Con el histórico y amplio triunfo de la coalición encabezada por Gabriel Boric, las tiendas ‘camaleónicas’ del viejo duopolio adquirieron un cierto aroma a naftalina. ¿Podrán reconstruirse? ¿En qué?
Arturo Alejandro Muñoz
“Mientras el aroma sea a naftalina y no a gladiolos, aún hay esperanzas”, me parece escuchar una vez más la desesperada esperanza de un sempiterno concertacionista que el domingo 19 de diciembre quedó alegre y muy preocupado. Alegre porque el pueblo había detenido el avance de un nacionalismo rampante, y preocupado debido a que su gran amor político, el PPD, mostraba evidentes “síntomas de autopsia” luego de confirmarse que una nueva época comenzaba, en la cual, al parecer, algunas de las viejas tiendas concertacionistas no tendrían cabida.
Si bien en los comicios del balotaje hubo tres tipos de electores que votaron por el actual Presidente electo –unos para elegir a Boric, otros para parar a Kast y elegir a Boric, y varios que votaron sólo para derrotar a Kast- es un hecho a considerar que tiendas como el PS, la DC, el PRSD y el PPD se vieron repentinamente enfrentadas a una situación cada vez más posible, cual es su lenta y progresiva extinción como referentes políticos con influencia e incidencia en la actual realidad nacional. De hecho, Álvaro Elizalde se apuró en aclarar esa mentada realidad, manifestando que el PS había apoyado a Gabriel Boric “sin pedir ni esperar nada a cambio”.
En la derecha la situación es aún peor. UDI, RN y Evópoli fueron los grandes derrotados. Al menos los exconcertacionistas pueden argumentar que colaboraron hidalgamente para detener el paso del neofascismo, cuestión que a los derechistas camaleónicos de “Chile Vamos” les resulta imposible hacer. Ellos apoyaron a José Antonio Kast renunciando a llevar candidatos salidos de sus propias filas, ya que Sebastián Sichel –favorito del presidente Piñera- tampoco logró aunar criterios, apoyos ni convicciones en la UDI y en buena parte de RN.
Una obnubilada Derecha se dejó arrastrar hacia el peor de los extremos, el pinochetismo y el nacionalismo espurio. Sin líderes propios (lo que parece increíble si nos remontamos a la historia de esas tiendas), ni conducción acertada (recuérdese que la UDI fue presidida por el diputado –hoy senador- Javier Macaya…¡¡Macaya, pues!!, lo cual basta para entender cuán deshilachado y venido a menos está el añoso partido de Jaime Guzmán)- se delineó la posibilidad de que un populista dueño de argumentos básicos en lo que se refiere al clasismo y al nacionalismo barato, guiara el carro de los dirigentes de aquel “centroderechismo” que hasta anteayer proponían estructurar una derecha moderna y empapada en volátiles perfumes de bienestar social.
La gente de Evópoli ha entendido que seguir remando tras las aguas del derrotado Partido Republicano les llevará indefectiblemente al ostracismo electoral. Sin identidad propia, ninguna tienda puede subsistir. Aunque parezca increíble, Felipe Kast, sobrino del mesiánico José Antonio, lo tiene claro, y pretende actuar en consecuencia para rescatar lo que reste de su tienda luego de haber sufrido tanta debacle política (estallido social, plebiscito, Convención Constitucional y paliza en el balotaje).
Sí, definitivamente los antiguos socios (patrones y mayordomos) del duopolio, se encuentran refugiados en un oscuro rincón del escenario político. La marea juvenil –con el incuestionable apoyo y participación del partido comunista- los ha dejado allí.
Pero, los zorros concertacionistas (o exconcertacionistas) saben que el novel gobierno de Gabriel Boric tendrá que recurrir a ellos en algún momento. La historia política chilena muestra sin tapujos que los gobiernos juegan un largo y desgastante partido de varios tiempos, sean estos semestres o años.
En el primer tiempo de ese partido, la nueva administración no está en condiciones de dejar los ministerios principales, los fuertes, los que sirven de columna vertebral, en manos inexpertas. Interior y Seguridad, Hacienda, RREE (por nombrar algunos), requerirán estar al mando de ministros empoderados, con recorrido amplio y sólidas redes políticas. En esas carteras no sirven los amigos ni los compañeros de campaña…sólo sirven los que saben, los que tiene experticia en el tema; en ello no hay discusión. Eso debería ser así al menos en el “primer tiempo” de la administración, ya que, además, ningún gabinete es eterno y pocos duran 12 meses sin cambios.
Es la esperanza de la vieja Concertación. Que al menos dos o tres de los suyos tengan presencia y mando al interior del gobierno que comenzará el 11 de maro del 2022. Ello les permite esperanzarse en seguir en la huella…pese a que todos saben que es hora de renovación, que las viejas estructuras han entrado en obsolescencia y la nueva época impetra otras cualidades y otras bases ideológicas, tan diferentes a las que aún perduran en el mayordomil socio del viejo duopolio…aunque nunca tan distintas, como podremos constatar a finales del próximo año 2022.
¿Un ejemplo de lo dicho en estas líneas? Las paredes tienen oídos, y se ha escuchado que el Presidente electo, en un simple ejercicio no vinculante, habría escrito dos nombres en su carpeta personal para que sirvan el importante y hoy muy complicado cargo de Ministro del Interior y Seguridad. El exsenador (PPD) Carlos Montes y el exfiscal Carlos Gajardo. Montes y la Concertación presentes una vez más. A Gajardo, gran abogado, muchos prefieren verlo como Fiscal Nacional.
¿Y la gente habilidosa, experta, capaz, leal, del partido comunista? ¿No tendrá participación directa en el nuevo gobierno de los jóvenes? Esa es otra historia para otro artículo. Hoy, lo que está bien definido es que las tiendas principales del viejo duopolio se encuentran no sólo en territorio oscuro, sino en un rincón, apartados (aún) de la futura administración.
Y lo que es más relevante, tampoco cuentan con el beneplácito ni con el sufragio mayoritario del ’gran patrón’, el pueblo.
¿Podrán revertirlo? Para ello cuentan con la acción sistemática se la “prensa canalla”, especialmente la perniciosa TV, y el lamentable archipiélago en que se ha convertido la izquierda, carente de unidad orgánica y de liderazgo consensuado. Ya lo hemos dicho varias veces…