por Pepe Gutiérrez-Álvarez
Aunque existen unos cuantos escritos por los militantes y escritores que pasaron con Trotsky su último tiempo, ninguna es comparable al testimonio de Jean Van Heijenoort, militante serio y riguroso donde los haya, observador al detalle y sin complejos, autor de “Con Trotsky. Desde Prinkipo a Coyoacán. Testimonio de siete años de exilio” (Nueva Imagen, México, 1979, tr. Tununa Mercado).
Estas memorias de las que fue secretario, traductor y guardaespaldas de Trotsky entre octubre de 1932 y noviembre de 1939 recrean detalladamente la atmósfera en que éste vivía y trabajaba en esos años de exilio hasta los más ínfimos detalles.
Un texto imprescindible, atractivo de leer hasta para quienes ignoren todo sobre aquel personaje que creó el Ejército rojo casi de la nada, y que se puede encontrar en versión en pdf, una montada por el autor de estas líneas para el proyecto editorial de Kaoenlared con prólogo de Gabriel García Higueras y reproducido si no me equivoco también por VIENTO SUR.
El relato simple y preciso de esa cotidianeidad trascendente permite, en no pocos casos, superar errores involuntarios de otros autores, de manera que Heijenoort no duda en “enmendar la plana” a Deutscher y a buena parte de los testimonios escritos sobre Trotsky entorno a esta época, a veces con contenida indignación. Obviamente logra disipar calumnias y despojar al personaje del aura mitológica que, como a todos los grandes hombres, suele creársele, ofreciendo detalles sobre sus relaciones personales, sus actitudes ante muchas cosas, sin olvidar detalles sobre su posiblemente platónica relación amorosa con Frida Kahlo.
Se trata de una obra modélica por la frescura de una memoria, que fue minuciosamente verificada gracias a un archivo personal del autor que contiene 22 mil documentos (entre ellos 4 mil cartas de Trotsky), correspondientes al periodo que se extiende entre 1929 y 1940.
El periodo del exilio en México es ampliamente considerado, aportando mucha —y nueva- información, de quien fuera testigo de la relación con Diego Rivera y Breton, amén de una gran cantidad de personalidades mexicanas y de otras partes del mundo como Gide o Gorki.
Eludiendo la devoción incondicional tanto como la hostilidad sistemática, el relato de Heijenoort —que no pretende ser un examen integral de la personalidad de Trotsky, de sus ideas y de su carácter- contribuye sin embargo a la visión crítica de una etapa histórica que los sucesos posteriores actualizan hoy… Al acabar su relato, Heijenoort, escribe: “Después de la muerte de Trotsky milité durante siete años en el movimiento trotskista. En 1948, las concepciones marxistas-leninistas sobre el papel del proletariado y su capacidad política me parecieron cada vez más en desacuerdo con la realidad. Fue también en ese momento cuando conocieron, quienes no querían cerrar los ojos ni taparse los oídos, toda la amplitud del universo concentracionario estalinista. Bajo esa impresión, me puse a examinar el pasado y llegué a preguntarme sí los bolcheviques, al establecer un régimen policial irreversible, al anular toda opinión pública, no habían preparado el terreno sobre el que habría salir el enorme hongo venenoso del estalinismo. Rumié mis dudas. Durante varios años, sólo el estudio de las matemáticas me permitió conservar mi equilibrio interior. La ideología bolchevique estaba, para mí, en ruinas. Tuve que construir otra vida”.
No obstante, en sus últimos años, ya jubilado como un matemático de reputación internacional, Heijenoort ofreció esta contribución, prologó el “Journal d´ exil”, de Trotsky (para Gallimard), intervino con su rigor acostumbrado en las jornadas que con pretexto del centenario de Trotsky congregó en México a especialistas del todo el mundo, y colaboró activamente en el desarrollo del Institut Léon Trotsky, especialmente en algunos números de sus Cahiers…
Pierre Broué resume esta fase mexicana como de “Resurrección”.