a Juan Guaidó como presidente– asume el papel que hizo la Liga Árabe en el caso de Siria. El papel de los Amigos de Siria lo asume el Grupo de Lima, que se encarga de coordinar las posiciones diplomáticas de los aliados de Washington. Y Juan Guaidó hace el papel del jefe de la oposición siria Burhan Ghalioun.
En el caso de Siria, Burham Galioun, quien desde hace mucho tiempo colaboraba con la NED estadounidense, fue reemplazado por otro personajillo, que a su vez fue reemplazado por otro, luego por otro y por otro más, tantas veces que ya nadie recuerda su nombre. Juan Guaidó será rápidamente desechado de la misma manera.
Pero el esquema sirio funcionó sólo en parte, en primer lugar porque Rusia y China se opusieron reiteradamente en el Consejo de Seguridad de la ONU. En segundo lugar, porque el pueblo sirio apoyó a la República Árabe Siria y dio pruebas de excepcional resistencia. Y, finalmente, porque Rusia logró respaldar y equipar al Ejército Árabe Sirio ante los mercenarios extranjeros y la OTAN. Sabiendo que el Pentágono ya no podrá seguir utilizando a los yihadistas para debilitar el Estado sirio, Washington va a poner ahora el caso sirio en manos del Departamento del Tesoro, que hará todo lo posible por impedir la reconstrucción del país y del Estado.
En los próximos meses, el autoproclamado presidente interino Guaidó tratará de crear una administración paralela
para apoderarse del dinero del petróleo en varios litigios;
para “resolver” el diferendo territorial con Guyana;
para negociar la cuestión de los refugiados;
para cooperar con Washington y hacer encarcelar en Estados Unidos a los dirigentes venezolanos con diversos pretextos.
Si tenemos en cuenta la experiencia adquirida durante los 8 últimos años en el Gran Medio Oriente, no debemos comparar lo que sucede en Venezuela con lo sucedido en Chile en 1973. El mundo postsoviético ya no es el de la guerra fría.
En aquella época, Estados Unidos trataba de controlar todas las Américas y cerrar el paso a toda forma de influencia soviética. Quería explotar las riquezas naturales de aquella parte del mundo con el menor control posible de los gobiernos nacionales y con el menor costo posible.
Pero hoy, por el contrario, Estados Unidos se obstina en ver el mundo como unipolar. Ya no tiene amigos ni enemigos. Según la visión estadounidense una población está integrada a la economía globalizada o vive en territorios que contienen recursos naturales, recursos que Estados Unidos no explotará necesariamente pero que siempre quiere controlar. Y como esos recursos no pueden estar simultáneamente bajo el control de los Estados-naciones donde se encuentran y del Pentágono, Washington aspira a impedir el funcionamiento de las estructuras estatales de esos países.
Cegar a los actores
Es posible que Juan Guaidó crea realmente que puede resolver la crisis y servir a su país autoproclamándose presidente interino. En realidad es lo contrario. Su autoproclamación creará una situación que será asimilada a una guerra civil. Guaidó, o sus sucesores, pedirán ayuda a Brasil, Guyana y Colombia, que desplegarán fuerzas “de paz” con apoyo de Israel, Reino Unido y Estados Unidos. La violencia continuará hasta que ciudades enteras estén en ruinas.
No importa que el gobierno de Venezuela sea bolivariano o liberal, que sus relaciones con Estados Unidos sean buenas o no. El objetivo no es lograr un “cambio de régimen” sino debilitar el Estado lo más posible. Ese proceso comienza en Venezuela pero se extenderá de inmediato a otros países de la región, como Nicaragua, hasta que no quede verdadero poder político en el conjunto de esa región.
Esta situación es muy clara para numerosos árabes, cuyos países ya cayeron en esa trampa. Pero, por el momento, los latinoamericanos no parecen verla con claridad.
Por supuesto, también es posible que los venezolanos tomen conciencia de la manipulación, dejen de lado sus divisiones y salven el país.
-El autor, Thierry Meyssan, es un intelectual francés, presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace. Sus análisis sobre política exterior se publican en la prensa árabe, latinoamericana y rusa. Última obra publicada en español: De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestros ojos la gran farsa de las “primaveras árabes” (2017).