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Esta Derecha que no cambia pero empeora

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Arturo Alejandro Muñoz

“Cambia, todo cambia”, es el estribillo de la conocida canción que escribió Julio Numhauser e inmortalizara “la negra”, Mercedes Sosa.

Y vaya que han cambiado cosas y personas en el mundo desde el día que Numhauser terminó de componer ese tema. La caída de los muros ideológicos, el desplome del socialismo real, la globalización, el impresionante avance tecnológico en las comunicaciones, la irrupción de China como potencia económica mundial, la crisis climática, etc., etc. Todo ello a nivel planetario. En lo local, Chile, no vamos a la zaga en aquello de cambiar ¿y avanzar? Aunque en algunos casos hemos retrocedido. Veamos.

En la segunda mitad del siglo pasado, la derecha chilena era admirada en todo el subcontinente latinoamericano por su equilibrio, educación y respeto al prójimo, lo que en absoluto la detenía en sus proyectos económicos y culturales. Recuerdo haber leído en la década del 60 un artículo publicado por una revista brasileña (¿’Veja’? ¿”Isto é?” no recuerdo con exactitud cuál de ellas lo publicó), en el que se aseguraba que al compararla con las derechas existentes en Centroamérica, Paraguay y Colombia, la chilena se asemejaba más al liberalismo europeo que al conservadurismo totalitario  de sus pares latinoamericanos.

En esa misma época, la izquierda renovaba su compromiso con la lucha revolucionaria para llegar al poder. El mismísimo Salvador Allende –senador en aquel entonces y miembro de OLAS (Organización Latino Americana de Solidaridad), se encargó de recoger en la frontera con Bolivia a los miembros de la guerrilla del Ché Guevara que escapaban de las tropas del general Barrientos y de los “asesores militares” que EEUU tenía apostados en el país vecino, otorgándoles inmediata protección e inmunidad.

Luego vendría el gobierno de la Unidad Popular (1970-1973) y, más tarde, golpe de estado mediante, la sangrienta dictadura cívico-militar que gobernó en Chile desde 1973 a 1990.

Durante esa larga noche negra dictatorial, gran parte de la izquierda comenzó a cambiar en el momento mismo que, ante la desesperada situación en la que se hallaba, aceptó despojarse de la idea de una lucha armada para, ahora, conseguir la libertad utilizando las mismas herramientas ‘legales’ impuestas por la dictadura a través de la Constitución de las Bayonetas, o Constitución del 80. Oficialmente, sólo el PC y el FPMR continuaron propugnando un “año decisivo” para asesinar a Pinochet e iniciar una revolución armada.

Con el regreso a la democracia se produjo también el retorno de muchas personas que habían sido dirigentes políticos durante el gobierno de Salvador Allende. Los chilenos fueron testigos sufrientes del cambio experimentado por los exdirigentes de la Unidad Popular en el exilio europeo. Ahora eran socialdemócratas reconvertidos a la fe neoliberal…y de esa laya se asociaron con quienes habían sido sus adversarios y verdugos, pero estos también habían cambiado, aunque durante décadas ese cambio lo mantuvieron disfrazado de democracia protegida, una fórmula que les dio espléndidos resultados ya que doblegaron nuevamente a los antiguos dirigentes izquierdistas convirtiéndolos en socios de cuanta corruptela se les frunció  y, a la vez, salvaron sus pellejos al escapar de juicios por violaciones a los derechos humanos….para tal efecto, los derechistas civiles cargaron sus propias culpas y responsabilidades en las espaldas de las fuerzas armadas. Punta Peuco es la confirmación de lo dicho. Allí sólo hay exuniformados.

Al igual que ocurrió con el anillo de Mordor, la derecha esperó el momento adecuado para deshacerse del disfraz y mostrar a Chile y al mundo su verdadera faz, y ser nuevamente lo que era y deseaba siempre ser. La reiterada falacia prometida, “Derecha Social”,  fue siempre eso mismo, una falacia, pero endulzada de tal forma que muchos chilenos creyeron en ella.

El estrecho triunfo del ultranacionalista José Antonio Kast en la primera vuelta electoral presidencial, provocó un carnaval de alegría en el sector de la derecha extrema, expresamente en los vestigios del pinochetismo que caracteriza fielmente a ese sector de la polìtica naciuonal. No por nada el reconocido premio Nobel de literatura peruano, el derechista Mario Vargas Llosa, calificó como ‘cavernaria’  a la derecha chilena, y yendo aún más lejos, el diario The Washington Post, en la columna escrita por Yasna Mussa, refiriéndose al partido Republicano chileno y a su líder J.A.Kast, escribió: “Ante las elecciones en Chile, es hora de llamar al fascismo por su nombre”.

Pues bien, esa es la verdadera derecha que podría gobernar Chile los próximos cuatro años si resulta vencedora en el balotaje a efectuarse el domingo 19 de diciembre. Es la derecha sin disfraces ni engañifas…es el fascismo que está ad portas. Y ya nadiepuede moverse a engaño. No esta vez. 

 

 

 

 

 

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