Esta histórica movilización refleja la enorme indignación popular contra la monstruosa política que está condenando a los refugiados. Centenares de miles de personas hemos salido a la calle y hemos dejado claro que nos negamos a ser cómplices de los crímenes de un sistema que condena a la miseria a la mayor parte de la humanidad y provoca los grandes éxodos hacia los países capitalistas avanzados, donde la derecha fomenta el odio contra los inmigrantes para dividir la clase trabajadora, mientras los “grandes hombres de negocios” y sus políticos a sueldo se benefician de toda esta desesperación.
Pero la movilización de los millones de jóvenes y trabajadores que nos manifestamos en Barcelona el pasado sábado demuestra que sus planes chocan con el instinto y conciencia de millones de trabajadores. La clase obrera no recibe ningún beneficio de su política criminal, sino todo el contrario: terrorismo, eliminación de derechos sociales y democráticos para trabajadores nacionales y extranjeros, fronteras que impiden el paso de las personas pero no los movimientos del dinero negro de los capitalistas y un largo etcétera.
Un aspecto muy significativo es que el ambiente crítico que expresó la manifestación del sábado no se limitaba al rechazo del imperialismo, la xenofobia y las políticas de represión contra los inmigrantes aplicadas por la derecha españolista representada por el PP. A lo largo del recorrido de la manifestación era posible escuchar a diferentes colectivos de inmigrantes y personas a título individual denunciando desde camiones con megafonía las condiciones intolerables que sufren los refugiados en los centros de acogida, la existencia de los CIEs o las políticas de acoso policial contra los inmigrantes (como el caso de los manteros en la propia Barcelona) o la explotación laboral que sufren por parte de diferentes empresas, incluidas muchas que reciben ayudas públicas. La crítica contra los políticos que se llenan la boca hablando de solidaridad con los refugiados, (también respecto a otros temas) y luego hacen lo contrario de lo prometido también estuvo muy presente. En 2016 el gobierno español acogió a 609 refugiados de los 17.000 comprometidos. En Catalunya, el Parlament aprobó por unanimidad acoger a 4.500 pero el número de personas recibido es inferior a 200. Por eso muchos colectivos convocantes incorporaban a la consigna central “queremos acoger” la frase “basta de excusas”. Por si quedase alguna duda, uno de los carteles más mostrado por los manifestantes concretaba esta crítica aún más: “Políticos catalanes, basta de excusas. Queremos acoger ahora”.
Ese aspecto de crítica a las políticas de derechas que en este y otros temas está aplicando la Generalitat de Catalunya, e incluso a la inacción y falta de una respuesta a la altura de las circunstancias y medidas concretas por parte de los ayuntamientos del cambio y las organizaciones de izquierda con representación institucional, también se reflejó en la manifestación del 18 de febrero, que entronca con otras grandes manifestaciones de masas que ha vivido Catalunya recientemente (las Diadas y otras). Todas ellas expresan la exigencia de millones de personas de un profundo cambio social.
Las organizaciones de izquierdas participantes en la manifestación deben defender el derecho de los exiliados a una vida digna en Catalunya, en todo el Estado y en Europa; pero esta reivindicación tiene que ir ligada en un programa que movilice de manera decidida y continuada a las masas vinculando todos sus problemas y reivindicaciones concretas a la necesidad de transformar la sociedad, y eliminar la causa de la guerra, que no es otra que la busca despiadada de beneficio capitalista y el imperialismo creado para defenderlo.